Isidro Calderón inició su camino hacia el sacerdocio de la mano de santa Teresa y lo culminará el 27 de junio en la Catedral. A sus 34 años, este malagueño está deseando servir a la Iglesia allá donde el obispo lo envíe.
¿Qué ha sido más difícil: lidiar contigo mismo, con tu entorno o con Dios?
Conmigo mismo, sin dudarlo. Discernir si la vocación es de Dios o si es que yo me he empecinado en algo que Dios no quiere para mí. Y si te soy sincero, hasta el año pasado se lo planteaba a la hora del diaconado al Sr. Obispo. Empecé a vivirlo como una gracia cuando él me dijo: «Isidro, ya te tienen que desaparecer todas las dudas. Ahora es la Iglesia de Cristo la que te dice que tu vocación es de Dios».
¿Qué huella te deja el Seminario?
Mucha. Primero, la comunidad. Cada uno somos distintos, pero nos une lo principal, que es Cristo y el deseo de ser sacerdotes y servir en las parroquias donde seamos enviados. Esas ganas de servir a la gente es lo principal que los formadores y los compañeros me han dejado: que mi alegría sea vivir el Evangelio todos los días, esté donde esté.
¿Cuál ha sido tu asignatura favorita y cuál te ha costado más?
¡Pues creo que coinciden! La Cristología para mí es maravillosa, ya que supone acercarme al misterio de Cristo, que tiene que ser el misterio de cada persona. Por eso mismo es también de las más difíciles, porque implica conocerme a mí. Ya lo dicen san Juan de la Cruz y santa Teresa: en la medida en que me conozco, conozco a Dios. Y en la medida en que conozco a Dios, me conozco a mí más profundamente. Siempre tenemos que estar acercándonos al Señor como si no supiéramos nada de Él, porque siempre te sorprende. Tiene algo nuevo que lo cambia todo.
¿Estás muy nervioso?
Bastante. Además, este momento tan importante en mi vida se ha unido a la pérdida de mi padre, que falleció hace apenas un mes. Pero también lo vivo con muchísima alegría, la que me da el saber que Dios me ha elegido para esto y quiere que sea feliz en su servicio.
¿Tienes algún modelo en el sacerdocio?
Siempre hay gente que te marca, pero en todos los destinos pastorales donde he estado he encontrado algo que aprender. Por eso no me quedo con nadie, sino que intento ver lo mejor de cada sacerdote para enriquecerme con su ejemplo. Y si tengo que aferrarme a alguien, que sea a Cristo.
¿Qué consejo te han dado tus formadores en estos días previos a la ordenación?
Que me agarre a la cruz con alegría, no con tristeza, que si no ya lo hemos estropeado. Así podré resucitar con Él.
Ana María Medina