Testimonio de Susana Lozano, subdirectora de la Casa Sagrado Corazón (Cottolengo de Málaga).
El verano en La Casa del Sagrado Corazón es época de ausencias y de reencuentros.
Las ausencias vienen marcadas por las personas voluntarias que durante unas semanas interrumpen su labor para tomarse un descanso, siempre con el deseo de vernos a la vuelta.
Los reencuentros son esperados por todas y todos. A primeros de julio recibimos a los campos de trabajo de Lázaro y San Estanislao, una experiencia única para los jóvenes que, acompañados por sus monitores, viven la palabra de Dios en la ayuda al necesitado, en el servicio. Y también es un momento especial para los acogidos, pues se programan actividades y salidas del gusto de todos.
Voluntarios
Hay reencuentros con voluntarios que sólo vienen en periodo de vacaciones, poniendo así de manifiesto su compromiso de entrega a los demás y el sentimiento de saberse bien recibidos.
Vuelven los paseos por la tarde, con la fresquita, donde los más mayores disfrutan de la brisa del mar; las noches de cine en la playa, acompañados por voluntarios; la salida a la feria y sus preparativos.
Vuelve el voluntario que trae salmorejo para todos, la voluntaria que se acuerda de los más pequeños y les trae helados casi a diario, los fuegos artificiales de la feria vistos desde la terraza, el cerrar todas las ventanas para que no entre el terral.
Pero hay cosas que permanecen presentes, personas que necesitan ayuda y personas que, por amor a Dios, quieren prestarla.
A todos, como siempre, la Casa del Sagrado Corazón, el Cottolengo de Málaga, les recibe.
