D. RAMÓN DEL HOYO.HOMILÍA DE LA TOMA DE POSESIÓN

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 “Bendeciré tu nombre por siempre”:

 

Con estas palabras del Salmo 144 expreso mis sentimientos de gratitud y esperanza en el Señor, al inicio del ministerio episcopal que el Santo Padre me ha encomendado en esta querida Iglesia de Jaén.

 

Saludo con todo mi afecto al Excmo. y Rvdmo. Señor Nuncio Apostólico y agradezco su presencia y compañía. Ruego haga llegar a S.S. el Papa Benedicto, mi gratitud y adhesión filial. Y junto a la Sede Apostólica manifiesto también mi comunión plena con todo el Colegio Episcopal, representado aquí por el Señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española, por el Arzobispo Metropolitano de Granada, junto con los Obispos de esta provincia eclesiástica y los demás Obispos presentes de varias Diócesis de España. Para todos mi gratitud y saludo fraternal; pero, si cabe, aún más especial para el Señor Arzobispo de Badajoz, D. Santiago García Aracil, mi predecesor en esta Sede, al tiempo que hacemos memoria del Siervo de Dios D. Manuel Basulto Jiménez, en proceso de Beatificación por martirio, de los últimos Obispos,  D. Rafael García, D. Félix Romero y D. Miguel Peinado, eslabones que me precedieron en la sucesión apostólica en esta Iglesia.

 

Mi saludo también para cuantos siguen esta ceremonia por medio de Televisión y Radio, de forma especial para los enfermos y personas mayores. Agradezco también a las cadenas de Televisión y Radio, que hacen posible esta transmisión; así como a los demás medios de Comunicación presentes.

 

Al comenzar esta nueva etapa de mi vida, afloran a mi mente mis orígenes e infancia en aquel pequeño y precioso pueblo de Arlanzón, al pie de la Demanda; por eso saludo a mis familiares y amigos, a la Iglesia donde nací y crecí, representada aquí por su Arzobispo D. Francisco, al tiempo que quiero también  recordar a los dos Arzobispos Eméritos de aquella Sede: D. Teodoro Cardenal Fernández y D. Santiago Martínez Acebes, de quienes tanto aprendí a su lado; gracias por su compañía también al Vicario General, Presidente del Cabildo, compañeros de la Curia, Facultad de Teología y Cabildo Metropolitano, Decano de la Facultad de Farmacia de la Complutense, condiscípulos, compañeros de aquel presbiterio, y tantos amigos. “Tierra sagrada donde yo nací…”, canta el himno de Burgos.

 

Hace ya casi nueve años que llegué a Cuenca. En su preciosa Catedral recibí la ordenación episcopal, y ya se me había pegado el corazón a sus buenas gentes y a sus tierras acogedoras. Viajo con Cuenca entera a esta nueva parcela de la viña que Dios me encomienda y nunca les voy a olvidar. Gracias por su presencia a las Excelentísimas e ilustrísimas Autoridades, Instituciones y representaciones: Subdelegado del Gobierno, Alcalde de Cuenca, Presidente de la Diputación Provincial, Vice-Rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, Vicario General y Vicarios Episcopales, Deán Presidente del Cabildo Catedral, sacerdotes, consagrados y fieles. Muy queridos amigos: De Jaén salió D. Juan Francisco Pacheco, para ser Obispo de Cuenca entre los años 1653 al 1663. Diego Ramírez, natural de Villaescusa de Haro, fue Vicario General y Deán de la Catedral de Jaén por los años del descubrimiento de América. Otros dos conquenses, D. Andrés de Cabreras y D. Pedro Rubio, de Villarejo Sobrepuerta y de Santa María del Campo Rus, fueron Obispos de esta Sede durante el S. XVIII. La historia se repite. Un Obispo de la Sede de Cuenca se incorpora a esta Diócesis de Jaén. Muy estimados conquenses: siempre contarán con mi amistad y con mi especial gratitud. Nunca voy a olvidar su compañía en este acto. Esta mitra que llevo puesta con los escudos de las ciudades de Cuenca y de Jaén, siempre me recordarán este momento.

 

   

 

2.- Admitidme en esta hermosa tierra de Jaén:

 

Me incorporo desde este momento, en que acaba de darme el Señor Nuncio la posesión de esta Sede, lleno de ilusión y esperanza, también con preocupaciones, al servicio todos, sin excepción de ninguna clase. Mi abrazo afectuoso y agradecido al Señor Administrador Diocesano, D. Rafael Higueras al frente y servicio de esta Iglesia durante los últimos meses, al Colegio de Consultores y Cabildo Catedral, a quienes agradezco el esmero que han puesto en la preparación de esta ceremonia. Mis amigos y hermanos sacerdotes, sabed que estáis ya en lo más profundo de mi corazón, y que compartiré todo con vosotros, como colaboradores íntimos. Y junto a vosotros están también los consagrados, en quienes me apoyaré de forma especial, los Movimientos apostólicos, Hermandades y Cofradías, de quienes he captado su entrega y dimensión pastoral. Mi recuerdo también muy especial a nuestros misioneros, seminaristas y fieles todos de la extensa geografía de Jaén.

