Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la restauración de los retablos del templo parroquial de Nª Sra. del Rosario (Canillas de Aceituno) celebrada el 23 de octubre de 2016.
RESTAURACIÓN DE LOS RETABLOS
DEL TEMPLO PARROQUIAL
DE NªSª DEL ROSARIO
(Canillas de Aceituno, 23 octubre 2016)
Lecturas: Eclo 35, 12-14.16-18; Sal 33; 2 Tm 4, 6-8.16-18; Lc 9-14.
(Domingo Ordinario XXX-C)
1.- Rehabilitación del templo parroquial
Un saludo fraternal a todos los sacerdotes presentes. Me alegro que hayan venido, además del Rvdo. Rubén, el párroco, como es natural, que ha estado con vosotros en todo este trabajo de la rehabilitación; también otros sacerdotes que han sido párrocos, empezando por el de mayor experiencia: D. Francisco, D. Antonio-Eloy, D. José y D. Manuel que también nos acompaña.
Este es un signo de que la Iglesia somos una familia y de que no nace todo nuevo cuando nosotros venimos. Llevamos a la espalda una historia muy larga, llevamos dos mil años de historia. Cuando nos explicaba el arquitecto, seguramente cosas que desconocíais de vuestro templo los mismos de aquí, hemos podido comprobar que el templo tiene una historia larga. Por aquí han pasado centenares de cristianos que han venido a vivir y celebrar la fe expresándola a su modo y según el momento y época. Quienes construyeron este templo, que ya no sabemos ni quiénes son, nos han regalado este legado. Un legado que nos toca conservar. No podemos dejar caer un edificio, templo, lugar sacro tan hermoso. Desconozco si Canillas tiene algún otro edificio que sea de este calibre histórico y estructural. De la belleza arquitectónica de este templo, empezando por los cimientos y terminando por el magnífico artesonado.
En la Iglesia, como familia, nos ayudamos unos a otros, nos transmitimos la fe unos a otros: los padres, educadores, catequistas, sacerdotes, religiosos… educan en la fe a las generaciones jóvenes. Ellos la viven y, al mismo tiempo, son transmisores a otras generaciones. Este templo lo hemos recibido, lo hemos rehabilitado y ahora lo entregamos a las generaciones que van detrás de nosotros.
Además, esto se ha podido hacer porque somos familia. Esto no lo ha pagado el Obispado de Málaga porque no tiene dinero. Esta rehabilitación ha sido pagada por otros fieles que viven en Vélez-Málaga, en Ronda, en Antequera, en Marbella, en Estepona, en la Axarquía…; es decir, por otros fieles como vosotros que cada domingo colaboran económicamente, o que lo hacen con una cuota mensual o con un donativo. Lo que hace el Obispado es poner un fondo común y repartir.
El Obispado no tiene dinero, ni tampoco recibe un céntimo del Estado como Iglesia. Otra cosa es que, si hay un hospital o un colegio que está regentado por religiosas o religiosos, por supuesto, tiene derecho como tienen otras instituciones a conciertos, pero como tal no recibe nada.
Lo que se recibe a través del IRPF de la “x” de la declaración de hacienda, que os recomiendo que pongáis, eso es de quien quiere aportar. Con lo cual, todo lo que recibe la Iglesia católica es sólo de los fieles y de la gente que quiere aportar libremente.
El símil es precioso, fijaros en la explicación el arquitecto, el trabajo de la empresa y todo lo que se ha hecho: se ha rebajado el suelo –cuarenta centímetros, al menos; estáis sentado ahora más bajo de hace un año, porque hacía falta hacer una restauración de la base–, se ha rehecho totalmente el tejado y el artesonado, quedando algunas cosas antiguas; las que estaban en mal estado han sido cambiadas… Por tanto, desde la base hasta el techo ha sido renovado el templo, incluyendo las pinturas, la limpieza y remozado que se ha llevado a cabo.
Esto es lo que necesita la comunidad cristiana de Canillas de Aceituno, una renovación integral desde la base hasta arriba. Cuando digo renovación me refiero a renovación espiritual.
El hecho de haber rehabilitado el templo nos debe motivar a renovarnos interiormente, a ser mejores cristianos, a vivir la fe en la vida, no separarlo. En la vida se ha de manifestar que soy creyente: en el trabajo, en la familia, en el trato social, en todos los aspectos de la vida.
Por tanto, necesitamos tener una base nueva que sea ver la vida y la realidad desde la luz del Evangelio, desde Jesucristo, porque es Él quien nos da una vida nueva. No nos da una vida nueva una ley, ni una costumbre; la vida nueva la recibimos de Cristo que es el único que perdona y salva. Nadie perdona los pecados más que Cristo. Nadie puede limpiar las suciedades del templo, las humedades… más que los técnicos, análogamente hablando.
Me ha encantado ver las pinturas del templo. Fijaros porque hubo cristianos de esta comunidad que, con sus virtudes, con su vida buena de cristiano hicieron obras buenas. Las pinturas reflejan una belleza, un arte de una generación que las hizo. Ahora toca a esta generación aportar a la historia una belleza propia de esta generación, una belleza de obras buenas, de caridad, de amor a los pobres y necesitados. En estos momentos, en estos años que hemos pasado siempre hay alguien que es más pobre que nosotros. Siempre, por muy pobre que seamos, podemos ayudar a otros más necesitados todavía.
