D. JUAN DEL RÍO. EL MINISTERIO DE LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR

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ASAMBLEA DIOCESANA DE CATEQUISTAS

 

Jerez, 1 de octubre de 2005

  

EL MINISTERIO DE LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR

  

1.-Al inicio de una institución o de una actividad humana, hay mucho que mirar hacia el futuro dejando quizás más en penumbra toda la siembra de un rico pasado. Pero no ha de ser así entre los cristianos que necesariamente bebemos de nuestro primitivo origen, que no es otro sino el acontecimiento salvador de Jesucristo, el cual es “el mismo ayer, hoy y siempre”. Así pues, en el plano de las realizaciones concretas y próximas, nuestra diócesis de Asidonia-Jerez estrena una nueva Delegación Episcopal de Catequesis en la persona de D. Eugenio Romero López, por todos conocido por su buen hacer sacerdotal y por su trayectoria teológica, pastoral y catequética. Pero él no parte de cero, ni esta solo en esa encomienda para la cual el Obispo le ha nombrado. La nueva Delegación encuentra un camino fecundo sembrado por la entrega generosa y total que la Hna. Elisa Calderón Aguilar ha prestado a esta diócesis en estos cerca de veinte años al frente del Secretariado de Catequesis. “No tenemos ni oro ni plata” para pagarle a Elisa todo el bien que ha hecho, toda la ilusión que ha puesto en la formación de catequistas y de responsables de la catequesis. Yo mismo, en estos cinco años, he podido darme cuenta de su valía humana, cristiana consagrada por el Reino de los cielos.¡Que el Evangelio sea siempre tu recompensa y que al final de tus días el Buen “Pagador”, que es únicamente Dios, te conceda la corona de la victoria final! ¡Gracias, Hna. Elisa!

 

2.- Pero surgen nuevos desafíos y “los tiempos son recios”. Es hora de revitalizar y reponer fuerzas. El relevo al frente de las instituciones es ley de vida y exigencia de la tarea. Las personas pasamos y Cristo permanece. Las estructuras, métodos y pedagogías son pasajeras pero lo importante es que la Iglesia sea siempre fiel a su misión que es buscar la gloria de Dios y no la de los hombres, porque todo trabajador de la “viña del Señor” recibe de la gratuidad divina el “denario” de la salvación, ya que nosotros, como dice el Evangelio, “somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Lo importante de todos estos años es que la labor realizada ha ido creando conciencia en todos los niveles de que la catequesis no es cosa de unos pocos “que tienen tiempo para eso”, o que la catequesis es “enseñarles a los niños catecismo”, sino que la catequesis es responsabilidad de toda la comunidad cristiana. Es una acción educativa realizada a partir de la responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad y que alcanza a niños, jóvenes y adultos. Aunque todo bautizado ha de dar testimonio de su fe y comunicar el Evangelio, son solo algunos miembros de la diócesis a los que se le encomienda trasmitir orgánicamente la fe en el seno de sus parroquias. Estos sois vosotros, catequistas, los que con tanto empeño lleváis la tarea de catequización no como algo vuestro, sino sabiendo siempre que la fe que comunicáis ha de ser la fe que la Iglesia profesa, celebra y proclama; pues la finalidad específica de la catequesis es “hacer crecer, a nivel de conocimiento y de vida, el germen de la fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio y transmitido eficazmente a través del bautismo” (CT 20).

 

3. El Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el anuncio y la transmisión de la fe: “entre las principales tareas de los obispos destaca la predicación del Evangelio” (LG 25). Por eso en la lectura proclamada San Pablo insta a su discípulo Timoteo: “predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, corrige, reprende y exhorta usando la paciencia y la doctrina” (2Tim 4,2). Por eso mismo dice el Directorio General de Catequesis: “Los obispos son los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia… Esta preocupación por la actividad catequética llevará al obispo a asumir “la alta dirección de la catequesis” en la Iglesia particular, lo que implica entre otras cosas:

 

 Asegurar en su Iglesia particular la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz.

