Teresa Martínez: «El Buen Samaritano es ejemplo de una atención centrada en la persona y un referente en España»

Diócesis de Málaga
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Teresa Martínez Rodríguez es doctora en Ciencias de la Salud y psicóloga gerontológica. Participa en una conferencia sobre la Atención Centrada en la Persona junto al director de «El Buen Samaritano», Patricio Fuentes. Autora de diversas publicaciones en el campo de la gerontología y la discapacidad, ha recibido varios premios por trabajos de investigación y proyectos de intervención.

¿Qué es la Atención Centrada en la Persona (ACP)?

Es una corriente que tiene ya un amplio recorrido en otros países avanzados. En relación al cuidado de las personas en situación de dependencia, busca que la persona, por el hecho de precisar cuidados, no pierda el control sobre su vida, sino que siga teniendo control sobre lo que pasa. Esto, para los centros que adoptan este enfoque, implica reconocer, en primer lugar, que esa persona tiene dignidad y valor, con independencia de su enfermedad o su grado de deterioro. En segundo lugar, respetar sus derechos como ciudadanos. Y en tercero, personalizar la atención, conocer su biografía, sus preferencias y sus deseos para buscar una atención que se adapte a ella. Es uno de los ejes importantes que denota calidad en los servicios sanitarios y de atención.

¿Cómo se concreta esto?

A la hora de prestar los cuidados, por poner algunos ejemplos, se concreta en el hecho de que la biografía y la observación del bienestar personal sean referentes importantes. La hora de acostarse, de levantarse, con quién le gusta estar… son aspectos a tener en cuenta que hablan de lo que la persona ha vivido y quiere seguir viviendo. Luego está, además, la formación de los profesionales, para que sean conscientes de todo esto y tenga flexibilidad para adaptarse a las necesidades de cada persona.

¿Cómo revoluciona esta atención el ámbito de los cuidados de las personas dependientes?

La ACP ha sido realmente algo revolucionario, porque es una mirada crítica a lo que se estaba haciendo, alertando de dos desviaciones: la primera, una atención muy centrada en la enfermedad: «estamos cuidando un alzheimer, un parkinson…”. Si vemos solo (o fundamentalmente) la enfermedad, la atención será muy uniforme. La Atención Centrada en la Persona dice que la enfermedad es solo un atributo de la persona. Carmen, María, Juan, Pepe… tendrán alzheimer, pero además han sido costurera, pintor, le gustan los animales, no soporta tal cosa… Y la segunda desviación es una atención centrada en los servicios. Hablamos de los cuidados que tienen solo una lógica institucional, es decir, cuando los servicios se organizan por la eficiencia y se centran solo en hacer tareas ( a las 7.00 todos a la ducha, a las 8.00 todos desayunados…). Las instituciones, a veces, lo que buscan es orden y en el ámbito privado, también beneficio económico, que es legítimo. Pero ese no puede ser el motivo principal de la acción. Lo que dice la Atención Centrada en la Persona es que hay que buscar un equilibrio entre las necesidades de la organización y la persona, que debe ser lo primero. Y esto que, dicho así, parece de lógica, en el día a día es complicado porque venimos de modelos muy distanciados que tienen que ver con la lógica de las instituciones y de la enfermedad. La ACP es algo muy revolucionario y hay mucho camino por delante.

¿Es este un modelo muy minoritario en España?

