Sacerdotes malagueños en el Colegio Español visitan al Papa Francisco

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El sábado 1 de abril, el papa Francisco concedió una audiencia especial al Pontificio Colegio Español de San José, en Roma, con motivo de su 125 aniversario, en la que participaron los cuatro sacerdotes malagueños que se encuentran, en la actualidad, estudiando en Roma.

Miguel Ángel Martín, José Manuel Llamas, Juan Manuel Ortiz y Jesús David Hurtado se hospedan en el Pontificio Colegio Español de Roma mientras están realizando sus estudios. A estos cuatro sacerdotes malagueños se unió Ramón Tejero, párroco de La Cala del Moral, miembro de la Comisión del Centenario; además, su promoción como estudiante en Roma cumple 25 años.
Jesús David Hurtado explica que «la acogida del Papa en la Sala Clementina ha sido muy emocionante. Hemos tenido la oportunidad de saludar personalmente al Papa y darle las gracias por su servicio a la Iglesia».

Entre otros consejos, el Papa les decía que «es bueno aprender a dar gracias por lo que tenemos, renunciando generosa y voluntariamente a lo superfluo, para estar más cerca de los pobres y de los débiles. El beato Domingo y Sol decía que para socorrer la necesidad se debía estar dispuestos a «vender la camisa». Yo no les pediré tanto: curas descamisados no, simplemente que sean testigos de Jesús, a través de la sencillez y la austeridad de vida, para llegar a ser promotores creíbles de una verdadera justicia social (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 30). Y, por favor –y esto como hermano, como padre, como amigo– por favor, huyan del carrerismo eclesiástico: es una peste. Huyan de eso».

125 aniversario

La celebración del 125 aniversario del Pontificio Colegio Español de Roma comenzó el pasado domingo 29 de enero, coincidiendo con la memoria del beato Manuel Domingo y Sol, su fundador. Este Colegio comenzó su andadura en 1892, en una parte de la sala hospital de Montserrat, junto a la iglesia nacional española. De ahí se trasladó al palacio Altieri, edificio cercano a la Universidad Gregoriana.
El 1984 se instaló en el palacio Altemps, cerca de la plaza Navona, en el centro de Roma, donde permaneció hasta 1965. En esa fecha se inauguró el nuevo Colegio, a las afueras de Roma, que sirvió como residencia de los obispos españoles durante el Concilio Vaticano II. Desde 1971, tanto seminaristas como sacerdotes residen en esta nueva sede. El 29 de enero bendijeron la casa para peregrinos “San Juan de Ávila”, ubicada en una parte de las instalaciones del Colegio.

Encomendado a los Sacerdotes Operarios Diocesanos, en la actualidad residen en él 70 sacerdotes y varios seminaristas que realizan estudios en Roma.

Discurso completo del Santo Padre Francisco al Pontificio Colegio Español de San José de Roma

Audio aquí

Queridos hermanos y hermanas:

Quiero hacer llegar mi saludo a toda la comunidad del Pontificio Colegio Español de San José y agradecer al Señor Cardenal Ricardo Blázquez Pérez las amables palabras que, como co-patrono del Colegio, me ha dirigido en nombre de todos, en esta conmemoración. Doy gracias a Dios por la hermosa obra que instituyó el beato Manuel Domingo y Sol, fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, y por la labor de los mismos durante todos estos años.

Esta Institución nació con la vocación de ser un referente para la formación del clero. Formarse supone ser capaces de acercarse con humildad al Señor y preguntarle: ¿Cuál es tu voluntad? ¿Qué quieres de mí? Sabemos la respuesta, pero tal vez nos haga bien recordarla, y para ello les propongo las tres palabras del Shemá con las que Jesús respondió al Levita: «amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas» (Mc 12,30).

Amar de todo corazón, significa hacerlo sin reservas, sin dobleces, sin intereses espurios, sin buscarse a sí mismo en el éxito personal o en la carrera. La caridad pastoral supone salir al encuentro del otro, comprendiéndolo, aceptándolo y perdonándolo de todo corazón. Eso es caridad pastoral. Pero solos no es posible crecer en esa caridad. Por eso el Señor nos llamó para ser una comunidad, de modo que esa caridad congregue a todos los sacerdotes con un especial vínculo en el ministerio y la fraternidad. Para ello se necesita la ayuda del Espíritu Santo pero también el combate espiritual personal (cf. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, 87). Esto no pasó de moda, sigue siendo tan actual como en los primeros tiempos de la Iglesia. Se trata de un desafío permanente para superar el individualismo, vivir la diversidad como un don, buscando la unidad del presbiterio, que es signo de la presencia de Dios en la vida de la comunidad. Presbiterio que no mantiene la unidad, de hecho, echa a Dios de su testimonio. No es testimonio de la presencia de Dios. Lo manda afuera. De ese modo, reunidos en nombre del Señor, especialmente cuando celebran la Eucaristía, manifiestan incluso sacramentalmente que él es el amor de su corazón.

