Por su actualidad e interés, publicamos el texto íntegro del comentario semanal del Obispo de Asidonia – Jerez, D. Juan del Río.
El fraude social de una ley injusta.
El debate sobre el Proyecto de Ley de modificación del Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, está plagado de falsedades y demagogias, de tal manera que parece que lo único buscado es que la ley salga a toda costa, sin atender a los organismos consultados y sin dialogar con gran parte de la sociedad que está denunciando que esa ley es manifiestamente injusta. Sin embargo, el cinismo y la arrogancia parecen dirigir los debates; por eso es conveniente desenmascarar algunas de sus mentiras:
1º. Se parte de una falacia: “las personas del mismo sexo tienen “derecho” al matrimonio y quien no lo acepta es homófobo y continúa discriminando a los homosexuales”. La mentira aquí es que la legislación civil no funda el matrimonio, sino que se limita a reconocer y otorgar efectos jurídicos a una institución anterior al Estado y fundante del mismo. El matrimonio, por encima de las creencias, es una institución de orden natural, no simplemente cultural, que está en la conciencia colectiva de todos los pueblos, y que es experimentada y reconocida como la unión pública y estable entre un hombre y una mujer, llamada a la comunicación de amor, la colaboración de vida y a la generación y educación de los hijos Defender esto es situarse en una sana “ecología humana, social y de progreso”, que no va contra nadie. Se puede reprobar y combatir la homofobia sin llamar matrimonio a la unión homosexual. Se puede tener respeto a las decisiones personales sobre la vida amorosa y sexual, así como al reconocimiento de los derechos civiles de estas uniones, y no estar a favor de equipararlas al matrimonio, porque esta equiparación es opuesta a un bien superior que es el futuro de la humanidad.
2º. La segunda mentira deliberada es decir que “la Iglesia Católica quiere imponer su moral” en este debate. Este soniquete demagógico, viejo de más de un siglo, es muy utilizado por los laicistas en su aversión hacia la cultura católica. Sin embargo, hay que decir claro que la oposición a las modificaciones del Código no es una “manía” de los católicos españoles: las principales confesiones religiosas de España se han unido para pedir al parlamento que no modifique la regulación jurídica del matrimonio. En el comunicado conjunto del pasado 20 de abril se decía: el matrimonio monógamo heterosexual (…) es una institución fundamental en la historia de las sociedades de nuestro entorno cultural (…) que los derechos que se quieran o deban reconocer a otro tipo de uniones (…) no deberían afectar a la esencia e identidad del matrimonio. Por lo tanto, no sólo la Iglesia Católica, sino también las otras creencias, afirman que a las personas del mismo sexo no les asiste derecho a contraer matrimonio entre ellas. El Estado no puede reconocer un derecho inexistente, a no ser que fabrique una moneda falsa actuando arbitrariamente. Además, las razones que avalan este rechazo a los matrimonios homosexuales no son sólo de orden religioso sino, sobre todo, de orden antropológico, social y jurídico que comparten muchos hombres y mujeres que no son creyentes.
3º. Otro enorme engaño es fabricar una cortina de humo para oprimir el derecho de objeción de conciencia, proclamando alegremente que: la jerarquía católica está llamando a la desobediencia civil. La objeción de conciencia es un derecho que descansa en la dignidad de la persona como ser libre y autónomo, que no puede ser obligada a adoptar comportamientos contrarios a su conciencia. Negar este derecho constituye un acto antidemocrático de grave intolerancia. La Iglesia reclama que el ordenamiento democrático respete este derecho fundamental de la libertad de conciencia y que garantice su ejercicio sin presiones de ningún tipo. Pedir eso, no es ir contra nadie sino proclamar el Evangelio de la vida y de la familia y, por lo tanto, defender la verdad y el bien de cada persona y el porvenir de la sociedad.
+ Juan del Río Martín
Obispo de Jerez