Visita pastoral a la parroquia de San Juan de Dios (Estación de Cortes)

Diócesis de Málaga
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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la visita pastoral a la parroquia de San Juan de Dios (Estación de Cortes) celebrada el 28 de abril de 2013.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE SAN JUAN DE DIOS

(Estación de Cortes, 28 abril 2013)

Lecturas: Hch 14,21b-27; Sal 144,8-9.10-13; Ap 21,1-5ª; Jn 13,31-33-35.

(Domingo Pascua V – C)

1.- Estamos en tiempo de Pascua y los textos litúrgicos de estos días nos ofrecen la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos narra cómo vivía la primera comunidad cristiana y cómo se desarrolló el inicio del cristianismo. Desde la resurrección de Jesucristo, la venida del Espíritu Santo, la predicación primera de los Apóstoles y los discípulos, y cómo fue creciendo poco a poco la comunidad cristiana.

Estos días pasados nos ofrecieron unas características de la comunidad cristiana. ¿Cómo vivían los primeros cristianos? Cómo iban a rezar, celebraban la Eucaristía, había una unión y una comunión entre ellos, partían el pan, no solamente Eucarístico, sino el pan de los bienes, y compartían lo que tenían. Y los no creyentes, los paganos, se daban cuenta y miraban cómo vivían los primeros cristianos y eso les llamaba la atención.

2.- Hoy en la lectura del Evangelio hemos escuchado la característica por la que tendrán que reconocernos los no cristianos. ¿Cuál es? ¿Habéis prestado atención al Evangelio? ¿Qué ha dicho el Señor? “Os reconocerán como discípulos míos”, dice el Señor, si ¿qué? ¿En qué condición? ¿Cómo podrán reconocernos que somos discípulos del Señor? “Si os amáis unos a otros reconocerán que sois discípulos míos” (cf. Jn 13,35).

Entonces, ¿qué debería de caracterizar a los cristianos? (Respuesta de una feligresa: el amor). El amor es muchas cosas. El amor no es sólo afecto, el amor es perdón, perdonar al otro. El amor es aceptarlo, aguantarlo, ¡qué nos cuesta aguantar! El amor es perdonar. El amor es compartir la misma fe, la Eucaristía. El amor es compartir los bienes. Estas son las características, nos dice el Señor, por las que seríamos reconocidos por los no creyentes.

3.- No sé cómo vive la comunidad cristiana de Estación de Cortes de la Frontera, la característica más importante de la fe que es el amor, tendríais que decirlo vosotros. ¿Os dais el aprobado de lo que significa y de lo que debe ser una comunidad cristiana? Y que el no creyente, el no practicante diga: “¡Vaya hombre, esta gente se quiere, esta gente se ama, esta gente se ayuda!” Y el Señor, como ha hecho con la primitiva comunidad, iría agregando nuevos fieles a la comunidad cristiana. Ahí tenemos un reto.

La Visita Pastoral sirve también para revisarnos cómo vivimos la fe, cómo la celebramos y cómo proclamamos el anuncio del Evangelio. Por tanto, os invito a que hagáis un examen de conciencia de cómo vive la comunidad la fe cristiana, de cómo vive la fe católica. En casa, en la familia, en la parroquia, fuera, en el trabajo, en las relaciones sociales, familiares, o civiles.

El Señor nos está pidiendo que la luz de la fe debe iluminar todas las dimensiones de nuestra existencia, toda la vida. A vosotros, niños, se os tiene que notar que sois cristianos en la escuela, en la calle, en el juego, sabiendo comportarnos como el Señor nos pide. Ese sería el mejor testimonio que daríamos nosotros. Ya sé que es difícil, pero estamos invitados a realizarlo así.

4.- En la lectura de hoy de los Hechos han aparecido los nombres de unas ciudades poco conocidas para nosotros, y el texto relata que Pablo, su acompañante y los discípulos fueron a esas ciudades. Hoy, esas ciudades están en el norte de Palestina. Siria, ¿habéis oído hablar de Siria? En estos días ha aparecido en las noticias porque hay guerra en Siria, pues eso es la parte norte de Palestina. Antioquía, después unas ciudades que hoy son de Turquía: Iconio, Listra.

