De «brillante» ha calificado el tribunal la tesis del sacerdote Emilio López Navas, quien ha dedicado los últimos tres años a las 15 páginas del libro de Tobías, del que ha escrito casi 500.
– ¿Por qué ha elegido el Libro de Tobías para su tesis doctoral?
– En primer lugar, porque ha sido poco estudiado hasta el día de hoy y así se ayuda a la investigación. En segundo lugar, porque el Antiguo Testamento contiene las raíces de nuestra fe. Son los libros que leían, Jesús, los apóstoles, la Virgen… los que escuchaban en las sinagogas y en el templo de Jerusalén. Los libros que han marcado la fe de la Iglesia durante siglos. Y el libro de Tobías, concretamente, me ha impresionado por la forma en que Dios va llevando las cosas en lo cotidiano. En este libro no aparece ningún héroe que derrote ejércitos, ni ningún profeta que predique; aparecen dos familias que tienen presente a Dios en el día a día de sus vidas. Él los va guiando hasta que encuentran soluciones a sus problemas, desde la fe y desde un cambio de mentalidad.
– ¿Qué nos destacarías de sus personajes, del anciano Tobit en el que te has centrado?
– Tobit era un hombre que destacaba por su religiosidad, pero después de la experiencia que vivió cuando Dios tocó sus ojos que estaban muertos, comprende que la clave de su vida tiene que ser el testimonio y la alabanza: reconocer que Dios es más grande y dejar ver a los demás que cuando nos dejamos en sus manos hace maravillas con nosotros.
– ¿Qué han supuesto para ti estos seis años en Roma?
– Echando la vista atrás, reconozco que ha sido «un tiempo rico en formación, tanto intelectual como humana. Conoces gente de Iglesia de todo el mundo, cada uno con las características propias de su cultura, pero todos queriendo llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo. Conoces gente que dedican su vida al estudio de forma desinteresada, dedican su tiempo a los demás de esta forma tan peculiar, quizás no en un servicio directo, pero sí en un servicio intelectual que hace avanzar la Teología. Por último, también ha sido una riqueza vivir en Roma, una ciudad barroca que te roba el corazón».
– ¿Con qué deseo regresa Emilio a su Diócesis?
– Con el deseo de servir donde me envíen y de ayudar a construir el reino en esa porción de la Iglesia que camina en Málaga. Me decía un compañero que su lema en la vida era «nada pedir, nada rehusar», pues con ese deseo voy: donde me digan, a servir.
– En esta última etapa lo hemos visto jugar al fútbol y ganar trofeos frente a otros equipos de curas y sacerdotes de Roma, como en la Clericus Cup. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
– Sinceramente, el fútbol ha sido un descubrimiento para mí en Roma. Un descubrimiento desde dentro, porque por fuera todos lo conocemos. Desde el banquillo, como «manager» o como jugador… el fútbol crea unos lazos muy profundos entre las personas que lo practican. Amistad, sacrificio, espíritu de equipo… un sinfín de valores que han crecido en mí durante estos años. Ahora que vuelvo a Málaga, habrá que ponerlos en práctica, con la alegría que da el haber jugado a tope el partido durante estos años.
– Roma, ¿te ha robado el corazón?
– En muchos aspectos. A nivel intelectual, queda un poso de querer seguir profundizando en los estudios. A nivel artístico, Roma cautiva. A nivel cultural, es una ciudad muy cercana a nosotros, muy latina, muy acogedora.
Encarni Llamas Fortes