D. FELIPE FERNÁNDEZ. SALUDO Y BIENVENIDA

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Oficina de información de los Obispos del Sur de España

Palabras de saludo y bienvenida de D. Felipe Fernández, Administrador Apostólico.

 

                Unas breves y sencillas palabras de cordial saludo y bienvenida a esta celebración.

                Bienvenidos sean todos los hermanos obispos aquí presentes. Cuya presencia, por sí misma, nos habla de otras Iglesias Diocesanas, de nuestra mutua comunión, y de la Iglesia Católica Universal, especialmente a través de  a la Conferencia Episcopal Española, cuyo presidente actual, el Sr. Obispo de Bilbao, ha tenido a bien acompañarnos. Vuestra presencia nos recuerda también, más allá de la Conferencia E. E., al Colegio Episcopal, cum Petro et sub Petro, al que también pertenecemos los obispos y al que va a pertenecer, desde hoy, el nuevo obispo de esta Diócesis, D. Bernardo Álvarez Afonso. ¡Bienvenidos sean todos los hermanos obispos, aquí presentes!

 

                Bienvenido sea el Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, cuya cercanía, aunque estemos tan distantes físicamente, siempre he sentido y cuyo último gesto para mí, impagable, fue acompañarme, y por sorpresa, en la Eucaristía del pasado domingo. En una nota de fácil humor, creo que siempre hemos tenido un arzobispo amigo en el hoy Sr. Cardenal Amigo. ¡Bienvenido y gracias, Sr. Cardenal!

                Bienvenido sea el Sr. Cardenal de Guatemala, Mons. Rodolfo Quesada Toruño, que ya conoce bastante bien esta tierra y con cuya archidiócesis, a través del Santo Hermano Pedro, Santo de dos orillas, esta Diócesis está ya perennemente unida. Vuestra presencia aquí tiene un especial color y un especial sabor para nosotros que agradecemos sinceramente. ¡Sea bienvenido!

Bienvenido sea el querido obispo emérito de esta Diócesis, D. Damián, que, aunque lejos físicamente, ha estado siempre atento a esta Iglesia Diocesana y ha continuado sirviéndola en repetidas ocasiones y con diversos motivos. ¡Sea bienvenido!

Bienvenido sea el Sr. Arzobispo emérito de Zaragoza, hombre de estas tierras y de esta Iglesia, que también fue ordenado como obispo entre nosotros aunque no para esta Diócesis. Y que también tuvo la amabilidad de acompañarme, el pasado domingo, en la Eucaristía. Miembro ya del club de eméritos al que yo perteneceré al concluirse esta celebración, nos sentimos todos especialmente vinculados a él y le brindamos el mejor saludo y la más cordial bienvenida.

Bienvenido sea el Sr. Obispo de la Diócesis hermana de Canarias, Mons. Echarren, a la espera ya, también, de su futura jubilación, por razones de edad, y con el cual he tenido la alegría de trabajar conjuntamente al servicio de nuestras Iglesias.

Bienvenido sea el Sr. Nuncio de S S, Mons. Manuel Monteiro,  Obispo ordenante principal, cuya presencia aquí nos permite a los diocesanos todos gustar y explicitar públicamente nuestra plena comunión con el Obispo de Roma, el sucesor de Pedro, Benedicto XVI, a quien queremos hacer llegar nuestros firmes sentimientos de filial adhesión.

 

Bienvenidos seáis tantísimos sacerdotes de esta Diócesis, que con vuestra presencia queréis manifestar ya vuestra sincera actitud de cooperación con el que hoy va a nacer, delante de vuestros ojos, como vuestro nuevo Obispo. Bienvenidos seáis cuantos sacerdotes provenís de otras iglesia diocesanas con el mismo espíritu de dócil cooperación con vuestros propios pastores.

Bienvenidos seáis los seminaristas del Seminario Mayor y Menor, que tantas alegrías habéis dado y que, si Dios quiere, seguiréis dando, con la cooperación de no pocos, a toda la Iglesia Diocesana.

 

Bienvenidas sean la Autoridades Civiles y Militares, aquí presentes.

Bienvenido, Sr. Presidente del Gobierno de Canarias.

Bienvenido, Sr. Presidente del Parlamento de Canarias.

Bienvenidos, Sres. Diputados y Senadores.

Bienvenido, Sr. Delegado del Gobierno de España en Canarias

Bienvenido, Sr. Subdelegado del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife.

Bienvenidos,  Sres. Presidentes de los Cabildos Insulares de Tenerife, La Palma, Gomera y Hierro.

