Visita Pastoral a la Parroquia de Virgen Milagrosa y San Dámaso (Málaga)

Diócesis de Málaga
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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la visita pastoral a la Parroquia de Virgen Milagrosa y San Dámaso el 5 de febrero de 2012.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE LA MILAGROSA Y SAN DÁMASO

(Málaga, 5 febrero 2012)

Lecturas: Jb 7, 1-4.6-7; Sal 146; 1 Co 9, 16-19.22-23; Mc 1, 29-39.

(Domingo quinto del Tiempo Ordinario)

Servir, curar y evangelizar

1. Servir

1.- Un saludo fraternal a D. José Ferrary, el párroco; al Arcipreste, D. Antonio-Eloy Madueño, que también se une en esta celebración y a los diáconos y ministros del altar.

A todos vosotros, queridos fieles de la parroquia de Virgen Milagrosa y San Dámaso Papa, en esta celebración que culmina la Visita Pastoral, felicitaros porque en este encuentro he podido constatar una parroquia viva, que celebra la fe y que quiere ser testigo del Evangelio que Jesucristo nos ofrece porque es Él mismo el Evangelio.

Quisiera en tres palabras sintetizar algunas ideas de las lecturas de hoy. Las palabras son: servir, curar y evangelizar.

2.- El Señor hoy nos ha ofrecido en esta liturgia tres lecturas que las tres tienen un denominador común: el servicio.

Job dentro de su situación difícil: una enfermedad, pierde todos sus bienes, está llagado desde la punta de la cabeza hasta los pies, está en una situación en la que cualquiera estaríamos desesperados y Job se pregunta y dice: “¿Qué es la vida del hombre?” «¿No es un servicio lo que hace el hombre en la tierra? ¿No son jornadas de mercenario sus jornadas?» (Job 7, 1). Job concibe que la vida del hombre es una tarea, es un trabajo, es un servicio y lo ve incluso desde la enfermedad. Nos podría ayudar esto en los momentos difíciles de nuestra vida o cuando tenemos que afrontar dificultades serias.

San Pablo dice en la carta a los Corintios: «Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber (servicio) que me incumbe» (1 Co 9, 16). «Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa (sería un trabajo remunerado). Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado» (1 Co 9, 17). Acepto ese servicio al Evangelio.

En el Evangelio hemos escuchado que «la suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella a Jesús» (Mc 1, 30). Entonces, Jesús «se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles» (Mc 1, 31). Fijaros bien, dice que “ella se puso a servirles”. El servicio, en el sentido que dice a san Marcos, el servicio a Jesús y a sus discípulos es una manera de seguir a Jesús. Servir a Jesús es seguir a Jesús.

Esta comunidad, dentro del primer término, tiene que contemplar cuáles son las actitudes de Jesús y de María, también, que es vuestro titular. Jesús dijo al Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad” (cf. Mt 26, 42). Y María dijo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Son dos formas de servir y el cristiano tenemos que imitar a Jesús, a María, a Pablo para saber servir siguiendo al Señor. Esa es la primera invitación que nos hacen las lecturas.

3.- Queridos niños, ¿cómo pensáis que podéis servir al Señor, que es seguirle? Ahora os toca aprender cómo es Jesús, para conocerle más y para amarle. Haciendo eso ya lo estáis siguiendo y sirviendo.

A los adultos nos pide algo más el Señor. Cada uno que se pregunte: ¿cómo estoy sirviendo a la comunidad parroquial que es a Jesús y a Dios en definitiva? ¿Y cómo sigo yo a Jesús?

2. Curar-Salvar

4.- Dice el Evangelio de Marcos: «Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados» (Mc 1, 32); «Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían» (Mc 1, 34).

Jesús es mucho más que un simple profeta; Jesús es el hombre para los demás; Jesús vence el mal y es capaz de curar de las enfermedades. Más aún, Jesús es capaz de curar la enfermedad peor que tiene el hombre: el pecado. Jesús cura a cojos, lisiados, enfermos, paralíticos, leprosos, hasta resucita muertos. Pero todas esas acciones de curación o de milagro están indicando que su poder es más fuerte aún. Es capaz de salvarnos, de perdonarnos nuestros pecados.