Sí, aunque en estos últimos años hemos dado pasos. El Buen Samaritano es un ejemplo claro. Es muy habitual que cuando se escuchan los principios declarativos de la atención centrada en la persona: la dignidad, la autodeterminación de la persona… muchos profesionales e instituciones afirmen “¡pero si eso ya lo hacemos!”, pero cuando indagas en las prácticas cotidianas, ves que no siempre es así. Revisemos el día a día, porque ahí es donde nos la jugamos. En otros países como los países nórdicos, Holanda, Alemania, se han producido avances importantes: las normativas son más protectoras de este enfoque, cuidan más la evaluación de los servicios… En España hay buenas prácticas, pero aisladas. La Covid-19 ha puesto de manifiesto muchas carencias en el modelo español de cuidados: primero que se prioriza muy poco el apoyo para estar en casa, que es lo que queremos las personas, y también ha puesto en evidencia las carencias de los modelos residenciales institucionales que tenemos, no solo en lo relativo a las ratios, sino en otros asuntos como la convivencia en grupos tan elevados, profesionales que rotan… lo que se ha visto que es malo para el contagio pero es que ya sabíamos ya que también lo era para la calidad de vida de las personas, porque para el modelo residencial, el referente no puede ser el hospital o el hotel, tiene que ser la casa. La apuesta es avanzar hacia entornos residenciales que sean hogareños, para cuando no se pueda vivir en casa, se “viva como en casa”. Esto es muy importante y en España tenemos aún bastante recorrido que hacer.

¿Cómo cambia esto también la realidad del cuidador?

Aunque se diga en singular, hablamos de una atención centrada en las personas implicadas en el cuidado, en todas, y en la relación que se establece entre ellas. Para que la persona esté bien cuidada, es fundamental que quienes cuidan (la familia o los profesionales) estén también bien cuidados. Va implícito en este modelo, la idea es cuidar de todo el entorno relacional, y cuando hablamos de cuidados en casa, el núcleo de intervención es la familia, y ahí hay que buscar apoyos que cuiden bien a la persona, pero sin sacrificar la vida de quien está cuidando. Hay que buscar alternativas. La formación es muy importante, pero también el respiro, el reconocimiento y los apoyos diversos que se puedan precisar, entre otros el psicológico.

¿Cuál es su relación con “El Buen Samaritano”?

Tenemos una estrecha relación desde hace aproximadamente diez años. Diría que desde su inicio lleva una línea claramente posicionada con la atención humanística. Nos conocemos desde cuando empecé con mis primeras publicaciones sobre la Atención Centrada en la Persona, a partir de ahí estamos en contacto, hemos colaborado, he visitado el centro varias veces, hemos hecho formación y sesiones reflexivas con el equipo y ellos también han colaborado validando instrumentos para la intervención y la evaluación que yo he diseñado… Tengo muy buena relación con su director, Patricio Fuentes, que es alguien que cree en esto y es muy capaz de liderar el proceso del equipo y de las familias. Yo diría que es un ejemplo de buena práctica de la aplicación de la atención centrada en la persona en Andalucía e incluso en España. Y además, a veces, muestra cómo no hacen falta grandes inversiones materiales, sino creencia y capacidad de ser flexible para introducir cambios. Doy fe de que ellos lo han logrado. Es un ejemplo.

¿Cómo calificaría la atención que la Iglesia presta en este ámbito?

El punto de partida es muy positivo, porque parte de una visión humanística del cuidado, que tiene que ver con los valores religiosos, evidentemente, y pone en el centro a las personas y sus derechos. Dicho esto, la realidad de los centros que dependen de la Iglesia, como de otras entidades, es muy diversa y no se puede generalizar. Como en el conjunto de los centros de España, me parece que hay dos cuestiones que requieren atención: una tiene que ver con una visión excesivamente paternalista de las personas mayores, es decir, intentamos hacer lo bueno para ellas pero desde nuestra posición de saber lo que es bueno para el otro, y la atención centrada en la persona habla de participación y de construir conjuntamente esa forma de entender el buen cuidado. Y esto a veces nos cuesta por los estilos que venimos desarrollando. Y, luego, también creo que debemos avanzar en apartarnos de un modelo muy institucional, en el cual el orden, las tareas, ocupan el protagonismo frente a lo que las personas decidan. El reto tiene que pasar por generar entornos de cuidado donde las personas puedan seguir tomando decisiones, y cuando no puede decidir por sí misma, el referente tiene que ser su historia de vida y su bienestar. Para eso están la familia y quienes les acompañan para poder interpretar, observando cómo es y cómo se siente cada persona.

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