Los Reyes Magos acuden a Belén desde tierras lejanas y regresan a sus países transformados después del encuentro con Jesús. Como ellos, ocho jóvenes ingresan este año en el Seminario Diocesano. Vienen de todo el mundo, pero responden a una única llamada: llevar la Buena Noticia a todos los hombres y mujeres. Nos acercamos a conocer a los futuros sacerdotes de la Diócesis de Málaga.
Desde principio de curso, el Seminario Diocesano de Málaga cuenta con ocho nuevos ingresos, con lo que asciende ya a 22 el número de seminaristas en la Diócesis.
Este año, el número de jóvenes que ha decidido dar el paso de la vocación sacerdotal supera con creces al de años anteriores. Van de los 18 a los 30 años y aunque la mitad de ellos proceden de la provincia de Málaga, también hay quien llega desde Granada e incluso desde Honduras, Venezuela y Uruguay. Algunos reciben la llamada al sacerdocio tras haber pasado por el mercado laboral, haber estudiado una carrera o tener experiencia en la vida religiosa.
Desde el mes de agosto pasado, el equipo de formadores del Seminario está compuesto por el rector, Antonio Eloy Madueño; el superior y rector del Seminario Menor, Gerardo Salvador Martínez; y el director espiritual, José Emilio Cabra. Para ellos, la incorporación de los nuevos seminaristas supone un tiempo de agradecimiento, alegría y esperanza. «Agradecimiento al contemplar cómo el Señor cumple su promesa: “Os daré pastores según mi corazón” (Jr 3,15). Alegría, al descubrir la respuesta confiada de estos jóvenes; y esperanza en que el Señor llevará a término la obra iniciada en ellos» explica Antonio Eloy.
El reto, añade Madueño, es «que en los seminarios se puedan formar discípulos misioneros “enamorados” del Maestro, pastores “con olor a oveja”, que vivan en medio del rebaño para servirlo y llevarle la misericordia de Dios, siguiendo la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Papa Francisco».
Formación y discernimiento
En el Seminario emprenden un camino de formación teológica y pastoral, pero también de crecimiento y discernimiento espiritual. «El joven seminarista ha de ser formado de modo que su corazón y su vida estén de acuerdo con Jesús, Buen Pastor. Que llegue a ser un signo vivo del amor de Dios para el hombre de hoy, y que responda también a las exigencias e interrogantes profundas de nuestro tiempo».
José Emilio Cabra acompaña el proceso de discernimiento de un modo más cercano. Desde su experiencia, «el tiempo de Seminario se vive con muchos “movimientos interiores”: quien siente que Dios lo llama al sacerdocio experimenta, a la vez, ilusión, dudas, momentos de desánimo, de confianza en Dios… Al acompañante le toca, ante todo, “estar cerca”, disponible siempre para escuchar al seminarista y ayudarlo a discernir la señales de vocación: se trata de interpretar si esos signos son prueba de una llamada de Dios. Es una tarea preciosa, en la que uno es testigo -casi siempre, con asombro- del paso de Dios por la vida de alguien».
En el Seminario de Málaga se vive especialmente la presencia de San Manuel González. Como señala Gerardo Martínez, «él está en la Eucaristía de cada día, de donde sale toda la vida y de donde viene toda la vida, así lo transmitió él. La Eucaristía esta en las clases, en la comida, en el estudio, en las relaciones comunitarias, en los deseos de ser sacerdotes que acerquen a Dios a la gente, y de compartir y aliviar sus problemas para hacer felices a los pueblos como escribió San Manuel en la puerta de la capilla del Seminario».
Ana María Medina