¿Recordáis ese pasaje del Evangelio en el que le traen a un paralítico? Jesús le dice: perdonados te son tus pecados. Y los escribas y fariseos que no se fiaban de Él y que estaban siempre al asecho para ver cómo lo cazaban se preguntaban quién era él para perdonar los pecados; pensaban que era un blasfemo que merecía la muerte por decir esas cosas. Y Jesús, que conocía bien lo que estaban pensando, les dice: «¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?» (Mc 2, 9).

Vosotros, ¿qué pensáis que es más fácil? (Responden: perdonar los pecados). Sería más fácil hacer que anduviera, pues un hombre no puede perdonar los pecados, sólo perdona los pecados Dios.

Pues para demostrarles que Jesús tiene la fuerza y el poder de perdonar los pecados le dice al paralítico: «Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”» (Mc 2, 11); y lo curó, queriendo decir a los que no se lo creían que Él puede curar, pero puede hacer más aún, puede sanar el alma.

5.- Cristo aparece como nuestro médico. Cristo nos es presentado por Marcos como el médico que sana las dolencias de todo tipo del género humano. Es, por tanto, la respuesta de Dios al mal que padece la humanidad. El origen del mal es el pecado, la enfermedad es una simple consecuencia y la muerte temporal, terrenal también.

Qué es mejor: ¿atacar los síntomas de una enfermedad, o curar de raíz la causa de la enfermedad? ¡Naturalmente, curar la raíz de la enfermedad! A veces la medicina simplemente lo que hace es aliviar los síntomas, pero no cura la raíz de la enfermedad.

Cristo va a la raíz. Cristo es capaz de curar la raíz del mal del hombre; por tanto, podemos fiarnos de Él.

6.- Los seguidores de Jesús también tenemos la misión de curar. Nosotros somos seguidores de Jesús. Si Jesús es capaz de curar, porque el Padre le envía a curar a la humanidad, a salvarla, sus seguidores nos acercamos a él con esta confianza: él puede y quiere curarnos también a nosotros.

Pero, además, la fuerza sanadora de Jesús la tenemos también los cristianos. Antes de la Misa he ido al confesionario y en nombre de Jesús he perdonado los pecados de los que han venido a confesarse. Esa sanación es más fuerte que cualquier enfermedad. La Iglesia ha recibido de Jesús ese poder; por eso lo he ejercido hoy. La Iglesia tiene el poder de Jesús de curar al hombre en la raíz del mal. Los que necesitan esa curación pueden acercarse a la parroquia, a la Iglesia, y nosotros podemos decirles: “Cristo te puede sanar de raíz. Puede curar el peor mal que tienes que es el pecado.”

7.- Las otras enfermedades por las que tenemos que pasar necesariamente el Señor nos da fuerza para superarlas, unas incluso son curadas por la fe. Hay gente que sana por la fe. Tiene tanta fe en Cristo que es capaz de curar incluso la enfermedad física. Pero si no le curara Dios, al menos le da la fuerza para llevar con paciencia y elegancia la enfermedad. ¡Cuántos cristianos conocemos que viven alegres en una enfermedad incurable! Otros, en su caso, piden la muerte, la mal llamada “eutanasia”; porque la muerte es siempre muerte, no es una buena muerte. El cristiano nunca puede estar a favor de la mal llamada “eutanasia”; el cristiano no debe decidir cuándo tiene que morir, porque nuestra vida está en manos de Dios. Sin embargo, la sociedad hace leyes que permiten matar un ser humano sin penalización.

Hay que decirles: “La Iglesia puede curarte o puede darte la fuerza para superar esa enfermedad”. Se puede tener la capacidad de estar con una enfermedad incurable hasta que el Señor quiera y hasta que el Señor te lleve. Este es un tema muy candente en nuestra sociedad. ¿Qué hacemos los cristianos? Ofrezcamos esa fuerza que tenemos, la fuerza de la fe, de Jesucristo y de los sacramentos.

3. Evangelizar

8.- San Pablo nos ha dicho en su carta. «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16). Sabe que es una tarea que tiene. Él sí que ha cumplido su misión de evangelización; ha recorrido miles de kilómetros con las limitaciones propias de su tiempo. No me explico la cantidad de viajes que hizo y cómo pudo hacerlo con las dificultades y las limitaciones de entonces.

