Publicado: 04/06/2025: 35
<!–
–>
Presidiendo el Museo Catedralicio, sorprende, y mucho más impone, la enorme mole del trono episcopal que se construyó para el pontificado del que fuera obispo de Málaga, Balbino Santos Olivera, entre 1935 y 1946. Realizado en el taller granadino de José Navas Parejo, es, en la práctica, un retablo coronado por un dosel y con la silla, o propiamente la sede, encastrada en el conjunto.
Tallado por entero en madera, policromada y dorada en sus adornos y figuraciones, exhibe el escudo propio del prelado y dos paneles que muestran a los apóstoles Tomás y Bartolomé, blandiendo respectivamente sus atributos martiriales: la lanza y el cuchillo de desuello. Lo más lógico es pensar que la presencia de los dos santos en este mueble responde a motivaciones personales o devocionales del obispo, aunque desconozcamos cuáles.
Este trono estuvo colocado en el lado del Evangelio del presbiterio de la Catedral, como el asiento eminente que es, haciendo resaltar la presidencia del obispo dentro de la comunidad diocesana y el sitio desde donde imparte la doctrina y confiere los sacramentos. Constituye un símbolo permanente de su magisterio (por lo que debe ser inamovible según recomienda el Ceremonial) y su uso es remotísimo en la historia de la Iglesia, ya que existen testimonios de cómo en las asambleas de los primeros cristianos se reservaban sillas o faldistorios similares a las que usaban magistrados y senadores, para los pastores al frente de la grey.
Trasladado este trono en la etapa postconciliar, por considerarlo demasiado ostentoso, desde entonces no se ha encontrado una solución idónea y estable para sustituirlo.