 

Muy pronto iremos conociéndonos. Hoy ya somos muchos los que  estamos juntos en torno a esta mesa eucarística, que nos une y alimenta, para irradiar el amor de Dios, para ser imágenes vivientes del Santo Rostro, tan venerado en esta Catedral y en toda la Diócesis; para caminar juntos bajo su mirada profunda y serena, con brazos abiertos, como los del lienzo de Cabra, del Santo Cristo de Burgos. El báculo con el que me habéis obsequiado lo pongo al servicio de todos junto al Buen Padre.

 

A las Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades: Subdelegado del Gobierno, Alcalde esta Ciudad, Vice-Presidenta de la Diputación Provincial, Coronel Delegado de defensa de Granada y demás autoridades civiles, militares, judiciales y académicas: gracias por su compañía. Ofrezco a todos, desde hoy hasta que Dios lo quiera, mi sincera colaboración al servicio de la paz y del bien común. Admitidme, os ruego, en esta hermosa tierra, del Santo Reino de Jaén.

 

   

3.- Nuevo eslabón en la cadena apostólica:

 

Pronto quiero conocer y recorrer vuestros campos, pueblos y ciudades en que la fe cristiana ha dejado huellas imborrables desde los inicios del cristianismo. De hecho se tiene a San Eufrasio, uno de los Siete Varones Apostólicos, como Patrono de la Diócesis y fundador de la Sede de Iliturgi (Andújar), en la época romana.

 

Según esto, el episcopado que ahora comienzo en esta Iglesia de Jaén hunde sus raíces en la sucesión apostólica, por razones históricas y no sólo teológicas.

 

Escuchábamos al Santo Padre en la homilía que pronunció en la plaza de San Pedro al inicio de su Pontificado que su programa de gobierno sería: No hacer su voluntad, ni seguir sus propias ideas, sino ponerse, junto con toda la Iglesia a la escucha de la Palabra y de la voluntad del Señor. Dejarse conducir por Él.

 

Con este mismo espíritu y programa me incorporo a esta Iglesia de Jaén con la seguridad de que siempre el Señor camina a nuestro lado y conduce con su Espíritu nuestros pasos. Interesa ser dóciles a su voz y trabajar sin temor alguno. Ese Espíritu moverá la barca en la que remaremos juntos para echar las redes donde el Señor nos indique. Fiel a mi lema “In Nomine Tuo…”, “En Tu Nombre…”, sólo pretendo cumplir su voluntad, servir a esta Iglesia con mano segura y ser el primer servidor de todos. Comenzar por lo fácil, pero con la mirada puesta en lo difícil.

 

4.- Pido a Dios una Iglesia viva y misionera:

 

La dirección está trazada. El nuevo Papa ha indicado ya claramente que su afán e inquietud serán que la Iglesia se encuentre cada vez más con  Jesucristo, que se centre totalmente en Él. Con sus primeros gestos y discursos, incluso con el nombre elegido, se propone ante todo evangelizar a fondo a los hombres y mujeres de los inicios de este tercer milenio, difundir el mensaje de Jesucristo en esta sociedad del S. XXI, proyectar la doctrina del divino Salvador del hombre sobre las estructuras de los nuevos tiempos; exponer la verdad y defender esa verdad.

 

Es en este marco del reto de una nueva evangelización, sin anteponer nada a Jesucristo, y encuadrando en esta palabra todos los demás objetivos pastorales, desde donde pretendo también caminar con todos los fieles, en estas benditas tierras, en estrecha comunión con Pedro y mis hermanos en el episcopado.

 

Sobre los pasos y las bases de los pastores y fieles que nos precedieron, siempre con nuevos ímpetus y nuevos ánimos, seguiremos construyendo una Iglesia viva y joven, vivificada siempre por la fuerza y alegría del Espíritu de Jesús Resucitado.

 

 

5.- Las lecturas proclamadas:

 

La Palabra de Dios proclamada en este Domingo decimocuarto del tiempo ordinario nos viene muy bien, en estos inicios.

 

–       El texto del Profeta Zacarías (Zac. 9, 9-11) es un anuncio de esperanza. El Mesías está llamado a establecer un orden de paz en todo el mundo. “Romperá los arcos guerreros y dictará la paz a las naciones”. Son textos que nos recuerdan a las Bienaventuranzas evangélicas.

 

–       El Apóstol San Pablo en su carta, como a los fieles de Roma (Rm. 8, 9. 11-13) nos enseña y recuerda que los seguidores de Jesucristo y su evangelio son liberados del dominio de la carne y el Espíritu habita en ellos.

“Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo”.