Recorrer hoy los viajes de san Pablo en avión o en coche lo podemos hacer fácilmente; pero él lo hizo entonces pasando naufragios y todo tipo de calamidades. Si un servidor hubiera naufragado en el mar como san Pablo, seguro que me quedo congelado. También soportó otros muchos peligros: enfermedades, bandoleros que les asaltaban y le daba palizas. Y Pablo evangelizó: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16).

9.- El Evangelio de hoy nos ha relatado que Jesús «de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1, 35). Cuando sus discípulos fueron en su busca, les invitó a evangelizar: «Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios» (Mc 1, 39).

«¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16). ¡Ay de nosotros, comunidad parroquial, si no anunciamos a Cristo! Y no sólo a las generaciones pequeñas, a los niños, a los jóvenes, también a los adultos.

¿Cómo tendríamos que hacer para anunciar el Evangelio a las personas adultas de nuestra demarcación parroquial? No es fácil, pero tenemos que inventar algo; tenemos que ser consecuentes con el Evangelio. Una comunidad que vive la fe no puede quedársela para sí; tiene que anunciarla, tiene que anunciar a Jesucristo como Señor, como Salvador, como el que nos cura, como el que nos redime. Es el gran don que tenemos los cristianos, no podemos callárnoslo.

La evangelización, además, es liberadora, como lo fue la palabra de Jesús. El evangelio es siempre buena noticia, aunque haya reticencias de quien lo escuche, y, por tanto, ha de tener actualidad. Predicar no es decir en cualquier lugar una verdad cualquiera, sino decir la verdad que hay que decir aquí y ahora. Predicar es anunciar a Jesucristo que es la Verdad, el Libertador, el Bien. Por tanto, no anunciamos cosas, contenidos; anunciamos a una persona como hacía Pablo. Os anuncio, os predico a Jesucristo que es el que te puede salvar y el que ha dado la vida por ti.

Predicar el Evangelio es también misión primordial de la Iglesia. Una misión difícil; de ella dan testimonios San Pablo y todos los profetas.

10.- En esta Visita pastoral quiero felicitaros por vuestra vida de fe, por vuestro trabajo eclesial, por vivir fraternalmente en comunidad. Deseo animaros a que seáis una comunidad evangelizadora, servidora, que ofrezca la curación de los males morales a los demás. Y también que profundicéis, como cristianos de una misma comunidad, en la vivencia de la fe; que cuidéis, como ya lo hacéis, las celebraciones sacramentales, la liturgia, el canto a Dios.

La dimensión litúrgica es esencial, porque en ella nos habla el Señor. En los sacramentos recibimos la salvación de Dios, la gracia, el perdón, el alimento eucarístico. Es importantísima la liturgia. Un cristiano que no celebre la liturgia eucarística no puede llamarse cristiano. Los primeros cristianos decían que sin el domingo no podían vivir. Es decir, sin la Eucaristía dominical no es vida y no podemos vivir.

Que no haya ningún cristiano, que se precie de serlo, que no celebre la Eucaristía dominical y que no pida la salvación y la curación a través del sacramento de la confesión; lo necesitamos todos.

Y cuidad también la dimensión de amor al prójimo, como soléis hacerlo. Esta comunidad cristiana tiene muy desarrollada la dimensión caritativa-social; seguid haciéndolo así. Esa dimensión es expresión del amor de Dios al prójimo, que se hace a través de nosotros.

Tened en cuenta los diferentes representantes de los grupos de toda la comunidad. No podemos desarrollar sólo una dimensión descuidando otras. El anuncio, la celebración, la liturgia, la vida moral, la oración, la dimensión caritativa-social: todo eso forma parte de la vida del cristiano de manera armónica, completa y total.

Vamos a pedirle a la Virgen, bajo la advocación de “Virgen Milagrosa”, que nos ayude a conocer mejor a Jesucristo. Y también pedimos la protección de San Dámaso, un gran papa en tiempos muy difíciles de persecución, que supo ser un buen cristiano y dar testimonio de su fe.

A ellos le pedimos su intercesión y que nos sigan acompañando en nuestro camino de fe, de esperanza cristiana y de amor. Amén.

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