Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación (Comares)

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Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Misa con motivo de la Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación de Comares celebrada el 20 de mayo de 2021

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN

(Comares, 20 mayo 2021)

Lecturas: Hch 22, 30; 23, 6-11; Sal 15, 1-2.5.7-11; Jn 17, 20-26.

(Tiempo Pascual – VII –B)

1.- Hemos escuchado el texto del libro de los Hechos en el que aparece Pablo ante el Sanedrín. El Sanedrín era la autoridad máxima en cada uno de los pueblos, como hoy sería el ayuntamiento. Tenía la autoridad civil y política.

Pablo, que era fariseo y, por tanto, tenía una fe estricta de sus antepasados, sabía que en ese grupo de autoridades tenían diferentes maneras de pensar, había dos grupos distintos: unos pensaban y aceptaban que podía haber resurrección, e incluso, apariciones de ángeles, este grupo eran los fariseos; y, los otros, los saduceos, que no querían saber nada de esto.

2.- Pablo sabe que lo juzgan por ser cristiano, por creer que Jesús había resucitado, que es el núcleo de su anuncio. Al llegar ante el Sanedrín desde la cárcel, dice: «Me juzgáis porque creo en la resurrección de los muertos» (cf. Hch 23, 6). Al oír esto se armó un gran revuelo porque unos estaban de acuerdo con él y el otro grupo estaba en contra. Al final, las autoridades tuvieron que sacarle para que no hubiera más contratiempos (cf. Hch 23, 10).

Fijaros cómo Pablo sabe aprovechar quién es su interlocutor para hablar de lo que él quiere. Si él conoce que hay un grupo que cree en la resurrección, pues habla de Jesús resucitado. El que no cree es problema suyo.

3.- Si recordáis, en otro pasaje de Pablo, en el Areópago de Atenas, es decir, en la plaza pública, en el lugar más concurrido donde todos acudían a vender sus productos, incluso allí acudían los filósofos y los que tenían teorías políticas y de todo tipo a exponer sus teorías; pues, en ese lugar Pablo pasa por distintos puestos y ve que hay una inscripción que dice: «Al Dios desconocido» (Hch 17, 23a). Los griegos, que eran religiosos, adoraban a distintos dioses, e incluso, habían puesto una especie de altar dedicado a un dios desconocido. Es decir, adoraban a los dioses que conocían y, por si acaso, por si había otro que existía pero que ellos desconocían, también lo adoraban.

Pablo al pasar por allí y ver ese templete con esa inscripción dice: «Vengo a hablaros de ese Dios que no conocéis» (cf. 17, 23b). Y aprovecha la cultura suya para explicarles la resurrección y presentarles al Dios cristiano. Allí ocurre lo mismo que ante el Sanedrín, le escuchan, habla de Jesús que muere en la cruz y que resucita al tercer día.

Cuando los griegos escuchan que les habla de la resurrección de un tal Jesús que ha muerto en la cruz, algunos le dicen que para escuchar la resurrección de los muertos ya le oirán otro día (cf. Hch 17, 32), porque no creían.

4.- El núcleo más importante de la predicación pública de Pablo es muy sencillo, es el kerigma: «Cristo ha muerto y ha resucitado», porque si no ha resucitado nuestra fe no tiene sentido. Si no hay resurrección de los muertos para qué vivir como vivimos. Ese es el núcleo. Y Pablo predica esto en cualquier contexto: ante el Sanedrín, en el Ágora, en la plaza pública, donde sea.

Ese es un ejemplo que nos ayuda a nosotros a ser avispados como Pablo y testigos como él: hablar de Jesús resucitado donde sea, en casa, en el trabajo, entre los amigos, donde sea.

5.- Esa es la gran noticia: Jesús ha muerto en la cruz, pero ha resucitado y estamos llamados a resucitar con Él. Eso es lo que quiere el Señor que prediquemos, hablemos, demos testimonio fuera. Yo os invito a dar ese testimonio.

La noche siguiente a la presencia de Pablo en el Sanedrín, el Señor se le apareció y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma» (Hch 23, 11). Pablo va encadenado de Jerusalén a Roma y en Roma sigue danto testimonio de lo mismo.

Estemos dónde estemos, en Comares, en Vélez, en Nerja, en Málaga, en Madrid o en París, somos cristianos, estemos donde estemos. Lo mismo que dais testimonio en Comares dadlo donde estéis.

6.- El texto del evangelio de hoy nos presenta la oración llamada «la oración sacerdotal de Jesús», que suele leerse el Jueves Santo por la noche, después de la misa, en las Horas Santas. Es una oración preciosa que Jesús hace con sus discípulos después de la Última Cena.

Fijaros lo hermoso de esta oración de Jesús que dice: «No solo por ellos ruego, –por los apóstoles, por los discípulos–, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos» (Jn 17, 20). ¡Esos somos nosotros!

