Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Misa del día de Pentecostés celebrada en la Catedral de Málaga
PENTECOSTÉS
(Catedral-Málaga, 5 junio 2022)
Lecturas: Hch 2, 1-11; Sal 103, 1.24.29-31.34; 1 Co 12, 3b-7.12-13; Jn 14, 15-16.23b-26.
Construyendo juntos en el Espíritu
1.- En la fiesta de Pentecostés celebramos el envío del Espíritu Santo, prometido por el Señor Jesús (cf. Jn 15, 26), cuya acción regenera nuestro espíritu asegurándonos la filiación divina. Como dice el apóstol Pablo: «Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Rm 8, 16).
El Espíritu nos hace hijos de Dios por el bautismo, «herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rm 8, 17). Por el bautismo estamos llamados a la misión, a vivir la comunión y la corresponsabilidad. Estamos llamados y somos enviados a ser “discípulos misioneros”, como nos recuerda el papa Francisco (Evangelii gaudium, 120).
Damos gracias a Dios por su gran bondad e infinita misericordia al regalarnos su misma vida divina. Ser habitados por el Espíritu Santo significa morir al pecado y vivir para la justicia (cf. Rm 8, 10); significa ser de Cristo (cf. Rm 8, 9); e implica resucitar con Cristo (cf. Rm 8, 11) y anunciar su resurrección.
San Pablo nos invita a morir a la vida según la carne y a vivir según el Espíritu (cf. Rm 8, 13), como hijos de Dios (cf. Rm 8, 14). Podemos llamar “Padre” a Dios, porque hemos recibido un Espíritu de hijos de adopción (cf. Rm 8, 15).
2.- En esta fiesta de Pentecostés celebramos el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, destacando el papel fundamental del laicado en la corresponsabilidad eclesial y en la misión evangelizadora.
El lema de la Jornada, titulado “Sigamos construyendo juntos. El Espíritu Santo nos necesita”, nos anima a construir juntos el gran reto pastoral de la sinodalidad, que nos ha propuesto el papa Francisco, y que expresa la naturaleza constitutiva de la Iglesia por tener su fundamento en el misterio de comunión de la Trinidad (cf. Comisión episcopal de Laicos, Familia y Vida, Mensaje con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. 5.06.2022).
El proceso sinodal es un tiempo de gracia, una oportunidad para crecer en comunión, participación y misión; un proceso que realizamos, un camino que estamos recorriendo, un modo de vivir y celebrar la fe, un estilo propio de la Iglesia.
Sigamos construyendo juntos, queridos hermanos, como Iglesia, como familia parroquial, como grupo, asociación o movimiento eclesial; en fin, como diócesis. Los procesos de crecimiento, los planes y los retos pastorales solo se realizan con la colaboración de todos, desde la fraternidad y la comunión eclesial.
3.- Los fieles cristianos laicos tienen su misión propia, recibida en el bautismo. Me habéis oído decir muchas veces que los laicos no son los ayudantes y servidores de los párrocos, aunque éstos tengan la responsabilidad de regir la comunidad. No son los sacerdotes quienes atribuyen a los laicos sus funciones ni sus tareas; el Espíritu Santo da a cada fiel cristiano su vocación y misión propia, que debe asumir y llevar a cabo. Debemos responder ante el Señor.
A veces algunos laicos pretenden ocupar puestos en las estructuras eclesiásticas, creyendo que así alcanzan mayor relevancia y poder. En nuestra sociedad hay alguna ideología que puja para que las mujeres ocupen ciertos cargos de poder. Pero en la Iglesia las cosas no son así; porque los mejores puestos son los del servicio, como dijo Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35). Toda misión y todo cargo es un servicio a la Iglesia y, por tanto, a los demás; no es una cota de poder.
Una Iglesia sinodal debe apartarse del clericalismo, tan criticado por el papa Francisco (cf. El posadero asombrado. Homilía en Santa Marta, 10.01.2017). El proceso sinodal debe llevarnos a vivir mejor la comunión y a procurar que todos seamos protagonistas de la vida de la Iglesia y de su vocación misionera.
Para ello es necesario el diálogo y la escucha mutua, así como la escucha del Espíritu para discernir qué pide hoy a la Iglesia; ella cuenta con cada uno para seguir caminando y promoviendo espacios en los que todos nos sintamos corresponsables, dispuestos a dialogar y acoger incluso a quienes piensan de modo distinto.
4.- Vivimos tiempos marcados por enfermedades pandémicas, guerras, crisis económicas, inestabilidades políticas, problemas sociales. El Señor nos pide que construyamos juntos su Reino en este mundo, que lo transformemos juntos a la luz del Evangelio, que seamos constructores de paz, que ofrezcamos a la generación siguiente un mundo mejor del que recibimos en herencia. ¡Objetivo tal vez muy difícil, pero posible, con la fuerza del Espíritu!
El Espíritu Santo nos necesita para hacernos instrumentos suyos en este momento preciso de la historia; y hemos de ser instrumentos dóciles, como el barro en manos del alfarero, que se deja moldear. El Espíritu es quien nos “moldea” y nos “modela” según la imagen de Jesucristo; para ello es preciso que le dejemos hacer.
Nosotros debemos ponernos a la escucha del Espíritu y hacer discernimiento espiritual, para acoger sus dones y ser fieles a sus mociones y a su acción santificadora.
El Espíritu, garante de la comunión eclesial y de la unidad, regala abundantemente sus dones en la diversidad y complementariedad de vocaciones.
El Espíritu Santo nos necesita para seguir llevando a cabo el servicio de predicar el Evangelio. Caminamos juntos en la escucha del Espíritu para responder al mandato de Jesús de anunciar la Buena Nueva (cf. Mt 28, 19).
5.- Damos gracias a Dios por el trabajo que se está realizando en la diócesis, por la coordinación y actividad de la Delegación diocesana de Apostolado seglar, los movimientos y asociaciones, la Acción Católica. Por el testimonio abnegado de tantos laicos de nuestras comunidades cristianas y de cada uno de vosotros, que os esforzáis por vivir vuestra vocación laical en la Iglesia y en el mundo, desde las claves de la sinodalidad y del discernimiento. Ésta es la tarea que el Espíritu nos confía hoy a cada uno de nosotros.
Agradecemos la hermosa labor de los laicos que evangelizan en su familia, en su trabajo, en su entorno social y entre sus amigos. Felicitamos a todos los que se forman para profundizar mejor en su fe y se comprometen en las iniciativas pastorales.
¡Que el Espíritu Santo, en este día de Pentecostés, nos llene con sus dones! Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu en nosotros. Dejémonos iluminar para que la Luz divina penetre hasta el fondo del alma, como dice la Secuencia de hoy.
Y que la Virgen María, templo del Espíritu Santo, interceda por nosotros para que sigamos construyendo juntos –pastores, laicos y vida consagrada– una Iglesia de comunión enviada a evangelizar. Amén.