Prioridades Pastorales curso 2016-2017

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El nuevo curso pastoral nos ofrece la posibilidad de afrontar una serie de retos provenientes de la realidad eclesial y social en la que estamos inmersos. Por eso se han elegido cuidadosamente las prioridades pastorales que deseamos trabajar entre todos, y que han sido propuestas por diferentes consejos y grupos de reflexión (arciprestes, Consejo Episcopal, Consejo de Presbiterio, Consejo Diocesano de Pastoral).

La primera prioridad es «Acompañar, discernir e integrar en una pastoral misionera desde la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium»; la segunda prioridad es «Perspectivas para la renovación de la Pastoral familiar a la luz de la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia»; la tercera prioridad: «Impulsar la Pastoral vocacional».

1.- Mandato misionero: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio» (Mc 16,15)

Junto a la “dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Evangelii gaudium –EG-, 9-10; Evangelii nuntiandi –EN-, 75), iniciamos un nuevo curso pastoral, “una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría” (EG, 1), fruto del encuentro con la misericordia del Padre, en este Año Santo cuyos dones abundantes a todos se nos ofrece. Nace así una actitud de agradecimiento al Señor por el camino recorrido y una invitación a abrirnos a las nuevas llamadas y retos pastorales que tenemos delante. Y esto con una confianza ilimitada en el Señor, que nos acompaña y camina entre nosotros.
Como afirma san Pablo, «ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2Co 6,2); una invitación a no ceder a la tentación del desánimo, sino a renovarnos superando nuestras posibles debilidades, personales o comunitarias. Es verdad que la dispersión, fruto de la multiplicidad de tareas que nos toca afrontar, y el no ver siempre los frutos de nuestro esfuerzo, nos pueden llevar al desaliento; pero no debemos olvidar que hemos sido invitados a sembrar la semilla del Reino; ésta es nuestra alegría y nuestra tarea.

Desde este reto de sembrar y evangelizar, misión propia de la Iglesia, nacen las prioridades pastorales de este curso pastoral. Prioridades que pretenden ser una respuesta adecuada para avanzar en la misión evangelizadora. Su elección es fruto del discernimiento comunitario llevado a cabo desde los diversos organismos consultivos y pastorales de nuestra Diócesis.

En estas reflexiones descubrimos que somos un pueblo que camina, que busca ser fiel a «la vocación a la que hemos sido llamados» (Ef 4,1). Somos herederos de una trayectoria recorrida por muchos otros que nos han precedido y de los que somos sus beneficiarios. Y expresamos una intensa acción de gracias por esos hermanos que han anunciado el Evangelio «a tiempo y destiempo» (2Tim 4,2).

Por eso, desde esa acción de gracias caminamos hoy unidos con la certeza de saber que Dios nunca nos abandona: «¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré» (Is 49,15).

En esta primera parte de las prioridades queremos recordar de una forma sucinta lo “escrito” en la historia de la salvación en estos últimos años en nuestra Diócesis, con el objetivo de saber que las respuestas a los retos pastorales que tenemos, no son fruto de una generación espontánea, sino que hay un recorrido hecho y una meta clara y pretendida. El objetivo es reconocer de dónde venimos para saber bien a dónde vamos.
De este modo descubrimos la importancia de una acción pastoral en comunión, para poder afrontar los retos que, como Pueblo de Dios, se nos presentan.

2.- Una mirada agradecida: «¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?» (Sal 115,3)

Siempre hemos de dar gracias a Dios, en todo momento, circunstancia y lugar. Debemos hacerlo por todo lo que nos proporciona la Diócesis y por el trabajo realizado. En primer lugar, hemos de agradecer a Dios las personas que, con su generosidad, esfuerzo y dedicación, han ayudado a construir el gran edificio humano y espiritual, que es la Diócesis y que siempre debe perfeccionarse. El Señor ha estado grande con nosotros (cf. Sal 126,3) y ha sido anunciado y proclamado sin descanso entre nosotros.

Desde ahí recordamos que en la Introducción de las prioridades pastorales del curso 2015-2016 se hizo una presentación del proceso pastoral que habíamos recorrido y se presentó el plan diocesano unitario de pastoral. Es bueno que hagamos memoria y volvamos a leerlo para descubrir el camino evangelizador que estamos haciendo como Iglesia en Málaga y para dar gracias a Dios por sus frutos concretos.
En los últimos años se ha hecho un esfuerzo por renovar la catequesis de infancia; la propuesta de una pastoral juvenil homogénea en la Diócesis, con materiales de acompañamiento para preadolescentes, adolescentes y jóvenes; la planificación de unos criterios formativos comunes para la preparación al sacramento de la confirmación de adultos; el Prontuario de Sacramentos, que nos permite a todos funcionar con un criterio común.

Hemos crecido en el conocimiento y acogida de la Palabra de Dios, con la implantación de los distintos grupos de “Lectio Divina”.

A través de “Cáritas”, y de otras instituciones de pastoral socio-caritativas, hemos hecho cercana la Iglesia a los más necesitados; algo que no puede ser meramente opcional, sino prioritario para todos los cristianos. En “Cáritas”, como órgano oficial de la Iglesia, se manifiesta la diakonía de ésta, que en este curso quiere expresarse simbólicamente con el signo jubilar de la misericordia, abriendo el centro de acogida “Calor y Café”.

