D. CARLOS AMIGO. DÍA DEL SEMINARIO

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POR CRISTO Y POR LOS DEMÁS, HAZTE CURA

 

«Benedicto XVI, en Colonia, animaba a los jóvenes a emprender un camino muy peculiar. Una peregrinación interior capaz de transformar la vida.

 

                Ese camino no puede ser otro que el de la identificación completa con Cristo. Nada hay que anteponer al amor de Cristo. Él tiene que ser el primero en todas y cada una de las opciones, tanto como personas que como cristianos. Contemplar a Cristo es ver el rostro de Dios en figura humana.

 

                Esta carta pastoral, en el día del Seminario, está particularmente dedicada y dirigida a los jóvenes, pero para que sea leída y reflexionada por todos.

 

¡Quiero vivir!

 

                Es un deseo tan legítimo como imprescindible. Y, si se quiere ser en verdad cristiano, habrá que tener en cuenta que solamente Cristo es el manantial y la cumbre de la vida cristiana.

 

                Necesitamos que alguien nos ayude a conocer, a seguir, amar, a tener los mismos sentimientos de Aquel que no vino a ser servido sino a servir, con entera dedicación, con el mayor de los desprendimientos y la más sacrificada generosidad.

 

                El secreto, para seguir ese camino y fuente de vida que es Cristo, como dice el Papa a los jóvenes, no es que ofrecerle vuestra libertad, vuestra oración y vuestro afecto más profundo y así encontrar el lugar de lo verdadero, de la justicia y del amor.

 

Cristo te necesita…

 

                «Por Cristo y por los demás, hazte cura». Con esta imperiosa invitación se presenta este año la campaña del día del Seminario. Cristo, la Iglesia, la sociedad te necesita. Y por muchos motivos. Se requieren sembradores de la palabra de Dios, ministros de los sacramentos y de la Eucaristía, servidores de la caridad… Pastores, en fin, que cuiden y guíen la comunidad cristiana.

                Así que, y seguimos al papa: abre tu corazón a Dios y déjate sorprender por Cristo. Dale el derecho de hablarte. Abre las puertas de tu libertad a su amor misericordioso. Deja que ilumine con su luz tu mente y acaricie con su gracia tu corazón. Haz «la experiencia liberadora de la Iglesia como lugar de la misericordia y de la ternura de Dios para con los hombres» (Colonia 18-8-05). Solamente de esta manera, tan sincera como decidida, vas a comprender la propia vocación y encontrarás tu propio camino.

 

… y tus hermanos también

 

                Quien ha escuchado a Cristo, enseguida va a oír la voz de esas gentes, que necesitan la ayuda de aquellos servidores fieles que entregan su vida al servicio de Cristo, de la Iglesia, del mundo.

 

                Si Cristo te necesita, él te dará la fuerza para seguir adelante y realizar plenamente una vocación sacerdotal. ¡Ayudaos mutuamente, que se es como vais a ser de verdad cristianos! como dice San Pablo.

 

                La disponibilidad tiene que ir unida a la modestia, a una sencilla humildad que sabe muy bien que oficio tan admirable, como es el de ser sacerdote, solamente se puede desempeñar dignamente con la gracia y la ayuda de Dios. Que por otra parte, nunca ha de faltar a quien sinceramente se la pide.

 

                Dice el Santo Padre, «la gente, seguimos al Papa, da la impresión de no necesitar de nosotros; parece inútil todo lo que hacemos. Y, sin embargo, la palabra del Señor nos enseña que sólo esta semilla transforma siempre de nuevo la tierra y la abre a la verdadera vida» (Aosta 25-7-05).

 

                Si Cristo te necesita, no es debido a que haya pocos sacerdotes, sino porque quiere hacer contigo algo grande y distinto de cuanto puedes pensar. Solamente hace falta que aceptes su llamada y vivir con sus mismos sentimientos. Llénate de confianza, pues será el mismo Cristo tu inseparable compañero de camino.

 

                Puede ser que el miedo a lo desconocido te acobarde. Escucha lo que dice el Papa: ¿Acaso no tenemos todos de algún modo miedo ‑ si dejamos entrar a Cristo totalmente dentro de nosotros, si nos abrimos totalmente a él ‑, miedo de que él pueda quitarnos algo de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos miedo de renunciar a algo grande, único, que hace la vida más bella? ¿No corremos el riesgo de encontrarnos luego en la angustia y vernos privados de la libertad? Y todavía el Papa quería decir: ¡no! quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada ‑ absolutamente nada ‑ de lo que hace la vida libre, bella y grande… ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida» (Roma 24-4-05).

 

Responsabilidad de todos

 

                Aunque esta carta pastoral puede estar dirigida a los jóvenes, es para que todos la leamos y, en alguna forma, nos sintamos implicados y con no poca responsabilidad, en lo que a las vocaciones sacerdotales se refiere.

 

                De una manera más directa y particular, el tema de las vocaciones está estrechamente unido a la familia. Los padres y los hermanos son los que tienen que ayudar a Dios a que su voz se escucha y con generosidad se siga.

 

                La comunidad cristiana, la parroquia, debe pedir por las vocaciones sacerdotales y buscar, de alguna manera, a los que han de ser los pastores que esa misma comunidad necesita.

 

                Y los sacerdotes, que han de «manifestar su alegría de haber sido llamados por el Señor». «Los jóvenes no buscan una Iglesia juvenil, sino joven de espíritu; una Iglesia en la que se transparenta Cristo, Hombre nuevo».

 

                Como todos los años, en el día del Seminario, queremos recordar esta grata responsabilidad de promover y cuidar de las vocaciones sacerdotales. Esperamos la oración y la ayuda de todos.

 

                A María, Madre de la Iglesia, y a su esposo San José, les pedimos que presenten a su hijo nuestra oración y nuestra súplica.

    

                                                                      + Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

                                                                                  Arzobispo de Sevilla

  

Sevilla, marzo 2006

 

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