Cuando estuve en Iconio me causó mucha impresión. En el Iconio del que hablan los Hechos de los Apóstoles, había una comunidad cristiana floreciente. Después ha venido el islam, que es posterior al cristianismo y en una población que hoy serán unas doscientas mil personas, hoy se llama Konya, en Turquía; pues bien, en esta población sólo hay tres cristianos, que son tres religiosas que no son de allí, una es italiana, otra francesa y otra no recuerdo su origen. Allí está prohibido hablar de Cristo, está prohibido hasta regalar una Biblia, ¡no pueden ni regalar una Biblia! Está prohibido, por supuesto, fuera de la casa, de la Iglesia, todo lo que sea un signo cristiano. Y hay un sacerdote religioso que cada cierto tiempo va y celebra la Eucaristía. Esto en la población que Pablo evangelizó y donde había una floreciente comunidad cristiana. Hoy se encuentra arrasada completamente la fe cristiana. Las circunstancias han sido muy complicadas, pero ha sido sobre todo por la presencia del islam, es una ciudad muy dura y muy estricta.

Nosotros no estamos así, en esa condición. A nosotros se nos permite vivir la fe, celebrar, cantar; incluso salir por la calle, y hasta hacer procesiones. Y por supuesto, en la sociedad, en el trabajo, en la familia nadie nos prohíbe celebrar la fe, tampoco aquí. ¿Cómo tendríamos nosotros que anunciar y predicar el Evangelio para que más gente conociera de verdad la fe? Es un reto que tenemos.

5.- En esta Visita Pastoral quiero expresar mi preocupación de cómo tenemos que vivir mejor la fe para que esa luz llegue a más gente. Estoy viendo, por ejemplo, que, de las personas presentes, la inmensa mayoría sois mujeres. Hay tres hombres, varones. Eso es un síntoma. Sólo hago observar y os comento lo que observo. Eso es un síntoma. Algo pasa. Ya me entendéis, ¿no? Pues los hombres han de ser evangelizados. Hay que hablarles de que la fe es vida, no es solamente cumplir o venir un rato el domingo, eso se trasparenta en toda la vida, en la familia, en la educación, en el trabajo, en todas las dimensiones, hasta en el ocio y en las actividades lúdicas.

La fe, o penetra toda la vida del hombre, o queda como una chaqueta, que me la pongo y me la quito cuando quiero, y no entra dentro, se queda en la piel, en la superficie.

Bueno, pues veo que esta comunidad cristiana tiene un par de retos fuertes: ¿Cómo transmite la fe a las nuevas generaciones y a los niños que tenemos aquí delante? Y, ¿cómo anuncia el Evangelio a las personas que viven entre vosotros? A lo mejor no hace falta hablar, sino vivir mejor la fe. Dicen que el ejemplo arrastra. La palabra puede convencer, pero el ejemplo arrastra. A lo mejor tenemos que predicar con el ejemplo.

6.- Y hay una cosa importante: la vida de fe cambia a las personas. Hemos escuchado en el libro del Apocalipsis que el Señor hace un mundo nuevo: «Mira, hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Él hace un mundo nuevo, el viejo ya ha pasado. Desde que Jesús murió en la cruz y resucitó hay una novedad importantísima. Se ha vencido a la muerte, se ha vencido el pecado.

Por tanto, no somos hombres viejos, tenemos una levadura nueva, somos hombres nuevos y esa novedad tiene que notarse. Espero que cada día, cada año que pase se note en vosotros la novedad de la vida en Cristo. La vida en Cristo es nueva, y las cosas viejas, las cosas caducas, el pecado, el egoísmo, tienen que ser limpiados y purificados.

7.- Ese es otro punto que conviene que reflexionemos. A ver, muchachos, ¿qué os parecería si estuviéramos un tiempo largo, unos meses o un año, sin lavarnos? ¿Qué pasaría? (Respuesta de los niños: ¡que oleríamos mal!). Pues necesitamos todos los días lavarnos las manos, ducharnos; o cuando se hace un deporte, o se camina, o un esfuerzo físico, ¿verdad que hay que lavarse sino no se puede convivir?

