ESTAD ALEGRES
Carta Pastoral Navidad 2005
Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y miembros todos de la Diócesis de Málaga: “estad alegres; que vuestra bondad sea conocida de todos, porque el Señor está cerca.” Estas palabras de San Pablo a los cristianos de Filipo expresan admirablemente mis sentimientos y deseos para todos ante la próxima celebración de Navidad, pues dicha efemérides no sólo nos recuerda el acontecimiento más importante de la historia, sino el fundamento principal y primero de nuestra fe. Nos preparamos a celebrar que el Hijo unigénito de Dios nació en Belén para compartir nuestra condición humana y hacernos partícipes de su condición divina. Por eso es natural que estemos alegres y contagiemos a todos nuestra gratitud, nuestra alegría y nuestra fe.
Al hacerse hombre, aceptó el riesgo de que muchas personas no reconocieran su identidad más profunda y pasaran de largo junto a Él. Es lo que sucede también hoy con los que han convertido estas fechas en una ocasión más para sus negocios y su evasión. En lugar de quejarnos y dejarnos arrastrar, los cristianos tenemos que aprovechar todo lo bueno que tiene el sentido de la fiesta y de la familia, mientras hundimos las raíces en el misterio profundo del nacimiento del Señor. Es algo que se tiene que notar en nuestra alegría serena, en nuestra apuesta por el hombre y en nuestra bondad humilde.
Lejos de ser ocasión para el desaliento o para malgastar energías en la crítica de lo que hacen los demás, la Navidad ha de ser un tiempo propicio para la contemplación, la conversión y la gratitud, porque el Señor en persona viene a buscarnos. Dejad que el asombro emocionado inunde vuestro corazón y broten de él la oración de alabanza y de gratitud ante la cercanía sorprendente de Dios.
Y al adorar al mismo Dios en la persona de un niño pobre que nace al margen de los hogares habituales, no olvidéis lo que nos dijo Jesucristo sobre su presencia en los marginados y los pobres, porque Él nos sigue esperando en la soledad de los mayores, en el frío de los que no tienen casa y viven hacinados, en el sufrimiento de las personas maltratadas y en la desesperanza de los que han perdido las ganas de vivir.
Os invito a pedir al Señor que reavive nuestra esperanza y nos conceda los ojos de la fe para abrir el espíritu a los dones de la paz, la gratitud, el amor y la alegría, pues está cerca y vamos a celebrar su nacimiento en Belén. Que San Juan no tenga que decir de nosotros aquello de que “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, sino que nos contemos entre los que le reciben y acogen la gracia maravillosa de convertirse en hijos de Dios.
Es lo que os deseo a todos, junto con las comunidades a las que servís y con las personas que comparten vuestra vida diaria. Confío en que también vosotros recéis por mí, a quien Dios llamó un día para que os presidiera en la caridad.
+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga