
Judas, Pedro, Herodes, Barrabás, el Cireneo, la Verónica, Longinos, el discípulo anónimo de Emaús… El profesor de los centros teológicos diocesanos Santiago Vela analiza la figura de algunos de los personajes secundarios del relato de los Misterios centrales de nuestra fe.
Durante la cena, Jesús dijo a Pedro: «Esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces». Y Pedro le respondió: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Y lo mismo dijeron también todos los discípulos. Al final, todos lo abandonaron en Getsemaní y solo Pedro lo siguió, pero tras el interrogatorio de Caifás, lo negó tres veces, cantó el gallo y lloró amargamente.
Para comprender el llanto amargo de Pedro, debemos saber que el “canto del gallo” es el nombre que recibía la tercera de las vigilias nocturnas antes del amanecer. En ese momento, el Templo de Jerusalén abría sus puertas y un sacerdote, al que se le denominaba “el gallo”, cantaba y proclamaba, junto a todo Israel, la Shemá, la principal plegaria con que un judío confesaba diariamente su fe en Dios: Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es Uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Otros amores
Pedro lloró al ser consciente de que aún le faltaba mucho para confesar y amar a Jesús con todo su corazón, su alma y sus fuerzas. ¿Cuántas veces negamos también a Jesús cada vez que nuestro corazón, alma y fuerzas las tenemos en “otros amores”?