 Ejercer la solicitud por la catequesis… velando por la autenticidad de la confesión de la

fe y por la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse.

 Suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis.

 Cuidar de que los catequistas se preparen de la forma debida para su función.

 Establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis…ubicado en los planes pastorales diocesanos” (nnº 222-223).

 

4. Aunque es verdad que se puede catequizar en todas partes (familia, escuela, movimientos…), la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su “lugar privilegiado” (CT 67). En este sentido no hay que olvidar que los párrocos, los sacerdotes, son los primeros catequistas de la comunidad en comunión siempre con el Obispo. Estos, están llamados a suscitar la responsabilidad catequética de la misma, de ahí también el valor prioritario de su misión como ministro de la Palabra, de la Eucaristía y de la Unidad. Por eso mismo, el sacerdote es el formador fundamental de los catequistas. Estos, en cuanto grupo, son una célula de la comunidad parroquial y punto de referencia para los catequizandos. El desarrollo adecuado de esta responsabilidad es la garantía de la calidad y eficacia de la catequesis, y sobre todo de una urgente formación cristiana de los catequistas en cuanto adultos. Es más, de esta misión no debería abdicar ningún párroco como tampoco la de llevar y tocar la catequesis en directo. Los sacerdotes no deben reducir su misión catequética a la de una simple coordinación de tareas, pues de lo contrario surge el peligro de ejercer el munus docendi, recibido en la ordenación sacramental, desde los esquemas de funcionariado, alejándose de la caridad pastoral que requiere su ministerio.

 

5. En los momentos actuales no podemos olvidar hacer mención de los padres de familia como los primeros educadores de la fe de sus hijos. Éstos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús por el testimonio de sus padres. Pero debemos estar atentos a la nueva y compleja problemática que se plantea en el terreno familiar. Hay que suplir muchas deficiencias familiares, hay que tener entrañas de comprensión con muchos padres y madres que viviendo una situación de desgarramiento o ruptura matrimonial, sin embargo desean que sus hijos conozcan la fe cristiana. Hay que ser muy equilibrados y pacientes: no debemos añadir más dolor al que ya tienen muchas familias, pero por otro lado debemos defender los principios básicos de la transmisión de la fe de aquellos planteamientos donde “el todo vale” no es sinónimo de comprensión sino más bien de comodidad y ausencia de problemas. Por eso mismo en los tiempos que corren, la fe de las nuevas generaciones pasa por la atención especialísima a los padres mediante el contacto personal, la invitación a encuentros, cursos o catequesis de adultos, teniendo siempre clara la máxima popular: “más se atrae con miel que con hiel”, es decir no son las leyes y programaciones lo que atrae a la gente, sino la caridad y la amabilidad con todos.

 

6. Hoy en la tarea de catequesis los religiosos y religiosas tienen un papel importantísimo. Muchas de las familias religiosas, masculinas y femeninas nacieron para la educación de los niños y de los jóvenes, particularmente de los abandonados. Desde sus carismas son muchos los religiosos y religiosas que colaboran en la catequesis diocesana en los diversos niveles. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que la vida religiosa ha proporcionado a la acción educativa de la Iglesia. A ellos y ellas va mi agradecimiento por su labor en nuestra diócesis y les exhorto a seguir trabajando en la catequesis diocesana como signo de comunión con la Iglesia local y expresión del mandato del Señor “íd por todo el mundo y haced discípulos míos a todas las gentes”. A vosotros religiosos y religiosas, por vuestra consagración especial al Reino de los cielos os pido que seáis creativos y que tengáis audacia catequética para hacer frente a los retos de la increencia actual. Cargad de espiritualidad y mística la comunicación y transmisión de la fe. Huid de los reduccionismos empobrecedores de una teología que no está en comunión con los Pastores, y recodad lo que nos dice San Pablo en la lectura de hoy: “porque vendrá el tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que llevados de su propia concupiscencia, se rodearán de multitud de maestros que les dirán palabras halagadoras, apartarán los oídos de la verdad y se volverán a las fábulas” (2 Timo 4,3).