Segundo: amar con toda el alma. Es estar dispuestos a ofrecer la vida. Esta actitud debe persistir en el tiempo, y abarcar todo nuestro ser. Así lo proponía el Fundador del Colegio: «[Señor] te ofrezco y pongo a tu disposición mi cuerpo, mi alma, mi memoria, entendimiento, voluntad, mi salud y hasta mi vida» (Escritos III, vol. 6, doc. 111, p. 1). Por lo tanto, la formación de un sacerdote no puede ser únicamente académica, aunque esta sea muy importante y necesaria, sino que ha de ser un proceso integral, que abarque todas las facetas de la vida. La formación ha de servirles para crecer y, al mismo tiempo, para acercarse a Dios y a los hermanos. Por favor, no se conformen con conseguir un título, sino sean discípulos a tiempo completo para «anunciar el mensaje evangélico de modo creíble y comprensible al hombre de hoy» (Ratio, 116). A este punto, es importante crecer en el hábito del discernimiento, que les permita valorar cada instante y moción, incluso lo que parece opuesto y contradictorio, y cribar lo que viene del Espíritu; una gracia que debemos pedir de rodillas. Sólo desde esta base, a través de las múltiples tareas en el ejercicio del ministerio, podrán formar a los demás en ese discernimiento que lleva a la Resurrección y la Vida, y les permite dar una respuesta consciente y generosa a Dios y a los hermanos (cf. Encuentro con los sacerdotes y consagrados – Milán, 25 marzo 2017). Yo decía que la formación de un sacerdote no puede ser únicamente académica y conformarse con esto solo. De ahí nacen todas las ideologías que apestan a la Iglesia, de un signo o de otro, del academicismo clerical. Son cuatro columnas que tienen que tener la formación: formación académica, formación espiritual, formación comunitaria y formación apostólica. Y las cuatro se tienen que interactuar. Si falta una de ellas, ya empieza a renquear la formación y termina paralítico el cura. Así que, por favor, las cuatro juntas e interactuándose.

Finalmente, la tercera respuesta de Jesús, amar con todas las fuerzas, nos recuerda que allí donde está nuestro tesoro está nuestro corazón (cf. Mt 6,21), y que es en nuestras pequeñas cosas, seguridades y afectos, donde nos jugamos el ser capaces de decir que sí al Señor o darle la espalda como el joven rico. No se pueden contentar con tener una vida ordenada y cómoda, que les permita vivir sin preocupaciones, sin sentir la exigencia de cultivar un espíritu de pobreza radicado en el Corazón de Cristo que, siendo rico, se ha hecho pobre por nuestro amor (cf. 2 Co 8,9) o, como dice el texto, para enriquecernos a nosotros. Se nos pide adquirir la auténtica libertad de hijos de Dios, en una adecuada relación con el mundo y con los bienes terrenos, según el ejemplo de los Apóstoles, a los que Jesús invita a confiar en la Providencia y a seguirlo sin lastres ni ataduras (cf. Lc 9,57-62; Mc 10,17-22). No se olviden de esto: el diablo siempre entra por el bolsillo, siempre. Además, es bueno aprender a dar gracias por lo que tenemos, renunciando generosa y voluntariamente a lo superfluo, para estar más cerca de los pobres y de los débiles. El beato Domingo y Sol decía que para socorrer la necesidad se debía estar dispuestos a «vender la camisa». Yo no les pediré tanto: curas descamisados no, simplemente que sean testigos de Jesús, a través de la sencillez y la austeridad de vida, para llegar a ser promotores creíbles de una verdadera justicia social (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 30). Y, por favor –y esto como hermano, como padre, como amigo– por favor, huyan del carrerismo eclesiástico: es una peste. Huyan de eso.

Queridos superiores, colegiales y exalumnos de este Colegio Español de San José: confiemos al santo Patriarca, Protector de la Iglesia, sus preocupaciones y proyectos, que él los acompañe, junto a María Santísima, invocada por la tradición del Colegio como Madre Clementísima, para que puedan crecer en sabiduría y gracia, y ser discípulos amados del Buen Pastor. Que Dios los bendiga.

Encarni Llamas Fortes

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