Pentecostés. Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar Asociado

PENTECOSTÉS. DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR ASOCIADO

(Catedral-Málaga, 23 mayo 2021)

Lecturas: Hch 2, 1-11; Sal 103,1.24.29-31.34; Gál 5, 16-25; Jn 15,26-27; 16, 12-15.

Discernimiento y sinodalidad

1.- Con motivo de la solemnidad de Pentecostés la Iglesia en España celebra el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que nos anima a descubrir y potenciar la riqueza del laicado.

El lema para esta Jornada está inspirado en la encíclica Fratelli tutti: «Los sueños se construyen juntos». El papa Francisco nos dice: “He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. (…) Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! (…); los sueños se construyen juntos” (n. 8).

La presente Jornada tiene como referencia el Congreso de Laicos, que ha cumplido su primer aniversario. Tenemos la tarea de seguir remando juntos como Iglesia, recorriendo el camino del discernimiento y de la sinodalidad.

2.- El papa Francisco nos invita a vivir dos sueños que Dios tiene para su Iglesia. Dios tiene su plan de salvación para la humanidad. Hablando antropomórficamente podemos decir que Dios sueña; tiene un sueño para la Iglesia y para cada uno de nosotros.

En primer lugar, el discernimiento. Este método exige hacer «examen de conciencia», para reconocer los medios que el Señor nos ofrece y para que no quedarnos solo en las buenas intenciones (cf. Gaudete et exsultate, 169).

El discernimiento permite captar el plan de salvación de Dios, su voluntad, su sueño. Dios tuvo un sueño para la humanidad; y lo tuvo para la Virgen María: ser la Madre del Hijo de Dios. María aceptó el sueño de Dios en su vida. Ella nos invita a aceptar el sueño de Dios para nosotros.

Discernir no consiste solo en mirar la realidad, sino en ser capaces de captar cómo Dios está actuando en la historia, en la sociedad, en la vida. Responde a la pregunta que le hacía la gente a Juan Bautista: «¿Qué debemos hacer?» (Lc 3, 10).

3.- Haciendo un buen discernimiento podemos apreciar la difícil situación en que se encuentra nuestra sociedad actual: alejada de Dios y con muchos problemas económicos, políticos, laborales, sociales, sanitarios.

Como buenos samaritanos (cf. Lc 10, 25-37) debemos atender a los más necesitados y ser compañeros de camino de tantas personas, que están faltas a veces hasta de lo más básico, necesario y humano.

El Señor nos invita a hacernos prójimos (cf. Fratelli tutti, 81), a acercarnos a quienes viven apartados de la sociedad y no son tenidos en cuenta; a los que no son valorados; a los que nadie mira ni aprecia; a los que parecen ser inútiles porque no producen y, además, hacen gasto público. Parece que algunas leyes tienen la intención de eliminar a este tipo de personas; y somos nosotros quienes tenemos que ayudar y sostener a estas personas.

Somos interpelados a descubrir la voz de Dios en el grito y en la situación de cada uno de los seres humanos, a cuidar del necesitado, a escuchar al herido para sanar lesiones, a liberar a las personas encadenadas por su pecado o sus circunstancias, a acompañar procesos de crecimiento humano y de fe, a mirar la realidad con ojos de buen samaritano, a darnos a los demás con un corazón agradecido.

Pentecostés es la fiesta del Espíritu; si somos conducidos por el Espíritu seremos libres (cf. Gál 5, 18) y daremos los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí (cf. Gál 5, 22-23).

4.- Otro plan de Dios o sueño para su Iglesia es la sinodalidad. Todos los fieles cristianos, por el sacramento del bautismo, estamos llamados a vivir la fe, la esperanza y el amor cristiano, siendo testigos evangelizadores.

El fundamento de la sinodalidad está en la eclesiología del pueblo de Dios, que el Concilio Vaticano II explicó con claridad, y que afirma la dignidad y la misión de todos los bautizados, según su vocación, sus carismas y sus ministerios. Desde la perspectiva sinodal los laicos son protagonistas, junto con los pastores y las personas de especial consagración, en la misión de anunciar el Evangelio.

Me habéis oído decir muchas veces que los laicos no son simples colaboradores de los sacerdotes; los laicos tenéis una misión propia vuestra recibida en el bautismo, que tenéis que asumir y llevar a cabo.

Todos somos enviados a ser “discípulos misioneros”, como nos exhorta el papa Francisco: “Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador (…). Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (Evangelii gaudium, 120).

El Señor prometió enviarnos el Espíritu Santo: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que

procede del Padre, él dará testimonio de mí» (Jn 15, 26); y «también vosotros daréis testimonio» (Jn 15, 27). Esto es lo que nos pide el Señor en esta hermosa fiesta de Pentecostés: caminar juntos y realizar los procesos de maduración humana y de fe para ser testigos del Señor.

5.- La sinodalidad (caminar juntos) debe llevar también a vivir la comunión entre las distintas realidades eclesiales (parroquias, movimientos, asociaciones, agrupaciones, instituciones). Una Iglesia sinodal se caracteriza por ser una Iglesia de la fraternidad, de la comunión, del acompañamiento, del compartir, del tender puentes de diálogo, del encuentro con los que no pertenecen a la propia institución o grupo, del diálogo con quienes piensan diferente (cf. Comisión episcopal para los Laicos, Familia y Vida, Mensaje para día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Madrid, 23 mayo 2021).

6.- Damos gracias a Dios por el trabajo de la delegación diocesana de Apostolado Seglar, los Movimientos y Asociaciones, la Acción Católica, y el testimonio silencioso y abnegado de tantos laicos, que se esfuerzan cada día por vivir su vocación laical en la Iglesia y en el mundo, desde el discernimiento y la sinodalidad.

Pedimos al Señor que el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, a la luz del pasado Congreso de Laicos, sea un estímulo para seguir trabajando y soñando en la dinamización del laicado en nuestra Diócesis.

Ven, Espíritu Santo, transforma nuestros corazones; Ven, Espíritu Santo, haznos dóciles a la voluntad de Dios; Ven, Espíritu Santo, conviértenos en testigos valientes del Evangelio de Jesucristo.

Nos acogemos a la maternal intercesión de Virgen María, nuestra Señora de la Victoria, Patrona de nuestra Diócesis, que fue dócil a la acción del Espíritu Santo, para que en este Pentecostés nos dejemos modelar por él y quedar «todos llenos del Espíritu Santo» (Hch 2, 4) al igual que los primeros discípulos, y ser fieles a nuestra misión evangelizadora que el Señor nos ha confiado. Amén.

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