Semblanza de Rafael Gil Moncayo

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Semblanza leída en la Misa Corpore Insepulto del sacerdote Rafael Gil Moncayo.

Semblanza de Rafael Gil Moncayo

21/11/2025

Rafael nació el 14 de marzo de 1952 en el seno de una familia profundamente religiosa. Junto a su hermana Menchu, y tras la temprana muerte de su padre, fue criado por su madre y una tía, quienes se erigieron en pilares fundamentales de su educación y maduración durante la juventud.

En 1977 contrajo matrimonio con Adelina Ruiz (fallecida en 2005). Fruto de esta unión nacieron su hija Rocío, casada con Felipe y madre de Samuel y Sofía- y su hijo Rafael, junto a su pareja Patricia.

Desde joven, Rafael mostró una personalidad decidida y una gran capacidad para emprender múltiples actividades. Fue siempre miembro de la Cofradía de Estudiantes de Málaga, en cuya Junta Directiva participó activamente. Más adelante, ya como sacerdote, prestó atención espiritual a sus hermanos cofrades.

Su versatilidad quedó patente en diversas etapas de su vida. Fue árbitro de baloncesto y, posteriormente, se implicó en la Federación de Vela cuando sus hijos comenzaron a practicar este deporte.

Estudió en el Colegio de los Maristas, aunque interrumpió su formación en dicho centro al ingresar en el Seminario, donde permaneció un año. Tras completar su etapa escolar, cursó estudios de Empresariales y desarrolló su carrera profesional en una asesoría fiscal-laboral y en el Grupo de Empresas Villalta.

En 2002 fue ordenado diácono permanente y nombrado profesor de Religión en un instituto, al tiempo que prestaba servicio en la Parroquia de San Lázaro. Más tarde colaboró también en el Santuario de Santa María de la Victoria y la Merced, en 2005. Fue una etapa especialmente feliz y fructífera de su ministerio diaconal al servicio de la Iglesia en su barrio de toda la vida.

El 22 de junio de 2007 fue ordenado sacerdote y designado párroco de Almogía, compaginando esta labor con el servicio como capellán-director del cementerio.

A partir de entonces, su labor pastoral fue amplia y fecunda: Vicario Parroquial del Corpus Christi, colaborador en la Parroquia de la Virgen Milagrosa y San Dámaso, y encargado de la Parroquia del Buen Pastor. En todos estos destinos destacó por su carácter cercano y la atención cordial que brindaba a quienes acudían a él.

Con el tiempo, movido por su interés por la formación, marchó a Salamanca para estudiar Derecho Canónico. Allí dejó un recuerdo entrañable, tanto en la Facultad como en la Residencia de los Operarios Diocesanos, donde vivía. Durante este periodo no solo estudió, sino que, gracias a su carácter abierto y servicial, fue un puente de unión entre compañeros y profesores.

A su regreso fue nombrado Juez del Tribunal Eclesiástico, donde trabajó con constancia y dedicación durante doce años. Allí fue feliz, construyó, aportó siempre su toque de humor y dejó una honda huella que fue sentida cuando, por circunstancias, tuvo que marcharse.

A Rafael lo podemos recordar ante su ordenador trabajando y escribiendo unas reflexiones y comentarios al evangelio que todas las semanas enviaba a un grupo amplio de amigos. Con el tiempo fue perdiendo movilidad, pero nunca se dejó vencer en la necesidad de comunicar la Palabra.

En el último tramo de su vida, cuando la salud comenzaba a flaquear, eligió vivir en la Residencia sacerdotal, un lugar en el que se sentía en paz y del que no deseaba alejarse. Allí agradecía con sinceridad cada visita que recibía y jamás dejó de contar con la cercanía de su familia y amigos más queridos, siempre a su lado, brindándole su compañía y ayuda en todo momento.

Rafael fue un hombre feliz. Nos encontramos ante un sacerdote que siempre buscó soluciones. Una persona que ha buscado ser positiva y se ha afanado por servir y vivir su ministerio con intensidad, con plenitud, con perseverancia y esperanza. Gracias a su facilidad para empatizar, conoció a muchas personas y ayudó, sin alardes, tanto a quienes se lo pedían como a quienes él veía necesitados.

Se ha marchado al cielo alguien a quien sus amigos definimos, sin dudar, como una persona especial.

Descansa en la paz del Señor.

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