Se ha hecho una apuesta por la formación, no solamente mediante el Instituto Superior de Ciencias Religiosas, sino también a través de las Escuelas Teológicas y de las distintas conferencias y encuentros con la cultura, organizados a través de “Ars Málaga”, que busca ser un “atrio de los gentiles” (Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana para el intercambio de felicitaciones con ocasión de la Navidad, Vaticano, 21.12.2009).

Hemos renovado los criterios diocesanos de economía que, en la medida en que nos vayamos comprometiendo con ellos, pueden ser un instrumento que nos permita crecer en la comunión de bienes.
Celebramos los años santos que la Iglesia universal nos ha propuesto y especialmente éste último Año de la Misericordia, que concluirá dentro del presente curso, con los distintos signos jubilares.
Hay otras muchas acciones pastorales, que no parece necesario enumerar ahora.

Debemos dar gracias a Dios, de manera singular en este año, por el regalo de la próxima canonización del Beato Manuel González, quien dejó una profunda huella en la Diócesis, especialmente a través del Seminario, de la promoción de la adoración eucarística y de las instituciones apostólicas por él fundadas.

3.- En comunión: «Que sean uno en nosotros […] para que el mundo crea» (Jn 17,21)

La tarea de anunciar el Evangelio es misión de todos los miembros de la Iglesia, porque somos “discípulos misioneros” (EG, 119-121), cada uno según la vocación que ha recibido del Señor. Esta llamada no es algo que podamos hacer a título individual, aislados unos de otros. Necesitamos, más bien, avivar el gozo y la alegría de caminar juntos, de ayudarnos y animarnos en la acción evangelizadora.

El lugar privilegiado para potenciar la comunión en orden a la misión es la parroquia, como «presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero» (EG 28).
La parroquia ha de ser el lugar de integración de la diversidad de carismas y servicios, de un pluralismo no contradictorio, donde se ayuda a contemplar la riqueza del Espíritu y la cercanía de Dios presente en las múltiples realidades eclesiales. Y desde la parroquia la apertura a la Diócesis. Esto impedirá que nos encerremos en particularismos y exclusivismos, que fácilmente nos pueden llevar a la división.

El papa Francisco afirma que “las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores (…). Pero es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Esta integración evitará que se queden sólo con una parte del Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces” (EG, 29)

Más aún, la inserción en la parroquia y en la diócesis muestra la autenticidad de un carisma: “Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Una verdadera novedad suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma. En la medida en que un carisma dirija mejor su mirada al corazón del Evangelio, más eclesial será su ejercicio. En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo. Si vive este desafío, la Iglesia puede ser un modelo para la paz en el mundo” (EG, 130).

Siendo buena y necesaria la diversidad, puesto que nos ayuda a contemplar tanto la riqueza del Espíritu como la cercanía de Dios a diversas realidades, la diocesaneidad ayuda a que ésta diversidad no caiga en la tentación de encerrarse en particularismos y en exclusivismos, actitudes que siempre llevan a la división. No se pretende una uniformidad, sino la capacidad de utilizar los mismos criterios y hablar un mismo lenguaje, aunque con acentos diferentes. Se trata de potenciar la comunión del poliedro (con distintos lados) y no la de la esfera (sólo un pensamiento único).

Como Iglesia tenemos un reto de comunión. En ocasiones se pierden muchas energías en la evangelización, por no remar en la misma dirección. Estamos llamados a dar un testimonio de comunión fraterna: «En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros» (Jn 13,35). No tengamos miedo a caminar juntos y a trabajar pastoralmente usando el mismo plan y los mismos instrumentos.

4.- Nuestros retos: «Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido llamados» (Ef 4,1)

Para avanzar en la misión evangelizadora es necesario que saboreemos el deleite espiritual de ser Pueblo de Dios y hacer de nuestras parroquias y comunidades una Iglesia “en salida” (cf. EG, 20-24), que alentada por una auténtica espiritualidad misionera y con una renovada motivación se lance con esfuerzo renovado a la misión. Será posible desde una pastoral de conversión, que tenga muy en cuenta la dimensión social de la fe y el servicio a los más desfavorecidos, facilitando el encuentro con el Señor y la incorporación a la Iglesia.

El reto es la evangelización y por ello necesitamos abrir nuestros corazones a la presencia y a la acción del Espíritu Santo, viviendo este camino con la confianza siempre puesta en el Señor, que es quien mueve a la Iglesia y va tocando los corazones de los hombres a los que estamos llamados a llevar el Evangelio. Nuestra tarea es secundar la voluntad de Dios.

Por eso se nos invita a una pastoral de actitudes, que tiene cuatro fases:

a) Reconocer heridas y fragilidades, para descubrir lo que hemos de cambiar: «Misericordia Dios mío, por tu bondad» (Sal 50,1).
b) Renovar nuestro fervor apostólico: «Ay de mí sino evangelizara» (1Co 9,16).
c) Fortalecer la identidad eclesial, en estos tiempos tan necesaria: «La Iglesia es la familia de Dios en el mundo» (Deus caritas est, 25).
d) Llevar la experiencia de Dios a todos los lugares: «El Señor es el lote de mi heredad» (Sal 15, 5).

Debemos evitar caer en una pastoral que solamente mira lo programático; es necesario un cambio de estilo. Por eso la primera prioridad de este curso nos anima a descubrir el estilo evangelizador que nos propone el papa Francisco en Evangelii gaudium. Y desde ahí acercarnos a la pastoral familiar e impulsar la pastoral vocacional, desde la alegría de la Canonización del Beato Manuel González.

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