Soñar con una fraternidad abierta y universal, por Juan Manuel Ortíz

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El vicario para la Acción Caritativa y Social de la Diócesis de Málaga, el sacerdote Juan Manuel Ortiz Palomo, reflexiona sobre la celebración de la VI Jornada Mundial de los Pobres que tiene lugar en la Iglesia Universal el domingo 13 de noviembre bajo el lema: “Jesucristo se hizo pobre por ustedes”

Este domingo, el penúltimo del Año Litúrgico, trae a nuestra Iglesia una celebración que, poco a poco, se va abriendo paso en la vida de nuestras comunidades. Me refiero a la Jornada Mundial de los Pobres, esa herencia que el papa Francisco nos legó como uno de los frutos del Año de la Misericordia, unas jornadas que van abriéndose paso en nuestras “apretadas” agendas pastorales. En mi humilde opinión, ahí tenemos el reto. Si el Señor vino a evangelizar a los pobres, si Él mismo se hizo pobre, como nos recuerda el lema que el Santo Padre nos da en su mensaje para este día, nosotros no podemos mirar para otro lado. Nuestra vida no puede seguir ofreciendo indiferencia ante estos hermanos, como si su vida no tuviera nada que ver con nosotros que nos decimos cristianos. Hermanos y, sobre todo, hermanas, porque, por desgracia, la pobreza y la desigualdad siguen teniendo mayoritariamente rostro de mujer.

En estos días, también hemos tenido la oportunidad de celebrar juntos las Jornadas de Formación de la Vicaría de Caridad. Y la propuesta que se nos hacía era verdaderamente ilusionante: “Soñar con una fraternidad abierta y universal”. Puede sonar a utopía, a algo inalcanzable, pero no es más que llevar a la vida de todos nuestros hermanos la Buena Noticia. Y si algo necesita nuestro mundo y todos los que pertenecemos a la gran familia humana, es poder reconocer que lo que decimos al inicio de la oración que el Señor nos enseñó, es verdad.

Solo podremos decir “Padre nuestro” si en nuestra vida y en nuestras comunidades, además de reconocer a Dios como nuestro Padre, reconocemos a todos nuestros hermanos como tal. Nosotros hemos de convertirnos en testigos del amor de Dios para sus hijos preferidos: los marginados, los pequeños, a quienes les falta lo más necesario para tener una vida digna o los que han perdido todo a causa de la guerra o de las diversas formas de violencia. 
Hoy también es un día para agradecer a tantas personas que han consagrado su vida al servicio de esos hermanos, a quienes dedican su tiempo a hacer presente a la Iglesia como fuente de esperanza, como una posibilidad de futuro, a quien nuestra sociedad se empeña en cerrarle todas las puertas. 

Que el Señor nos siga ayudando a hacerlo presente en la vida de quienes más lo necesitan.

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