Un monumental homenaje a la Inmaculada

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

En la malagueña plaza de Capuchinos se alza un monumento a la Inmaculada Concepción cuya historia hunde sus raíces en el año 1921 y la Venerable Orden tercera de San Francisco. El primer párroco de la Divina Pastora, D. Juan Estrada Castro, escribía en 1972 la historia de tan monumental imagen mariana, que recordamos a pocos días de su fiesta. 

«En el año 1921 celebraban los terciarios el VII centenario de su fundación. Para celebrar tal acontecimiento, ningún otro homenaje podía ser más grato al Serafín de Asís que el tributado al amor de sus amores: la Inmaculada Concepción», se puede leer en la obra “La Divina Pastora y el barrio de Capuchinos”, de D. Juan Estrada. 

El 4 de octubre, fiesta de san Francisco, fue el día señalado para la inauguración del monumento. El entonces párroco de la Divina Pastora recuerda en su obra que san Manuel González, entonces obispo de Málaga, presidió aquella mañana el solemne pontifical, en la iglesia de Capuchinos y, después se trasladó al monumento, lo bendijo y pronunció las siguientes palabras: «Tiene Málaga una nueva vecina, y ojalá el pueblo malagueño la atienda y cuide, de suerte que jamás caiga del pedestal en que hoy la coloca. Una nueva vecina que nada exige, sino un poco de amor, y ofrece en cambio beneficios sin cuento que derramará a manos llenas sobre los hijos que señorea desde esta altura».

Y el entonces alcalde de la ciudad, D. Francisco García Almendro, también tuvo palabras para María: «En nombre de Málaga recibo esta sagrada imagen en calidad de depósito, y ofrezco que será atendida, cuidada y querida como merece la nueva vecina de Málaga». 

«Fue una jornada de amor mariano que nunca podrá olvidarse», así la definió D. Juan y por ese motivo la recuerda hoy esta publicación diocesana. 

La estatua es de hierro fundido y pintada en blanco. Fue mandada retirar de la plaza en el año 1931, por el gobierno de la república, y colocada de nuevo el 8 de diciembre de 1937. «Todos los años, al llegar esta fecha, el monumento aparece adornado con guirnaldas y flores frescas, a los pies de la Virgen. Es tradicional la salve de fin de año. En las últimas horas de un año que termina, se reúnen en torno al monumento las autoridades y fieles, para dar gracias a la Virgen por los beneficios recibidos durante el año, y para ponerse bajo su protección en el que empieza», explicaba en su obra el sacerdote Estrada.   

«En este dogma fue la piedad popular la que se adelantó y marcó el camino», por José Manuel Llamas, profesor de Mariología de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga

Este dogma de la fe tiene, en primer lugar, un sentido positivo: María se nos presenta en Lucas como la «llena de gracia». En la Exhortación Marialis Cultus, 57 se recogen todas las indicaciones bíblicas que exaltan las virtudes de María. 

Un poco de historia: a partir del siglo IV la Iglesia comienza a ser consciente de la especial santidad de María: en Oriente se la define como «Toda santa», y en Occidente tenemos, por ejemplo, el testimonio de San Ambrosio. La doctrina del pecado original creó enormes dificultades en la teología occidental, y durante la Edad Media se trató de proponer teorías intermedias, como la santificación antes del nacimiento. Eádmero y Duns Escoto dijeron, sin embargo, que María fue preservada del pecado original. 

Pero dejémonos de discusiones teológicas: en este dogma fue la piedad popular la que se adelantó y marcó el camino. En Oriente se empezó a celebrar muy pronto La Concepción de Ana, o de María, que pasó a Occidente como la Concepción de Santa María durante la Edad Media. El santo Pueblo de Dios lo había asumido como verdad de la fe, y Pío IX, en 1854, asumió esta verdad a través de la bula Ineffabilis Deus. 

Por cierto, ¿os gustan los piononos? Fueron elaborados en honor a Pío IX, por el dogma de la Inmaculada, ya que en nuestra tierra se le dio especial impulso a esta verdad de la fe. 

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