Sí, habrá Semana Santa. Como hubo Navidad. Y no solo porque el calendario lo recuerde. Habrá Semana Santa porque la comunidad cristiana celebrará, en cuestión de unas cuantas semanas, los misterios centrales de su fe.
El hecho de que el obispo de Málaga, Jesús Catalá, decrete sine die la suspensión de todos los actos que tengan carácter de culto externo y todas las celebraciones en las que se haga uso de la vía pública no es sinónimo de que se suspenda la Semana Santa. La celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo se celebrará como se ha celebrado su nacimiento en Navidad.
Resulta muy interesante el uso del lenguaje y de la terminología que utilizamos porque retrata lo que pensamos y creemos. También porque permite aclarar el contenido de los términos. Indudablemente, a nadie se le escapa que el impacto económico de la pandemia en Semana Santa será muy grande. Y el impacto espiritual como no nos andemos listos; la potencia del fenómeno de la religiosidad popular, caudal de espiritualidad, puede flaquear por las condiciones que atravesamos. No hay que ser muy espabilado para saber que muchas personas solo viven la Semana Santa, desde el punto de vista religioso, si hay procesiones en la calle; es decir, para muchos cristianos, el fenómeno de la religiosidad popular es el único contacto de cierta entidad que mantienen con la Iglesia Católica en fechas tan señaladas y si me apuras con la vivencia explícita de la fe. Por eso es importante que el cristiano, especialmente si es cofrade, potencie la creatividad para alimentar, en época de pandemia, la fe del pueblo. Me consta que los esfuerzos están sobre la mesa. Esfuerzos que deberían ir todos en la misma dirección: nutrir la fe y cuidar la salud. Y evitar alguna que otra digresión; a saber, apartarse en un relato, discurso o exposición del asunto principal para tratar de algo que surge relacionado con él. Que en esto, la condición humana es muy dada. Máxime cuando olvida la esencia e importancia de lo nuclear.