 

–       La trilogía de dichos de Jesús, que hemos escuchado en el evangelista San Mateo (Mt. 11, 25-30), encierra, como siempre, un mensaje consolador: Su apoyo a los pequeños y a la gente sencilla (vv. 25-26), la singular relación de Jesús con Dios Padre (v. 27), su especial afecto a todos los que, por alguna razón, se sienten oprimidos o agobiados (vv. 28-29).

   

El pueblo sencillo aceptó el Evangelio, mejor que sus guías religiosos confiados en su ciencia para conocer la voluntad de Dios y sus caminos. Al rechazar a Jesús, revelación de Dios Padre, quedaron con la mente vacía y el corazón endurecido. No está incapacitado para creer y entender los misterios de Dios el inculto o el que está en el último peldaño

de la escala social; porque creer es la aceptación plena de la revelación de Dios, sobre todo en su Hijo Jesucristo. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

 

La religión cristiana no es un yugo insoportable o una carga que aplasta, nos dice el Señor también. No es ninguna imposición despótica o ley abstracta o impersonal. Es el seguimiento de una Persona viva y cercana, que triunfó sobre el pecado y la muerte, que nos acompaña en el recorrido y en el que encontramos verdadero descanso: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados –nos dice el Señor a cada uno- y yo os aliviaré”.

 

 

6.- Con este mensaje de libertad y esperanza, frente a tantas formas de esclavitud, cansancio y derrotismo, con la verdad del Evangelio que nos hace libres, inicio este ministerio episcopal. Esta verdad es el don más preciado que la Iglesia puede ofrecer a estas tierras. Es la verdad que debemos traducir los cristianos día a día, en amor, comprensión, cercanía, diálogo, esfuerzo, colaboración… en la sociedad y realidades concretas. Sobran palabras y hacen falta testigos, místicos y misioneros de esta verdad. La Buena Noticia del Evangelio conlleva el dar razón de nuestra esperanza.

 

El Pan de la Eucaristía y la Palabra, que Dios pone en nuestras manos en el Templo, es nuestro alimento de creyentes, pero también es para trasladar su fuerza y vitalidad a los demás, sobre todo desde las manos de los fieles seglares. Sin un laicado formado y comprometido mal se podrá evangelizar hoy. ¿Cómo llevar la luz del Evangelio a las familias y a todos los ambientes? Será nuestro constante interrogante, al que debemos dar respuesta todos juntos, como “cooperadores de la verdad”, en frase del Pontífice actual.

   

En este mismo suelo fueron testigos de este evangelio del amor y de su mensaje de esperanza, entre otros, San Juan de Ávila, fundador de la Universidad de Baeza; San Juan de la Cruz, que murió en Úbeda; Santa Teresa de Jesús, que fundó el Carmelo de Beas de Segura; el Beato Fray Diego José de Cádiz. La fe profundamente mariana de tantos cristianos que les precedieron llenó de santuarios y ermitas todos los pueblos y rincones de su geografía. Nunca falla: un pueblo eucarístico y mariano es tierra bien abonada en donde brotan siempre frutos.

 

Y ahí están: un Sacerdote nacido en Linares, recientemente canonizado por Juan Pablo II en su último viaje a Madrid, San Pedro Poveda. Se interesó por grandes y pequeños. Subió a las cuevas de Guadix y terminó creando estructuras de ayuda humanitaria, educativa y de formación cristiana y profesional en favor de todos, especialmente de los más desfavorecidos.

 

Otro tanto podríamos decir de María Josefa Segovia, y de Manuel Lozano, nacidos en Jaén y Linares; el Obispo Manuel Basalto y una larga lista de testigos de la fe,  y de tantos y tantos sacerdotes, consagrados y laicos que nos precedieron, o que hoy viven entre nosotros.

 

Para terminar:

 

7.- El cristiano planta y riega, pero el incremento es del Señor:

 

Nada será posible en esta aventura gozosa, si no estamos insertados en Jesucristo de verdad y junto a Él con su Madre. Somos sarmientos y viñadores enviados por Él a su viña, que es la Iglesia. Antes de nada y por encima de todo necesitamos imprescindiblemente para nuestro camino de su fuerza y de su alimento. En Él radica, no sólo la Verdad, sino también la Vida para este camino de peregrinos hasta la eternidad. “Haced lo que Él os diga”, nos repite esta tarde Nuestra Madre la Virgen María.

Centrados y en comunión íntima ante Jesús Eucaristía y de la mano de Nuestra Señora de la Cabeza y San Eufrasio, patronos de la Diócesis,  y de la Santísima Virgen de la Capilla, patrona de esta Ciudad, de Nuestra Señora de Linarejos… y de tantas advocaciones en toda su geografía,  continuaremos nuestra tarea de evangelizadores en esta Iglesia: “In Nomine Tuo”, “En Tu nombre”.

 

Que así sea.

 

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