«Para mi vida, Taizé va a significar un cambio»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Ya está de vuelta el grupo de 70 jóvenes de la Diócesis que el pasado 2 de agosto viajó a la aldea francesa de Taizé para participar en un encuentro ecuménico de oración y convivencia. Todos coinciden en venir «renovados» y «agradecidos» por la experiencia.

La comunidad de Taizé, cuyos orígenes se remontan al año 1940, es un auténtico símbolo de reconciliación y de unión. Está integrada por más de cien hermanos católicos y de otras confesiones protestantes que viven de su propio trabajo y no aceptan ningún tipo de dádiva.

Los jóvenes que han viajado hasta allí acompañados de cuatro sacerdotes de la Diócesis aseguran que la experencia de compartir unos días con esta comunidad ha sido «magnífica» e «inolvidable».

Samuel Guarino: «Taizé es una experiencia única»

Samuel Guarino, de 19 años, pertenece a la parroquia María Madre de Dios. Para Samuel, la oración ha sido lo más importante del encuentro. «Taizé es una experiencia única, algo que te renueva internamente por dentro y que te hace estar orgulloso de pertenecer a la obra de Dios y a una Iglesia en cuyo centro está el amor y la unión. A mí, lo que más me ha llamado la atención es eso. En Taizé la oración une a personas de diferentes culturas, países y diversas confesiones cristianas».

María Arias: «El viaje a Taizé ha sido un regalo y una oportunidad»

María Arias tiene 31 años. Trabaja en el Servicio de Pastoral de las Hermanas Hospitalarias y pertenece a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de La Cala. En Taizé, María ha revivido una de las experiencias más destacadas de su vida: «He estado muchas veces en Taizé, incluso hace siete años estuve seis meses de voluntaria. Después de esos siete años no había vuelto, con lo cual el regreso ha sido algo muy especial para mí. Uno de los momentos más intensos es cuando llegamos allí, cogimos las maletas y entré por primera vez a la Iglesia. Fue como revivir un montón de experiencias de años anteriores. Comprobé que Taizé sigue siendo lo mismo, estando en el mismo sitio y con su misma esencia. Pero entendí cómo la vida va cambiando y el Señor te va regalando muchas cosas en distintos momentos. El viaje a Taizé ha sido un regalo y una oportunidad. Los mejores momentos han ido ligados a la oración. Todos, las distintas confesiones, tenemos algo que nos une: que es Jesús, que nos quiere y nos sigue llamando».

Ana Palomo: «Repetiría sin duda»

Ana Palomo, de 22 años, ha viajado a Taizé acompañando a la Comunidad de Asís. «Repetiría sin duda. Lo que más me ha llamado la atención es sobre todo la parte de las oraciones, la unión que se nota durante las tres oraciones que se hacía, diariamente, por la mañana, mediodía y noche. Esa unión es la compenetración que teníamos las 4.000 personas que estábamos allí. Ese sentimiento de pertenecer todos a la misma Iglesia es maravilloso. Me quedaré con la parte de las oraciones».

Juanma Domingo: «Para mi vida, Taizé va a significar un cambio»

Juanma Domingo, de 22 años, pertenece a la parroquia de Santa María de la Victoria. «Para mí Taizé ha significado un momento de encuentro muy importante con el Señor y de acercamiento a realidades muy distintas que sin embargo se encuentran en él, en el Señor. Para mi vida, Taizé va a significar un cambio. Un punto de inflexión. Porque cambia tu perspectiva completamente de lo que es el concepto de Dios que tenemos. Ves que gente de otras confesiones tiene una perspectiva muy cercana a nosotros, con lo cual nos hace sentirnos muy unidos a esas personas.

Antonio Castilla: «Taizé permite recuperar el entusiasmo»

Antonio Castilla es uno de los cuatro sacerdotes que ha viajado con los jóvenes a Taizé. Se ordenó el 11 de julio de 2009 y a sus 31 años es el párroco de San José de Vélez-Málaga. «A veces, en la vida, lo más importante, como es la oración, pasa sin que nos demos cuenta a un segundo plano. Taizé permite recuperar el entusiasmo y recuperar eso que uno recibe de la oración, la voz del Señor. Supone también renovar la vida espiritual, la vida de oración, lo esencial en la vida de cualquier cristiano. Como dijo Juan Pablo II, Taizé «es una fuente a la que uno va a tomar agua». Después vuelves a tu vida diaria con ánimo renovado. Es magnífico el hecho de compartir la fe con gente de otros países, de lenguas y confesiones. Todos estamos en la oración porque el que nos une es el mismo Jesús».

Ana Oñate

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