Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el retiro impartido a los religiosos de la CONFER diocesana (Misioneras Eucarísticas de Nazaret-Málaga) el 29 de noviembre de 2015.
RETIRO A LOS RELIGIOSOS
DE LA “CONFER” DIOCESANA DE MÁLAGA
(Misioneras Eucarísticas de Nazaret-Málaga, 29 noviembre 2015)
Lecturas: Jr 33,14-16; Sal 24, 4-14; 1 Tes 3, 12 – 4,2; Lc 21, 25-28.34-36. (Domingo de adviento I – C)
1.- Comenzamos hoy este tiempo de Adviento, que resulta un tanto simpático, dentro del cual se nos invita a un cambio, a un movimiento.
El Evangelio ha hablado de estar despierto. Hay que pasar de la indolencia, de la somnolencia, de la quietud, de la desesperanza, a la esperanza. Ese es un binomio del Adviento.
El otro binomio es: hay que pasar de las tinieblas a la luz. Lo escucharemos en los textos de Isaías durante todo el Adviento: De las tinieblas a la luz, de la inoperancia a la esperanza.
Es cierto lo que dice el texto de Lucas y no es que ocurriera únicamente entonces, porque, también hoy, estamos leyendo noticias de desastres, de violencia, de guerras, de muertes. Son signos apocalípticos, pero que se están dando prácticamente en todas las épocas. Y a cada época, a cada generación, el Señor le dice: ten esperanza porque la muerte no va a triunfar. La violencia no va a triunfar. El odio no va a triunfar. Ten esperanza, espera la venida de Jesús. «Verán venir al Hijo del Hombre en nube y en gran poder y gloria» (Lc 21, 27).
Al final, triunfará el amor. Al final, triunfará la luz sobre las tinieblas, la esperanza sobre los momentos difíciles y duros, y la alegría y el gozo sobre la tristeza.
2.- La liturgia nos anima a ponernos en camino, a no quedarnos con los brazos cruzados. Aunque decíamos esta mañana que el Señor ya nos ha regalado la salvación –y eso es cierto–, sin embargo, Él pide una correspondencia. No es una simple quietud, no es una pasividad por nuestra parte. El Señor viene, se acerca, nos trae la salvación, pero espera que nos levantemos como el ciego, sentado al borde del camino, que tiene que levantarse, ponerse en pie y seguir a Jesús.
Que no nos quedemos sentados, que no nos quedemos lamentándonos: «¡Ay, qué mal estamos! ¡Qué pocas vocaciones tenemos! ¡Qué mayores somos! ¡Qué dificultades!». Eso sirve para poco. Humanamente está bien como desahogo, pero hay que poner la esperanza en el Señor. La Iglesia es suya y la lleva Él con el Espíritu; dejemos que la lleve, porque a lo mejor no son nuestros planes.
3.- Hemos de mantener siempre la esperanza, como dice Abraham, quien creyó contra toda esperanza. Era viejo y su mujer igual o peor. No tenía ninguna posibilidad, humanamente hablando. Y el Señor hizo nacer el germen que había prometido.
Así empieza la primera lectura de hoy del profeta Isaías: «Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá» (Jr 33, 14). El Señor es fiel, hemos dicho. Esta mañana comentábamos la fidelidad de Dios, la misericordia fiel.
Lo que promete lo realiza: «suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra» (Jr 33, 15). La descendencia de David no terminará. Y realmente, culminó en Jesús. Con muchos avatares, con muchas historias, rompiendo muchos planes, la dinastía davídica se mantuvo hasta que vino el Señor, y el Señor lo cumplió. ¿Por qué no va a cumplir ahora eso de que la Iglesia se mantendrá hasta el final de los tiempos, aunque le ataquen por todas partes? Pues igual, se va a cumplir.
4.- Adviento, tiempo de esperanza, Adviento, tiempo de luz, Adviento, tiempo de movimiento. Levantémonos, pongámonos en pie, para escuchar al que viene. Ya se le oye. Pongámonos en pie para recibirlo. Alzad la cabeza para descubrirlo. Él llega y no tarda.
Cuando tarda en llegar es porque lo retardamos en nuestro corazón. Cuando ponemos obstáculos, entonces, tarda en llegar. Cuando el camino está escrito –que es otro tema de Adviento–, cuando se allanan los caminos, el Señor llega. Cuando quitamos los obstáculos, el Señor llega.
5.- Dentro del Adviento hay varias figuras. Una de ellas, la más importante naturalmente, es María –me refiero a figuras humanas, pues la más importante es Jesucristo–. De las personas que nos presentará la liturgia y las lecturas durante este tiempo de Adviento, aparecerá el profeta Isaías, –que ya está hoy aquí, el primer día–; aparecerá, después, Juan el Bautista, –otra figura de gran esperanza, gozne entre la Antigua Alianza y la Nueva, entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, a partir del cual se abre una nueva vida–; y, en María, se realiza exactamente lo mismo.
La gran época de la Humanidad comienza en la encarnación en María. ¿Habéis pensado esto alguna vez, es decir, que, a lo mejor, las grandes épocas y las mejores épocas son cuando nosotros aceptamos a Jesús en nuestro corazón, en nuestra vida, y eso hace cambiar las cosas, eso nos trae tiempos nuevos, vida nueva y frutos nuevos?
6.- Estos personajes nos invitan a hacer lo que ellos hicieron: contemplar la venida del Señor, anunciar que venía, acogerle en sus vidas y pregonarlo. Esa es nuestra tarea. Descubrirlo, escucharlo, contemplar que viene, acogerlo y pregonarlo.
Pues empecemos el Adviento, al menos, con buenos propósitos. Después, las cuatro semanas cortas, aunque nos parecerán largas, ya veremos como las iremos haciendo cada día. Pero, al menos que, en este primer día del Adviento, comencemos el camino, lo iniciemos con gozo, con esperanza, con alegría, con ganas de que se hagan realidad todas estas promesas que el Señor siempre cumple.
Se lo pedimos a la Virgen: que nos ayude a vivirlo de esa manera. Que así sea.