 

6. Una rica realidad en nuestra diócesis y en toda la Iglesia es la incorporación activa de los fieles laicos a las tareas pastorales y en particular a la acción catequética. La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del Bautismo y es robustecida por el sacramento de la Confirmación, participando así de la misión sacerdotal, profética y real de Cristo. Además de la vocación común al apostolado en medio de las tareas temporales, algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequista, cuya vocación la Iglesia discierne según las características de cada uno y las posibilidades de dedicación antes de conferir la misión necesaria para ejercerla. Ciertamente, en estos años se ha avanzado mucho en la formación de buenos catequistas y gracias a ello podemos llegar a tantos niños, jóvenes y adultos. Sin vuestro trabajo catequético esta diócesis de Asidonia-Jerez no sería una “Iglesia viva y joven”. Pero en esto de la catequesis hay que huir de algunos peligros que se hacen presentes en ocasiones como pueden ser la ideologización de la fe, una catequesis alejada del magisterio de la Iglesia, o una transmisión de la fe carga de desafecto hacia la Iglesia. No debemos olvidar nunca que dar catequesis no es simplemente trasmitir unos conocimientos, ni conseguir que el catequizando sea luego un comprometido agente social, cultural o religioso. La mejor catequesis comienza con el testimonio de santidad personal del catequista. De nada nos servirían unas magníficas programaciones o un material utilísimo, si luego el catequista no practica el Día del Señor, está alejado de la comunión eclesial o no proclama la moral católica. Por eso mismo el buen catequista hace vida aquello que san Pablo decía a los responsables de la comunidad de Éfeso: “ahora os encomiendo a Dios y a su mensaje de gracia, que tiene fuerza para que crezcáis en la fe y para haceros partícipes de la herencia reservada a los consagrados… Cuidad de vosotros mismos y de todo el rebaño…porque hay más felicidad en dar que en recibir” (Hech. 20,28.32.35).

 

7. Pues bien, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos en general, os convoco a todos a seguir trabajando con ilusión renovada en una catequesis diocesana de “comunión y misión” para que Cristo sea conocido, amado y proclamado como único Señor y Salvador de los hombres. Es una tarea apasionante seguir las huellas de los Apóstoles de Jesús, de los grandes Santos y Santas que de diversas formas comunicaron gozosamente su fe a los otros. Os pido encarecidamente que trabajéis unidos con el nuevo Delegado de Catequesis, que entréis en la nueva dinámica catequética que progresivamente se irá introduciendo para responder, con mayor eficacia y unificación de tareas, a la organización diocesana, donde no debe haber ningún compartimento estanco, sino que todas las delegaciones o secretariados de curia han de trabajar de manera interdisciplinar y conjuntados bajo la dirección de la Vicaria Pastoral y General. Además de que la nueva Delegación Diocesana de Catequesis estará estrechamente unida al Instituto Superior de Ciencias Religiosas Asidonense de reciente creación de manera que vayamos unificando la formación de catequistas, profesores de religión, agentes de pastoral y fieles en general.

 

8. En esta nueva etapa nuestro principal objetivo será centrarnos cada día más en lo esencial de la fe cristina, purificando todo proyecto catequético de añadiduras que nos aleja o entorpece de lo nuclear que no es otra cosa que llevar a hombres y mujeres a una auténtica experiencia de Dios en el seno de la Iglesia Católica. Porque no podemos olvidar que el gran dilema que tenemos planteado es: ¿cómo se hace hoy un cristiano en medio de la sociedad de la increencia? Para responder a esta cuestión lo mejor es ir siempre de la mano de la Iglesia que como “Madre y Maestra” nos traza en cada momento lo que tenemos que realizar como miembros vivos que somos de su Cuerpo. Así, para estos meses venideros se impone el conocimiento, estudio e incorporación del Nuevo Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que será publicado próximamente.

