Vía Crucis en Jerusalén relatado por un malagueño

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

España es una de las naciones que más ha trabajado por el establecimiento y difusión del Via Crucis. Su representación viviente en pueblos de nuestras diócesis son una auténtica maravilla que cuenta con la participación de miles de fieles y visitantes. El ambiente en la Ciudad del Desierto, es todo lo contrario. En Jerusalén, los cristianos somos minoría (1% de la población).

Si consigues sintonizar su exquisitez, la absoluta humildad con la que Jesucristo tomó la cruz camino del Gólgota, no te fijarás en el muchacho que te empuja con su carro lleno de pan, el vendedor que querrá venderte a gritos una camiseta y mirarás con amor a la pareja que se tapa los oídos para no «contaminarse con tus rezos». En ese instante, una grúa levantará ante tus ojos la ciudad vieja del periodo turco-otomano y el reloj retrocederá en el tiempo pero las personas con las que te encuentres, no cambiarán, porque para ellos Jesús era otro condenado más, pasando por en medio de la algarabía de un zoco en vísperas de fiesta.

La Torre Antonia, y concretamente el lado oriental del Litóstrotos (enlosado), es el lugar donde se encuentran la primera y segunda estación…el Pretorio. Allí sobre esas losas de piedra caliza que estás pisando, acanalada para que no resbalaran los caballos al entrar en la fortaleza, tuvo lugar la condena de Jesús.

«De Caifás llevaron a Jesús al Pretorio» (Jn 18, 28). Es una capilla franciscana dentro de un patio tranquilo y al oeste de este suelo del que te hablo, tuvo lugar la flagelación. Arañado en el mismo contemplarás el juego del rey, un pasatiempo de los soldados similar al que probablemente usaran para jugarse su túnica al pie de la cruz. «Ecce Homo» He aquí el hombre.

I estación: Jesús es condenado a muerte

La otra capilla de este claustro del convento franciscano, conmemora a Jesús cargando su cruz. Por ello, los peregrinos por turnos, a partir de este punto solemos cargar con una cruz grande que llevamos entre varias personas, saliendo de la tranquilidad y sosiego del patio al bullicio de la Vía Dolorosa, calle transitada en este punto por tráfico rodado ya que conecta con una de las puertas de la muralla: la Puerta de los Leones o del Martirio de San Esteban. Allí nos agarramos a la cruz y damos gracias al Señor por el amor. Convencidos que todo lo bueno (nuestro trigo) lo aprendemos a lo largo de nuestra vida gracias al ejemplo de otras personas que nos amaron y nos aman mucho y bien. Como Él. Si alguna vez, entregué cariño, compasión, voluntad de hacer el bien lo hice guiado del ejemplo de alguien que me lo entregó gratuitamente. Aquí, en esta calle, donde Jesús cargó con las culpas de nuestra cizaña, liberándonos y orientándonos hacia lo único que da sentido a la vida: el amor a Dios y al prójimo. Al inicio de la Vía Dolorosa, doy gracias por todas las personas que se han cruzado en mi vida: las que han sido buenas conmigo y las que no lo han sido tanto y pido perdón por las muchas veces que no supe amar, desde la paz que me trasmite el lugar donde Él nos mostró lo importante, eso que Pilatos no supo comprender: ¿Y cuál es la verdad?

II estación: Jesús carga con la cruz

La otra capilla de este claustro del convento franciscano, conmemora a Jesús cargando su cruz. Por ello, los peregrinos por turnos, a partir de este punto solemos cargar con una cruz grande que llevamos entre varias personas, saliendo de la tranquilidad y sosiego del patio al bullicio de la Vía Dolorosa, calle transitada en este punto por tráfico rodado ya que conecta con una de las puertas de la muralla: la Puerta de los Leones o del Martirio de San Esteban. Allí nos agarramos a la cruz y damos gracias al Señor por el amor. Convencidos que todo lo bueno (nuestro trigo) lo aprendemos a lo largo de nuestra vida gracias al ejemplo de otras personas que nos amaron y nos aman mucho y bien. Como Él. Si alguna vez, entregué cariño, compasión, voluntad de hacer el bien lo hice guiado del ejemplo de alguien que me lo entregó gratuitamente. Aquí, en esta calle, donde Jesús cargó con las culpas de nuestra cizaña, liberándonos y orientándonos hacia lo único que da sentido a la vida: el amor a Dios y al prójimo. Al inicio de la Vía Dolorosa, doy gracias por todas las personas que se han cruzado en mi vida: las que han sido buenas conmigo y las que no lo han sido tanto y pido perdón por las muchas veces que no supe amar, desde la paz que me trasmite el lugar donde Él nos mostró lo importante, eso que Pilatos no supo comprender: ¿Y cuál es la verdad?

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