En la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote, los sacerdotes, religiosos y diáconos de la diócesis celebraron su tradicional convivencia en la que profundizaron en la figura del patrón del clero español, san Juan de Ávila, y recordaron con especial cariño a los 17 sacerdotes que sirven en la diócesis y que celebran en 2025 sus bodas de oro y plata. Fueron los sacerdotes que se ordenaron en el Jubileo de la Reconciliación, en 1975, y en el Gran Jubileo del 2000.

Así recuerdan el día de la ordenación y se muestran de agradecidos a los 50 y 25 años de recibir el sacerdocio.
23 de marzo de 1975
Alfonso Crespo Hidalgo: «Estudié Teología en el Seminario de Córdoba y Filosofía en la Universidad de Málaga, y fui ordenado en Córdoba en 1975. Mi primer destino fue en las parroquias de la Palma-Palmilla de Málaga, donde permanecí 12 años, siendo mi mejor escuela. Después fui enviado a Roma a ampliar estudios de espiritualidad y de moral. He desempeñado diversos servicios pastorales, siendo actualmente párroco de San Pedro en Málaga, capellán de la Ciudad de los niños y consiliario del Movimiento de Apostolado Familiar San Juan de Ávila. Mis 50 años de sacerdocio generan una acción de gracias a Dios por su fidelidad y un agradecimiento a las personas, presbíteros y laicos, con las que he compartido la fe y el ministerio».
4 de septiembre de 1975
Antonio Aguilera Cabello: «“El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Sal 126,3). “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 15,16). “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo” (Mt 14,27). “Dios se fio de mí, me hizo capaz y me confió este ministerio” (1Tm 1,12). 50 años de cura… Conociéndome y mirándome despacio solo se me ocurre decir “esto es un milagro de Dios”. Y sí, es que Dios es impresionante en nuestra vida. Resumiendo mucho, se me viene a la cabeza ahora lo siguiente: Dios, que hace milagros. ¡Gracias, Señor! Aquellas personas del comienzo: familia y… un cura y una maestra, que me provocaron: Dios puso en mi camino un cura que era envidiable en cómo servía a los demás y en cómo se responsabilizaba de todo y de todos. Y me hizo conocer también una maestra rural que se desvivía por la gente. Así que un día le dije al cura: “¿Qué hay que hacer para ser maestro?”. Él me lo explicó a modo de que lo entendiera un niño… y con su mucha paciencia. Y terminó diciéndome: “¿Y por qué quieres tú saber qué hace falta para ser maestro?”, a lo que le contesté, en modo niño: “Porque me gustaría ser como la Srta. Ana Mª, la maestra”. A lo que me respondió: “Entonces… ¿por qué no te haces cura?”. Y me brotó rápido: “¿Yo, cura? ¡Ni hablar!”. Y así empezó la cosa… Por uno de aquellos caminos del campo de Villanueva del Rosario… yendo hacia la escuela rural de Las Carboneras. Luego, un maestro que me preparó y bienhechores que me pagaron la pensión. ¡Gracias, Señor!
Los excelentes formadores que tuvimos en el Seminario: la mayoría, ya con el Señor en el cielo. Lorenzo Orellana, aquí entre nosotros (al que le paré un penalti). ¡Qué maravilla de educadores! ¡Gracias, Señor!
Tantísima buena gente por las parroquias y lugares de servicio por los que he pasado. Impensable haber sido cura sin ellos. ¡Gracias, Señor!
Los curas compañeros, hermanos, que tanto compartimos y que trabajamos juntos, con nuestro obispo a la cabeza. ¡Gracias, Señor!
Y un recuerdo y agradecimiento entrañable a D. Ramón Buxarráis, el obispo que me ordenó. ¡Gracias, Señor!
Pues esto es lo esencial: ¡GRACIAS!


24 de mayo y 4 de junio de 1975
El 24 de mayo de 1975 recibieron la ordenación sacerdotal Rafael García Navarro y José Melgar del Valle; y el 4 de junio de ese mismo año, José Acosta Guzmán.
25 AÑOS DE SACERDOCIO
El 14 de mayo del año 2000, el del Gran Jubileo, recibió la ordenación sacerdotal Salvador Javier Guerrero Cuevas; el 18 de mayo, el Misionero Claretiano Félix Clément Rajendram; y el 27 de mayo el sacerdote Miroslaw Kozlowski.
30 de junio del 2000
Miguel Ángel Merced Reyes: «Os comparto que, previo a la ordenación, me embargó, una profunda emoción, mezclada con sentimientos de temor e incertidumbre. Me preguntaba si sería capaz de vivir el sacerdocio, con todo lo que implica. Sin embargo, durante la celebración, emergía una serenidad en mi interior porque me convencí de que, si había llegado a ese momento, no fue por mis méritos, sino gracias al Señor. Por eso, expreso toda gratitud proclamando con el Salmo 116: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que ha hecho?, alzaré la copa de salvación, invocando su nombre”».