Recuerdo que la Madre Teresa de Calcuta, ya santa, –canonizada por el Papa en Roma el pasado mes de septiembre, a quién tuve la ocasión de encontrarme varias veces con ella–, siempre insistía diciendo que había que ayudar a los pobres de los más pobres, a los más pobres de entre los pobres. Siempre hay alguien necesitado y siempre podemos compartir de lo nuestro.
Otras comunidades cristianas de Málaga os han ayudado a restaurar este templo, quiero que lo sepáis y que lo agradezcáis. Pues también vosotros podéis ayudar a otros templos aún más necesitados. Esa es la esencia de la fe y de la familia cristiana: vivir la comunión, vivir el amor cristiano, vivir la esperanza y la fe.
2.- Dios no hace acepción de personas
La primera lectura de la liturgia de hoy, tomada del Eclesiástico, dice que el Señor no hace acepción de personas. Dios escucha las súplicas del oprimido, del pobre, del huérfano, de la viuda, del pecador arrepentido, del despreciado. Libra de la angustia, hace justicia al desvalido, salva al abatido, consuela al que llora, está cerca del atribulado, redime a sus siervos y siempre está abierto al perdón.
Para Dios toda criatura es hijo suyo; nos quiere a todos. Pero a veces, nosotros hacemos acepción de personas y a unos los queremos y a otros no; o a unos más, si nos caen bien, y a otros menos si nos caen mal. Eso no es lo que el Señor nos enseña hoy. «Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas» (Eclo 35, 12). Dios no hace acepción de personas (cf. Eclo 35, 13).
3.- Dios regala mucho más de lo que uno espera
En este domingo también el Señor nos regala mucho más de lo que nosotros le pedimos o esperamos de Él. Cuando le pedimos algo al Señor, Él ya sabe lo que necesitamos y nos lo regala incluso antes de pensar que lo vamos a pedir.
¿Qué hacéis las madres con vuestros hijos pequeños: esperáis a que os lo pidan para satisfacer sus necesidades de abrigo, comida, de cariño…? Se lo dais antes de que puedan abrir la boca, antes de que sientan frío. Si hacéis eso los padres, ¿cómo no va a hacer cosas mayores con nosotros el Padre del cielo? A veces, no tenemos consciencia de que somos amados por Dios de manera infinita y es bueno que caigamos en la cuenta. Dios me ama como un gran Padre infinitamente. Podemos pedirle a Dios lo que necesitamos, pero Él nos lo da antes de que se lo pidamos; por eso hemos de ser agradecidos.
Y hoy es un día de acción de gracias porque nos ha hecho cristianos, nos ha regalado la fe y nos ha regalado este templo construido por los antepasados y restaurado ahora con la ayuda de toda la Iglesia, de todos los cristianos.
4.- Quien se humilla será enaltecido
En el Evangelio, Jesús, viendo que algunos confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás (cf. Lc 18, 9), les dijo la parábola del fariseo y del publicano. «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano» (Lc 18, 10).
Una parábola, una narración en la que dos hombres fueron al templo a orar. Como nosotros hoy. El fariseo se creía orgullosamente el mejor, despreciando a los demás (cf. Lc 18, 11). El publicano veía pecador y pedía perdón al Señor: «El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador» (Lc 18, 13).
De los dos, Jesús nos dice que el orgulloso no salió perdonado. El humilde que se reconoció pecador salió perdonado. ¿Con qué actitud hemos entrado hoy en el templo: con la del fariseo orgulloso o con la del pecador humilde? El que haya entrado con la actitud del fariseo orgulloso saldrá sin recibir el perdón y la gracia del Señor. El que se reconozca humilde, pecador y necesitado saldrá perdonado y libre.
5.- Jornada mundial del DOMUND
Hoy celebramos también en toda la Iglesia la Jornada del DOMUND: domingo mundial de la propagación de la fe. Hay cristianos que entregan su vida entera a hablar de Cristo a otros que no lo conocen, a ayudarles porque están en condiciones de mayor pobreza que la nuestra. De España han salido unos trece mil misioneros a lugares de África, Asia, China, Japón, América y a otros muchos sitios a pregonar la luz del Evangelio. Y al mismo tiempo, ni antes ni después, ayudando a esas personas a tener unos mínimos vitales de comida, de casa, de educación, de escuela, de sanidad, de hospitales… Todo eso es lo que hace la Iglesia a través de los misioneros. Anuncian a Jesucristo ayudando en las necesidades reales a enfermos, a desahuciados, a ignorantes, a gente que no sabe ni leer ni escribir, al que no tiene casa, al que no tiene escuela ni hospitales.
A esos misioneros también tenemos que ayudarles y la colecta de hoy la vamos a dedicar para el DOMUND, para que otras personas más necesitadas que nosotros puedan compartir la misma fe y las mismas condiciones mínimas de vida.
El lema de la jornada de este año es: “Sal de tu tierra”. Salgamos de nosotros mismos, no nos miremos solo a nosotros mismos egoístamente, salgamos mirando a los demás para poder anunciarles el Reino y ayudarles. Que así sea.