«Revivamos el gran misterio de amor de Dios»

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía de Domingo de Ramos celebrada en la Catedral de Málaga el 28 de marzo de 2021.

DOMINGO DE RAMOS

(Catedral-Málaga, 28 marzo 2021)

Lecturas: Is 50, 4-7; Sal 21,8-9.17-24; Flp 2,6-11; Mc 14,1 – 15,47.

(Ciclo B)

El Siervo de Dios abre caminos de esperanza

1.- Con el Domingo de Ramos iniciamos la llamada Semana Santa, que es tiempo propicio para despertar en nosotros el deseo de unirnos a Cristo y de seguirle fielmente, gozando de su gran amor hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), expresado en la donación por nosotros hasta la muerte en cruz.

Los acontecimientos que propone el Triduo santo son la manifestación sublime del amor de Dios por el hombre. Dispongámonos, queridos hermanos, a celebrar con fruto esta Semana Santa, que el Señor nos regala.

Aprovechemos esta ocasión propicia para convertirnos y revivir el gran misterio de amor de Dios a los hombres.

2.- Hemos escuchado la narración de la pasión del Señor. Jesús entrega voluntariamente su vida; nadie se la arrebata (cf. Jn 10, 17-18). Es una muerte libre, dictada por el amor; es una muerte voluntaria, porque tiene poder para entregarla y recobrarla de nuevo (cf. Jn 10, 18); es una muerte soberana, porque Él es dueño de la vida; es una muerte de un inocente, porque Él no tiene pecado; y es una muerte redentora para toda la humanidad, porque Cristo es el único Salvador del mundo.

Jesús debe confrontarse con sus enemigos en un juicio; posee los medios necesarios para vencerlos, pero no quiere utilizarlos ni tiene necesidad de hacerlo, porque Dios mismo tomará a su cargo su defensa. Espera con alegría el momento del triunfo y de la glorificación de Dios; pero debe pasar por la experiencia de los tribunales corrompidos, del triunfo de la injusticia y del silencio aparente de Dios.

El Siervo de Yahvé abre caminos de esperanza; es capaz de animar al que está desanimado y decaído; puede sostener y levantar al inocente injustamente perseguido. Como dice Isaías: «Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento» (Is 50,4).

El justo perseguido se fía de Dios y es capaz de soportar los ataques de sus enemigos: «El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado» (Is 50,7).

3.- El profeta Isaías presenta unos fragmentos, conocidos con el título de “Cánticos del Siervo de Yahvé” (cf. Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-13,12), que tienen una extraordinaria belleza literaria y una gran profundidad teológica, centrados en un personaje particular con una singular misión.

El judaísmo no podía aceptar que el futuro Mesías estuviera sujeto al sufrimiento y a la muerte; para ellos era un escándalo. Pero el cristianismo afirmó abiertamente que Jesús de Nazaret fue juzgado injustamente, condenado y crucificado; de ese modo se cumplían las predicciones y las manifestaciones del Siervo de Yahvé.

Tal vez la figura del sufriente “Siervo de Yahvé” de Isaías pudiera referirse a algún personaje perseguido; pero la Iglesia lo ha identificado con Jesucristo crucificado y resucitado, el Mesías de Dios, el redentor de la humanidad.

Hoy se ha proclamado una parte del tercer cántico, en el que se presenta al Siervo como profeta y como sabio que está a la escucha de Dios. Realizar su misión le proporcionará graves dificultades y sufrimientos: «Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos» (Is 50,6).

4.- El autor de estos cánticos realizó su obra hacia el final del exilio del pueblo de Israel en Babilonia, que fue un momento histórico especialmente delicado y duro para el pueblo de Israel; un momento de dudas y de preguntas, de sombras y de esperanzas. En medio de una situación amenazadora surge este mensaje profundo y sobrecogedor, que quiere ser una respuesta directa a aquellos graves problemas. Estos mismos cánticos y esta misma esperanza valen para nuestro tiempo, tormentoso, aquejado de pandemia, asustado, problemático. Solo Cristo es la única esperanza de la humanidad.

La gran personalidad del Siervo de Yahvé realiza diversas tareas en el cumplimiento de su misión. La primera de ellas es profundamente humana: la tarea de consolar en nombre de Dios. Este Siervo alienta la vida del pueblo y abre caminos de esperanza.

5.- La Iglesia proclama esta lectura en el pórtico de la Semana Santa, en la que Jesús va a realizar la parte central de su misión a través de su Muerte y Resurrección. Es una palabra esperanzada para nuestro mundo roto y sufriente, que tanto necesita el consuelo en medio de las graves dificultades por las que atraviesa y que alcanza a todos los ámbitos de la vida humana, que no es respetada como merece.

El mensaje de Jesús es muy claro: ofrece la mansedumbre y la paciencia del discípulo y siervo de Dios ante la ignominia y la crueldad de este mundo violento, porque Dios está siempre en la «pasión» de su Hijo.

Los primeros cristianos descubrieron en estos cantos que el Mesías tendría que sufrir, si quería que su propuesta de salvación tuviera fuerza. Por eso su lectura es muy adecuada ante la proclamación de la Pasión del Señor en el domingo de Ramos. Esta lectura nos anima, nos consuela y nos conforta a todos nosotros; para que una vez consolados, podamos consolar a los demás. Aun sabiendo que el Mesías va a sufrir la cruz, sabemos que Dios-Padre acepta la ofrenda de su Hijo y lo resucita.

Pidamos a Dios que sepamos penetrar en su misterio de amor y unirnos a la pasión de su Hijo, que entregó su vida por todos nosotros y cada uno de nosotros. Amén.

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