7 de julio del 2000
Daniel Escobar Gutiérrez: «Soy sacerdote y religioso, mejicano, de la comunidad de los Misioneros Servidores de la Palabra, fundada por el P. Luigi Butera Vullo. Las frase con la que el Señor me indicó el camino de mi sacerdocio el día 7 de julio del año 2000 fue: “Me postré consciente de mi nada y me levanté sacerdote para siempre”. En un Año Jubilar dedicado al Espíritu Santo me tocó recibir la gracia del ministerio para que asumiera mi responsabilidad con amor, generosidad y sacrificio, dando mi propia vida para el bien de los demás. Y cumplo 25 años de ministerio sacerdotal en el Año Jubilar siendo un peregrino de esperanza. Gracias y me encomiendo a vuestra oración».
2 de septiembre del 2000


Antonio Jesús Carrasco Bootello: «El día de la ordenación lo recuerdo como un regalo de Dios. Celebrar, desde entonces, la Eucaristía ha sido la oportunidad de experimentar lo que el Señor me quiere.
Señor Dios,
te doy gracias de todo corazón por el don inmenso de ser sacerdote.
Gracias por elegirme como instrumento de tu Amor y por confiarme la misión de anunciar tu Palabra y de guiar a tus hijos hacia ti.
Gracias por cada momento de oración,
por cada celebración de la Eucaristía,
por cada confesión que me permite ser canal de tu perdón, por dejarme acompañar a tu pueblo
en sus alegrías y en sus sufrimientos.
Que mi vida sea un reflejo de tu Amor,
y que, a través de mi sacerdocio,
muchos puedan acercarse a ti
y experimentar tu Misericordia y tu Paz».

José Antonio García Carrasco: «Doy gracias a Dios por la oportunidad de devolver a mi diócesis tanto bien recibido en estos años, a través del servicio sencillo, grato, humilde, y a veces difícil, en las distintas parroquias a las que se me ha enviado. Agradezco también mi formación en el Seminario, fundamental para ser hoy el cura que soy. Gracias a todos: familia, amigos, formadores y compañeros de Seminario, comunidades parroquiales y hermanos sacerdotes, pues vuestro apoyo y compañía es un regalo de Dios. Y gracias al Señor que me llamó a su servicio y me encomendó este ministerio. Por último, un recuerdo especial para Pepe Navarro, compañero de ordenación, que desde el cielo celebrará este aniversario. Que la Virgen Inmaculada, madre de los sacerdotes, nos bendiga».
Andrés Francisco Pérez González: «¡El Señor debía estar “loco”! Permitidme esta expresión, porque elegirme a mí para este ministerio es una locura total. El día de la ordenación lo recuerdo con mucha emoción, nervios, y con el sentimiento de que me venía una responsabilidad enorme, pero con la confianza de que el Señor me sostendría y así ha sido: nunca me ha dejado. Así son las cosas de la “locura” de Dios. Por eso, solamente me brota del corazón decirle: ¡Gracias, Señor, por tanto dado, a pesar de mi pequeñez y mi debilidad! ¡Y gracias a las Parroquias que me han aguantado y aguantan!».
Rafael Javier Pérez Pallarés: «En un mundo loco, ser ministro de la misericordia de Dios es un regalo en toda regla. Así viví el tiempo que rodeó a la ordenación de presbítero: siendo en todo momento consciente de que Dios me había llamado para hacer presente el Evangelio de Jesucristo. Especialmente, actualizando el lenguaje evangélico a mis contemporáneos y siendo ministro, en la diócesis de Málaga, de quien cuenta con nosotros para hacerse presente entre su pueblo. Tras 25 años de ministerio, he intentado responder con todas mis fuerzas a la llamada de Dios, experimentando en primera persona que todo es gracia y misterio de comunión eclesial».
Damián Ramírez Lozano: «Me pongo en tus manos. Recuerdo aquel momento como si fuera hoy, me ordené con 26 años, dicen que en la flor de la vida… Cuando otros empezaban a salir, a trabajar, a viajar, a tener pareja o a “vivir la vida”, yo simplemente le dije a Dios: “Aquí estoy. Todo tuyo. Me pongo en tus manos”. Hoy, pasados 25 años, lo pienso y me pregunto: “Te arrepientes? … NO, nunca”. Sencillamente, porque cada vez que he renunciado a algo por amor a Dios, él me ha devuelto cien veces más. A veces en forma de paz interior, otras en forma de buenas personas que me han acompañado y aconsejado, y otras, simplemente con una alegría interior, que no se puede ni explicar. Ser sacerdote me ha cambiado la vida, pero al mismo tiempo me ha dado vida, ilusión y ganas de parecerme cada día más al Señor. Por eso le doy gracias, un “Gracias” lleno de felicidad. Una felicidad que no grita, sino más bien sostiene y da fuerza en la entrega, una felicidad hecha oración, de cruz y de amor verdadero a Él y a la Iglesia. Hoy solo me cabe decir: “Gracias Señor, porque hace 25 años te di la flor de mi juventud y Tú has hecho de ella y con ella un hermoso y frondoso jardín. ¡Gracias Señor!».
También recibió la ordenación sacerdotal el 2 de septiembre del 2000, y celebra sus bodas de plata, Gerardo Salvador Martínez Jiménez.

10 de diciembre del 2000
José Antonio Melgar Muriana: «Mi ordenación tuvo lugar en la catedral de Toledo el 10 de diciembre del 2000 y hasta el año 2008 estuve ejerciendo mi ministerio en la Diócesis de Toledo, hasta que D. Antonio Dorado me llamó para servir en mi diócesis de nacimiento, Málaga. El 25 aniversario de mi ordenación quiere ser un cántico de gratitud y humildad por el don inmerecido de la la vocación sacerdotal al Buen Pastor: Jesucristo. Ser instrumento de la grandeza de Cristo es un don que me supera cada día. Pido al Buen Pastor que me conceda tener sus mismos sentimientos para que pueda seguir llevando su Evangelio al pueblo encomendado. Doy gracias también a todos los que en estos años me han ayudado a ser sacerdote según el Corazón de Cristo, especialmente a los hermanos en el sacerdocio que, con su testimonio de entrega, me ilusionan en el servicio pastoral. Ser sacerdote del Jubileo significa que, en medio de mi historia, Dios ha hecho obras grandes en mí y me sigue pidiendo ser testigo de su Esperanza. ¡Gracias a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote por estos 25 años de sacerdocio!

