EL AMOR A LA IGLESIA EN TIEMPOS DE INCLEMENCIA
Hoy, al dirigirme a los católicos de Málaga, soy muy consciente de que vivimos tiempos de inclemencia. Ser católico y declararse un miembro fiel de la Iglesia suscita comentarios y miradas que oscilan entre compasión, la ironía y la sorpresa. ¿Cómo es posible, piensan algunos, seguir confiando en la Iglesia en pleno siglo XXI? Porque la imagen pública de la Iglesia está deteriorada en nuestro mundo secularizado, no sólo por sus pecados reales, que los tiene, sino porque sólo se suele contar lo que hace mal y lo que provoca escándalo. Cuando se habla de ella, es francamente raro que se proclame la labor impresionante que realizan las cáritas parroquiales, el trabajo abnegado con los enfermos que llevan a cabo los miembros de pastoral, el servicio a los inmigrantes, la dedicación generosa de los catequistas, el compromiso público de los que militan en movimientos apostólicos…
Al celebrar hoy, 13 de Noviembre, el Día de
Nos estamos acercando a la autofinanciación económica, pues las comunidades y los católicos de Málaga aportáis ya en torno al ochenta por ciento de los presupuestos diocesanos. El año pasado, se destinó un tercio de ellos (unos 900 millones de pesetas) a construir nuevos templos y a rehabilitar complejos parroquiales antiguos. En torno a otro tercio, (casi 940 millones de pesetas) se destinó a pagar al personal: seglares y sacerdotes. Y una parte sustanciosa del tercio restante se dedicó a obras sociales y a la ayuda al Tercer Mundo. Lo podréis consultar y conocer con más detalle en el número del Boletín, en el que se harán públicas las cuentas de dicho año.
A pesar de la secularización creciente de la sociedad española, se constata que la conciencia se ser Iglesia y la alegría de la fe van en aumento entre los miembros de las comunidades cristianas. Éstas se muestran más responsables y más vivas, seguramente porque somos los seguidores del Crucificado y las dificultades fortalecen nuestro temple creyente y apostólico. Hoy os invito a analizar en familia si pensáis que también vuestra aportación económica a vuestra Iglesia es la que corresponde a vuestras posibilidades, a profundizar en vuestra vida de fe y en vuestro trabajo misionero, a dar razón de vuestra esperanza y, en una palabra, a acrecentar vuestro amor a la Iglesia en estos tiempos de particular inclemencia.
+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga