Carta de Navidad del Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá. Nos hemos acostumbrado a la fiesta de la Navidad y la vivimos cada año sin percatarnos, tal vez, del significado tan profundo y hermoso que tiene. ¿Qué sería del hombre sin la Navidad? En las tinieblas de una noche de Belén el Nacimiento de un Niño cambia la situación del hombre y el curso de los acontecimientos de la historia.
Un gran profeta, Isaías, había anunciado varios siglos antes este singular acontecimiento: «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande» (Is 1, 1-2). Porque ese Niño no era un niño cualquiera, sino una “presencia” especial: la misma Luz que se acercaba a los hombres en forma humana. En la fragilidad de un Niño, de la estirpe de David, se encontraba la verdadera fuerza del mundo. La fe cristiana puede y debe manifestarse, aún hoy, en la realidad de este mundo, porque está fundada en la presencia personal de Dios en la historia, a través de Jesús de Nazaret. En Él se ofrece a todos los hombres, sin distinción de raza, color, cultura o lengua, el don de la salvación. La gracia de Dios actúa, de este modo, en la historia del hombre. La presencia divina es sanante y transformante. Se trata de un Amor gratuito y universal que, si es acogido, constituye la verdadera salvación para todo ser humano; salvación que continúa haciéndose historia en el presente, en pleno siglo XXI. Quien acoge la “Presencia” histórica de Dios, en el Hijo Amado, queda positivamente sorprendido y gratamente admirado.
El profeta Isaías, ante el hermoso espectáculo de Dios hecho hombre, percibido en su interior como una visión vaticinadora, animaba al regocijo, considerando que la presencia de Dios era motivo de gran alegría, como lo era la siega y la recolección de los frutos. Desde esa presencia divina benefactora se puede percibir la novedad, la fuerza existencial y los horizontes de significado que la Navidad trae consigo. Quien ha experimentado la “Presencia” personal de Dios goza de una alegría desbordante y se ve empujado internamente a manifestarla a los otros con obras, palabras y signos.
Nuestra sociedad elimina, cada vez más, los signos de la Navidad en nuestras ciudades. Muchas de las luces que se pueden contemplar en este tiempo son hermosos adornos, pero no hacen referencia alguna a la Navidad. Los cristianos podríamos devolver el sentido originario a esta hermosa y cálida fiesta con signos claros, gestos y palabras, sin excluir los adornos de las casas. Si una Estrella indicó el camino a los extranjeros, como sucedió a los tres magos, la presencia de Dios en un Niño puede darnos la fuerza para realizar un signo cristiano evidente, que exprese que también hoy es Navidad, para que otros puedan llegar a Belén, reconocer y adorar al Dios que se ha hecho pobre por Amor.
+ Jesús Catalá
Obispo de Málaga