 

9. El pasado 28 de junio el Papa Benedicto XVI presentaba a la Iglesia y al mundo dicho Compendio. No se trata de un nuevo Catecismo, sino de una breve síntesis que contiene  todos los elementos esenciales y fundamentales de la fe y de la moral católicas. Con ello se responde a los deseos de pastores y catequistas, que venían demandándolo desde que, en 1992, el Papa Juan Pablo II entregase a los fieles del mundo entero el Catecismo de la Iglesia Católica, texto de referencia de este Compendio y que, por lo tanto, mantiene intactas su autoridad e importancia. En esta síntesis podremos hallar un valioso estímulo para su mejor conocimiento y empleo como instrumento fundamental de educación en la fe.

 

Muchos han sido los frutos de la catequesis postconciliar, pero a los cuarenta años de la clausura del Vaticano II es necesario y urgente que, ante la nueva situación cultural y social que vive la Iglesia al inicio de este nuevo milenio, se haga una purificación de la catequesis y con sinceridad nos preguntemos qué tipo de catequistas tenemos y en qué grado la educación en la fe que se está impartiendo en muchos sitios es en su totalidad la fe de la Iglesia. Una de las características del Compendio es su forma dialógica, que recupera un antiguo género literario catequético, presentado a través de preguntas y respuestas. Se trata de proponer un diálogo ideal entre el catequista como “maestro” y el discípulo que quiere descubrir aspectos siempre nuevos de la verdad de la fe que ve ejemplarizada en su catequista. Además, el género dialógico contribuye también a situarse en lo esencial y con ello a la asimilación y memorización de los contenidos de la catequesis. Junto al texto encontraremos imágenes que tienen como fin ilustrar el contenido doctrinal, ayudando a despertar y a alimentar la fe de los creyentes. Asimismo, puesto que estamos en la civilización de la imagen, debemos tener presente la eficacia del dinamismo de la comunicación y de la transmisión del mensaje evangélico a través de la imagen sagrada. Además, en nuestra realidad, es interesante que en la catequesis se preste más atención a la rica iconografía que se da en nuestra Religiosidad Popular.

 

Por otro lado, la estructura de este Compendio es la misma del Catecismo: la profesión de fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana. El texto también incluye al final un Apéndice, constituido por algunas oraciones comunes para la Iglesia universal y por algunas fórmulas catequísticas de la fe católica. Con ello se invita a hallar de nuevo en la Iglesia una forma de orar común no sólo a nivel personal, sino también en ámbito comunitario.

 

¡En fin! Podemos encontrar en este Compendio la belleza íntegra de la fe que la Iglesia ha profesado de generación en generación y que hay que saber trasmitir a las nuevas muchedumbres de hombres y mujeres para que hallen en Cristo “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Para ello, utilizaremos el mejor método y lenguaje catequético que será siempre el amor vivido en el corazón de la Iglesia como lo hizo la santa de hoy Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones:

 

“Entendí, decía la carmelita de Lisieux, que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que le amor es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno…” Y Santa Teresa prosigue más adelante: “Entonces, en un acceso de alegría desbordante, exclame: ¡Oh Jesús, amor mío!… ¡Por fin encontré mi vocación! ¡Mi vocación es el amor!…Sí, he encontrado mi lugar en la Iglesia. ¡Y ese lugar, Dios mío, me lo has dado tu!… ¡en el corazón de la Iglesia…yo seré el amor!..¡Y así, yo lo seré todo!… ¡Así mi sueño se hará realidad!” (Manuscrito autob.B,f3v).

 

+ Juan del Río Martín

Obispo de Asidonia-Jerez

 

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