Navidad. Contempla, celebra y comparte

Queridos diocesanos, hermanas y hermanos de Málaga y Melilla:

No sé si sois de los que acogen la Navidad con ilusión o de los que esperan que llegue cuanto antes el día siete de enero; pero, en cualquier caso, os invito a vivirla con la intensidad que merece, conjugando tres verbos.

Contemplar. Leed el Evangelio del nacimiento de Jesús o contemplad un Belén como si estuvierais presentes en el establo donde Jesús nació: mirad a Jesús como María y José, imaginad los olores de aquel lugar, acoged con ternura al recién nacido, acariciad su piel y dejad que su manecita se agarre a la vuestra. Este ejercicio, tan propio de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y aparentemente infantil, conseguirá que el misterio de Dios se introduzca en vuestra sensibilidad y vaya moldeando vuestra vida.

Al arrodillarnos ante el pesebre de Belén, aprenderemos que los colores del verdadero amor son la compasión, la cercanía y la paciencia. Dejemos que el Niño Dios nos mire y en sus ojos veremos reflejado el ser de Dios y su amor por la humanidad. Dios se hizo pequeño y entró en la historia humana con la lógica del amor: no humilla a los que ama, sino que los eleva; no se impone, sino que se ofrece. Es el Enmanuel, “Dios-con-nosotros”, la Palabra hecha carne.

Celebrar. El Hijo de Dios nace en el seno de la familia de María y José y es reconocido por unos pobres pastores, que celebran su presencia con alegría. Hoy, el misterio de Dios encarnado se hace visible en vuestras familias y en vuestras comunidades cristianas.

Cuando nos acercamos a cada hermano y hermana con sinceridad y sin prejuicio, cuando nos escuchamos y nos perdonamos, cuando brindamos juntos por tantas cosas buenas que Dios nos regala, Jesús vuelve a nacer entre nosotros, crece la fraternidad, y la fraternidad despierta la esperanza.

Compartir. Quien se acerca a Jesús Niño aprende a estar cerca de los demás, especialmente de los pobres, los descartados y los frágiles. Él, que nació en un establo y se vio obligado a emigrar a Egipto, nos desinstala de nuestra comodidad y nos pone en camino hacia el hermano. No celebraremos la Navidad si no nos acercamos a quienes viven en la intemperie de la vida. Por eso, Cáritas nos invita a comprometernos para que tener una vida digna deje de ser una cuestión de suerte.

Al encontrarnos con los pobres, no sólo les llevamos alguna ayuda, sino que en ellos nos encontramos con Jesús. Ellos son la manifestación –la epifanía– cotidiana de su presencia en medio de nosotros. Si queréis ser amigos de Jesús, haceos amigos de los necesitados, acompañadlos con humildad, escuchad sus historias con respeto y veréis cómo Dios os salva desde ellos.

Que esta Navidad, hermanas y hermanos, nos haga más contemplativos, más fraternos y más solidarios.

+ José Antonio Satué
Obispo de Málaga

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