Bienvenida,  Sr. Alcaldesa y bienvenidos seáis todos y cada uno de los miembros de la Corporación Municipal del Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna.

Bienvenidos, señores Alcaldes aquí presentes.

Bienvenido Sr. Rector de la Universidad de La Laguna, con la que tan importantes relaciones ha tenido nuestra Iglesia Diocesana, relaciones que todavía pueden crecer en el futuro.

Bienvenido, Sr. General Jefe Supremo del Mando de Canarias con los cooperadores, que aquí le acompañan y quienes, según la enseñanza de la Iglesia, son instrumentos de seguridad, libertad y paz al servicio de la Patria.

Bienvenido Sr. Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que tan alta misión tiene encargada al servicio de la sociedad.

Bienvenido Sr. Decano del Honorable Cuerpo Consular, que tanto bien hacen con tan poco ruido.

Vuestra presencia aquí, la de tantas y tan distinguidas Autoridades Civiles y Militares, nos está diciendo la alta valoración, que por encima de cualquier viento contrario, os merece la misión del Obispo no sólo en la Iglesia sino en la misma sociedad. Y nos habla, por eso mismo, de vuestra disponibilidad para cooperar, desde la independencia y la autonomía, que son propias del orden civil, con la Iglesia Católica, igualmente independiente y autónoma en su propia misión.

Bienvenidos seáis religiosos y religiosas, que tanto bien hacéis siempre con vuestra vida y vuestras obras al servicio de la Iglesia y de la misma sociedad. Y bienvenidos seáis tantísimos fieles cristianos que, movidos por la sola fe, abarrotáis este templo catedralicio y que habéis llenado también el espacio exterior, preparado para esta celebración. Bienvenidos seáis conjuntamente con quienes siguen esta celebración por cualquier medio de Comunicación  Social, Radio o Televisión. Que todos os sintáis aquí en vuestra casa, en esta familia de los hijos de Dios que es la Iglesia, que hoy nos acoge a todos, como madre nuestra que es, y nos brinda la oportunidad de ver nacer como obispo a un hijo de sus entrañas.

Bienvenidos seáis todos, pues,  a esta celebración.

 

Y a ti, amigo Bernardo, no voy a decirte nada de particular. Solamente quiero subrayar el hecho de que vas a nacer como Obispo en un templo parroquial, porque el templo catedralicio está en obras y pendiente de obras. Lo cual, si por una parte, me genera una cierta inquietud y un cierto sentimiento de pena, por otra, me parece un precioso símbolo de lo que es la Iglesia y del trabajo que a ti te espera en ella. En efecto, parafraseando algunas palabras de Pablo VI, la Iglesia está siempre haciéndose y siempre por hacer,  siempre construyéndose y siempre por construir, siempre restaurándose y siempre por restaurar, y a ti te corresponderá, como instrumento del Señor, seguir haciendo, seguir construyendo y seguir restaurando esta Iglesia Diocesana, que se esparce en las numerosas comunidades parroquiales que conforman nuestra Diócesis. Con Pablo VI también nosotros podemos decir hoy: «¡La Iglesia está viva hoy más que nunca!  Pero, considerándolo bien, parece que está todavía por hacer; el trabajo comienza hoy y nunca acaba».

Para ese trabajo, amigo Bernardo, necesitas recibir una efusión especial del Espíritu Santo,  que hoy se te va a regalar por medio de la imposición de manos de los obispos aquí presentes y la oración de toda la comunidad. Y quizá sea este el momento de decir a todos que estamos convocados aquí, especialmente, para orar y pedir a Dios Padre y a su Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que hagan descender abundantemente su Espíritu sobre este presbítero que delante de nuestros ojos va a nacer como pastor de la Iglesia.

A la intercesión y al cuidado maternal de Santa María, a quien tú te dispones a venerar no sólo bajo las advocaciones de las Patronas de estas Islas sino con el nombre, tan hermoso y tan jugosamente comentado por mi antecesor,  Mons. Damián Iguacen Borau, de Ntra. Señora del Buen Consejo, te encomiendo y te encomendamos todos esta tarde.

 

Con la famosa y conocida bendición de San Francisco de Asís, quiero que mis últimas palabras oficiales como Administrador Apostólico de esta Diócesis sean las siguientes: 

«El Señor te bendiga y te guarde,

Te muestre su rostro y tenga misericordia de ti.

Te dirija su mirada y te dé la paz.

El Señor te bendiga». Amén

 

 

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