En la Misa exequial por el sacerdote D. Antonio Lores, el delegado para el Clero de la Diócesis de Málaga, Francisco González Gómez, leyó la siguiente semblanza.
En la mañana de ayer, 26 de marzo, 5º Domingo de Cuaresma, recibíamos la triste noticia del fallecimiento de nuestro hermano sacerdote D. Antonio Lores García. El día anterior se puso bastante enfermo y lo trasladaron al Hospital Clínico donde entregó su alma al Señor, siendo acompañado en esos duros momentos.
D. Antonio había nacido en Ricobayo (Zamora), el 22 de noviembre de 1931, hijo de D. Urbano Lores y Dña. Carmen García, perdiendo pronto a su padre, que falleció durante la Guerra Civil Española.
Siempre demostró un gran cariño a su madre y a sus cuatros hermanos, uno de ellos fallecido también recientemente.
Siente la llamada del Señor a la vida religiosa e ingresa en el Noviciado de los PP. Pasionistas, recibiendo la ordenación sacerdotal en Zaragoza, el 22 de febrero de 1959.
Es enviado a Honduras y Colombia, donde desarrolla una gran actividad apostólica y misionera. Grandes caminatas a caballo para cruzar los caudalosos ríos.
En España va a ser profesor en Daimiel y rector de colegio en Valencia.
Llega a Málaga con la comunidad pasionista y, posteriormente, decide ofrecerse para atender algunas parroquias, siendo nombrado, en octubre de 1986, Párroco de Tolox y Guaro.
Fueron buenos tiempos. Prácticamente el paro no existía en estos pueblos ya que muchos de los vecinos trabajaban en la Costa del Sol y en el extranjero. Además de la intensa labor pastoral, se interesó mucho por realizar obras en la Iglesia, especialmente una gran reforma de los salones y tejados del templo de S. Miguel de Tolox. Continuó con la tradición de seguir enviando la Carta de Tolox a todas las partes del mundo y estudió muy a fondo la historia del pueblo.
La experiencia es positiva y decide solicitar la incardinación en nuestra Diócesis, siendo concedida por D. Ramón Buxarrais el 12 de junio de 1989.
En agosto de 1999 es nombrado párroco de la Parroquia de Sto. Domingo de Guzmán en el pueblo de Benalmádena, donde permanecerá 18 largos años. En esta etapa realiza una importante tarea pastoral de catequesis, grupos de confirmación, religiosidad popular, hermandades y cofradías, celebraciones litúrgicas…, siendo muy querido por todos.
Pero el tiempo pasa y, en 2017, superados ya los 85 años, debe dejar las funciones de párroco, siendo nombrado por nuestro Obispo, D. Jesús, adscrito a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Fuengirola, donde permanecerá tres años, celebrando la Eucaristía cada mañana.
A pesar de la ayuda de su hermana y feligreses las fuerzas fallan y el sentido de orientación se debilita. Además, la última etapa va a coincidir con los momentos álgidos de la epidemia del Covid. Comprende que no puede vivir solo, por lo que deja la parroquia en septiembre de 2020 e ingresa en la Casa Sacerdotal Sta. María de la Victoria en el Edificio del Obispado, donde es bien acogido por los sacerdotes.
Pronto comprueban que, dado su estado, estaría mejor atendido en la Residencia El Buen Samaritano y, aunque al principio muestra cierta reticencia, es acogido con afecto y, en poco tiempo, pasa a ser una persona entrañable para todos. Han sido muy edificantes y creo necesario destacar, en esta última etapa, las impresiones y recuerdos del personal de la Casa.
Su carácter alegre, siempre con una sonrisa y una palabra agradable para con los trabajadores y sus compañeros, demostrando una gran preocupación por todos, especialmente cuando veía a alguno más delicado o triste. Acompañaba a los enfermos dándoles palabras de ánimo.
Sin perder su espacio propio de recogimiento y oración, estaba dispuesto a colaborar en cualquier tipo de actividad de la Residencia, talleres de música, salidas a comer, a la feria, a los belenes…, ofreciéndose a sencillas tareas en la cocina diciendo que “era necesario ganarse el pan que nos comemos». Le gustaba mucho caminar y mantenerse en forma, salir al jardín y leer cada día su periódico. Era muy sensible a las injusticias.
Como ejemplo de su humanidad y preocupación por los demás, sirva el detalle, en su último día de convivencia, a la hora del almuerzo, cuando todos estaban reunidos con él debido a su estado, tratando de acomodarlo y atenderlo, les indicó que estaba bien y que sirvieran la comida a los compañeros. Se despidió en el hospital dando gracias por todos los cuidados, las oraciones y la compañía.
Estamos convencidos que su amor a Jesucristo y a María le ha hecho anticipar estas próximas fechas de Pasión y hoy goza ya de la vida eterna que nos prometió Jesús a los que creyéramos en él, como lo hizo profundamente y durante toda su vida nuestro querido D. Antonio. ¡Descanse en paz!