Pues a nivel espiritual lo mismo, necesitamos pedir perdón al Señor y no sólo en la Eucaristía, al comienzo de cada Misa como hacemos siempre, sino que necesitamos pedir perdón en el sacramento de la confesión; aunque no haya pecados graves. Eso es como cuando nos parece que no estamos sucios, pero agradecemos una buena ducha, un buen baño y salimos tonificados, más ligeros. Salimos más alegres después de un buen baño.

Pedir perdón de los pecados y confesarse es una fiesta de la que uno sale tonificado, sale limpio, sale transformado. Pues, éste es un punto que también tenemos que tener en cuenta en la celebración de la fe. Por supuesto, cada uno puede elegir dónde celebrar el sacramento de la confesión, donde confesarse; pero sí que es importante que lo hagamos, como nos dice la Iglesia, al menos una vez al año. No es mucho, ¿verdad? ¡Si fuera una ducha al año estábamos arreglados!

Es bueno que aprovechemos las fiestas, los momentos importantes, los acontecimientos, las celebraciones del año litúrgico para pedir perdón al Señor.

Os animo a que nos renovemos internamente también con ese regalo que el Señor nos da del perdón, además de la Eucaristía.

La participación en la Eucaristía perdona los pecados veniales, pero incluso esos pecados, por pedagogía, convienen que los confesemos en el sacramento de la penitencia.

8.- Esta Visita Pastoral quiere ser una cercanía del Obispo con vosotros. Nos hemos encontrado antes un grupo de catequistas, madres, niños de la catequesis. Hemos dialogado sobre varios temas. Pero el tema más importante es el tema de la fe, de cómo vivimos la fe y cómo la trasmitimos. Y os animo a que expliquéis bien y forméis bien a vuestros hijos sobre la vida de fe, sobre qué significa el cristianismo: o transforma la sociedad y nos transforma, o no vivimos la fe.

Cuando uno come, ¿qué suele ocurrir? Cuando uno se alimenta, ¿qué pasa? El alimento se transforma en la vida de uno. A ver, ¿vosotros por qué crecéis? (Respuesta de los niños: porque nos alimentamos). Porque lo que coméis se transforma en vosotros, hay una asimilación y vuestro cuerpo va creciendo.

Si no comierais, ¿qué pasaría? (Respuesta de los niños: que nos quedaríamos chicos). ¡Os quedaríais canijos hasta morir! Pero, ¡y si comierais, y no crecierais nada, y fuerais adelgazando cada vez más, y cada vez peor! ¿Estarían vuestros padres tranquilos? (Respuesta de los niños: ¡No!). Dirían: “¡Algo pasa, este come y no crece!

¡Y si comemos del alimento eucarístico y no crecemos! ¡Algo nos pasa! Luego si nos alimentamos con la Eucaristía hemos de crecer espiritualmente. Igual que comer y crecer. Pero hay un cambio, cuando comemos un alimento ese alimento se transforma en energía para nosotros. Cuando nos alimentamos de la Eucaristía somos nosotros los que nos transformamos en lo que Cristo quiere, nos hacemos más cristianos. No nos hacemos más lo que somos nosotros, realidad pecadora; al contrario, ese alimento lo que hace es transformarnos, ¿en qué? A imagen de Cristo.

Por tanto, hay que alimentarse, hay que lavarse y hay que vivir la fe en todas las dimensiones de la vida. La fe no se vive aquí, sólo en la Iglesia, se vive en todas las dimensiones: sociales, económicas, políticas, familiares, culturales. En todas. Y si no es así, algo nos falla.

Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a vivir como discípulos suyos. Y a la Virgen, nuestra Madre, a la Virgen Santísima que nos acompañe. Ella sí que supo hacerlo bien. Pues, que nos acompañe y que interceda por nosotros para que la fe que vivimos realmente transforme nuestra vida y con ello, nosotros también podamos transformar la sociedad. Que así sea.

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