¿Os habéis percatado que Jesús ha rezado por cada uno de nosotros? Jesús ha rezado al Padre por ti, por cada uno de nosotros: «ruego por los que creerán en mí a través de la palabra de los apóstoles». Nosotros creemos en Él a través de la palabra de los apóstoles. Jesús ha rezado por nosotros para que seamos fieles a Él. ¡Esto es una maravilla!

7.- ¿Cuál es el objetivo según esta oración de Jesús? «Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Jn 17, 21). Somos uno en Jesús y el Padre. ¿Nuestra comunidad parroquial, nuestro pueblo, nuestra ciudad vive realmente esa unidad de hermanos o tendríamos que pulir algunas cosas de tensiones, de comentarios, de no hablarse entre familias…?

Para que seamos uno como Jesús, el Padre y el Espíritu son uno. Eso es lo que reza Jesús por nosotros, para que seamos uno.

El objetivo de este ser uno, de la unidad, es: «para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21), para que el mundo sepa que Jesús es Hijo de Dios.

Si nuestra unión es una verdadera comunión en unidad con el Señor, con eso ya estamos dando un testimonio hacia los demás, hacia fuera. Con eso ayudamos a que los demás crean. Pero si nos ven divididos, metiendo cizaña, hablando mal unos de otros, dirán que para qué ser cristianos si somos iguales al del mundo.

Las lecturas son muy sabrosas porque son Palabra de Dios y nos ayudan a descubrir las cosas que el Señor nos pide.

8.- Hay otra idea en este evangelio es el tema del “Nombre de Jesús”. Hoy es san Bernardino de Siena, sacerdote que propagó y vivió en sí mismo la importancia del nombre de Jesús, porque se refería a la persona de Jesús.

Fijaros lo que dice Jesús a su Padre en la oración: «Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos» (Jn 17, 26).

¿Qué decimos al principio de rezar el Padrenuestro? Padre nuestro que estás en los cielos… (Continúan los fieles: santificado sea tu nombre). El nombre es la persona; seas santificado tú como persona. Si decimos: «santificado sea tu nombre» queremos alabar tu nombre, es decir, tú persona.

9.- En el caso de Jesús, cuyo nombre se lo pusieron sus padres, María y José cuando fueron a circuncidarlo le pusieron por nombre Jesús, que es como le había dicho el ángel a María (cf. Lc 1, 31). Jesús significa «Dios salva». Jesús es lo mismo que Salvador; Yeshua es «Dios salva».

Todo tiene una coherencia. Cuando recéis el Padrenuestro y digáis: «Santificado sea tu nombre», acordaos del nombre de Jesús. Acordaos que el nombre indica la persona. Nosotros hemos de dar a conocer su nombre a las naciones. Es decir, hemos de dar a conocer al Salvador o a Jesús como el salvador de los hombres. Eso es lo que nos pide el Señor.

10.- Estamos haciendo la Visita pastoral a esta comunidad parroquial de Comares en la que hemos dicho en el diálogo anterior que hemos de revisar cómo va nuestra vida, cómo celebramos nuestra fe, cómo nos formamos mejor y cómo somos buenos testigos, valientes testigos fuera.

Os felicito por mantener la fe en Comares, que no se apague. La recibisteis de vuestros antepasados y debéis transmitirla a las nuevas generaciones, a los jóvenes. No se puede apagar la fe en una comunidad como esta.

Es cierto que la población puede descender, que hay menos gente que habitualmente viene a misa o que expresa su fe de forma externa; pero hemos de promover la fe, sino se irá apagando como el fuego, que si no se reaviva se apaga y se convierte en cenizas. Procurad reavivar esa llama del amor, de la fe, de la esperanza cristiana. Eso es lo que deseo en este encuentro de Visita pastoral.

11.- Deseo felicitaros por la fe que vivís y animaros a vivirla cada día con mayor profundidad, con más alegría. Si la gente supiera la verdad de lo que es ser cristiano, de lo que es la Iglesia, se darían codazos para entrar en los templos. La pena es que ven lo más externo, ven nuestros fallos y debilidades que tenemos, pero se quedan con eso superficial. Lo más interno, lo más hermoso es la experiencia de amor.

Me gusta comparar la fe con el amor. El que vive una experiencia de amor, ya sea entre esposos, entre padres e hijos, o entre dos recién enamorados, ahí cambia la vida. El que lo ve desde fuera esa relación puede pensar: «¡Vaya dos “tortolitos”!». El que lo vive desde dentro no lo ve así. Imagino que todos habréis tenido experiencia de ese amor. ¿Qué es lo más importante? Lo que vivís dentro de vuestro corazón, que es lo que da sentido a vuestra vida y lo que da fuerza a la vida.

Le pedimos al Señor en esta eucaristía, por intercesión de la Virgen, vuestra titular, Nuestra Señora de la Encarnación, y también hoy por intercesión de san Bernardino, que nos ayuden a vivir mejor la fe con alegría, con gozo y a ser buenos testigos de la misma. Que así sea.

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