Demos gracias a Dios por la vida ministerial de este cura de parroquia, al que le gustaba estar con la gente, un cura en zapatillas. Para mí ha sido un padre y maestro de fe.
Me apoyó muchas veces cuando estaba en el Seminario, me puso la casulla en la ordenación y predicó mi primera misa en la Divina Pastora de Capuchinos. Estuvo siempre en la sombra, él siempre estaba ahí, el día que fueras; era de aquella cosecha de curas que no sabían lo que eran los días de descanso. Llegar a su despacho era alegrarse porque te encontrabas con el cura bonachón, acogedor, alegre, pero sobre todo enamorado de su ministerio. Le dolía la gente de su parroquia y de su barrio de Capuchinos; me decía en temas pastorales, «aquí estamos para servir a la gente»…Pocas normas puso en su parroquia, era hombre del sí a la persona, me decía: «el que viene a nuestra casa, tenemos que intentar que se vaya contento, viene a la casa del Señor». Pastor sencillo y humilde que me enseñó a querer la parroquia como lugar de encuentro con Dios y los hermanos. Me decía «antes de ser de un grupo o de una cofradía eres de la parroquia, es en ella donde empezamos a ser Iglesia». Don Alfonso, pídele al Buen Pastor por nuestros curas de Málaga, que no se nos olvide querer y servir a la gente.