Navidad, anuncio de salvación

Homilía de Mons. Jesús Catalá, Obispo de Málaga, en la Misa del día de Navidad

NAVIDAD
(Catedral-Málaga, 25 diciembre 2016)
Lecturas: Is 52,7-10; Sal 97,1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1,1-18.
Navidad, anuncio de salvación

1.- Pregón de victoria
Hoy es el hermoso día en el que celebramos la Navidad, el Nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros. El profeta Isaías nos presenta una bella imagen: un mensajero anuncia buenas noticias y pregona la victoria del Señor: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia buenas noticias, que pregona la victoria, que dice a Sión: Tu Dios reina!» (Is 52, 7).
Este pregón o evangelio es anuncio de victoria y de poder: el Señor Dios reina. El término “evangelio” es anuncio de alegría, porque Dios llega con poder (cf. Is 40,9-10) y no ha olvidado a su pueblo. Al pueblo de Israel le parecía como si Dios se hubiera retirado de la historia y abandonado a sus fieles, que habían ido al exilio. Sin embargo, está presente y actúa con el poder de su brazo victorioso.
Dios ha roto las cadenas del exilio y, después de una larga noche, ofrece el retorno a su pueblo, renovando la historia de su amor.
Por eso el profeta Isaías dice: «Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios» (Is 52, 9-10). Ésta es la gran noticia de la Navidad: Dios está con nosotros y trae la victoria y la salvación.
2.- Significado del término “evangelio”
El vocablo “evangelio / evangelizar” en su sentido profano indica un mensaje que viene del emperador y come tal trae bienestar y renovación; se trata de un “mensaje” de fuerza y de poder.
La literatura bíblica acepta este significado, aplicándolo al verdadero Emperador del mundo, Jesucristo, que «es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1,24); que se hace cercano a nosotros y nos habla como Verbo de Dios, como la Palabra definitiva que Dios da a los hombres.
Existe una tendencia hoy día a describir la Navidad como una fiesta pagana, en la que se celebra el cambio de luz, el “solsticio de invierno”, o la fraternidad humana. Las razones que pudo tener la Iglesia para situar la fiesta de la Navidad en esta época del año pueden ser varias.
Pero lo cierto es que Cristo es celebrado por la fe cristiana como “Sol invicto”, que nace de lo alto (cf. Lc 1,78) y no tiene ocaso; no es celebrado como solsticio, que se repite cada año. También es celebrado como Luz del mundo (cf. Jn 8,12).
Cristo ha superado en poder de modo incomparable a todos los césares, emperadores y reyes del mundo. La fuerza de Cristo no es física, ni radica en el poder de las armas, del dinero u otros elementos; la fuerza que trae Cristo es el amor, porque él es “Amor”; y porque el amor es, queridos hermanos, la única fuerza que transforma a la humanidad, hace crecer al hombre y lo madura; esa es la gran fuerza de amor que nación en Belén. No necesita otros apoyos materiales y tiene un poder infinito.
Ninguno de los grandes y poderosos de la historia vive ya; los césares ya no existen, los emperadores cayeron. Ninguno de los poderosos ha obtenido la victoria sobre el pecado y la muerte; todos han muerto y no han dado vida a sus súbditos.
Solo Jesucristo es el vencedor poderoso. Él es el único y definitivo “Evangelio”; Él es la Buena Noticia. Como dice el papa Francisco: “Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), Él es la Buena Noticia, pero su riqueza y su hermosura son inagotables” (Evangelii gaudium, 11). Estas riquezas no acaban, ni acabarán.
3.- Dios ha roto su silencio
Mucha gente se hace la pregunta de si Dios existe, porque parece que no habla ni actúa en la vida de los hombres; sobre todo cuando ocurren desgracias y calamidades. Parece que Dios esté escondido y callado; o que no está.
Dios, sin embargo, rompe el silencio en la historia y se escucha la Buena Noticia, el “evangelio” de la intervención poderosa de Dios en la historia del hombre.
Como dijo el papa emérito Benedicto XVI: “Dios ha roto su silencio, Dios ha hablado, Dios existe. Este hecho como tal es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios con nosotros, el Dios que nos muestra que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita. Esto es el Evangelio mismo. Dios ha hablado; ya no es el gran desconocido, sino que se ha manifestado a sí mismo y ésta es la salvación” (Meditación en la XIII Asamblea general del Sínodo de los Obispos, Vaticano, 8.10.2012).
A los contemporáneos nuestros, queridos fieles, que se hacen la pregunta sobre la existencia o el silencio de Dios, hemos de responderles que Dios ya ha hablado en su Hijo Jesucristo y se ha manifestado en la historia, trayendo la salvación. Ya no es necesario decir más cosas, para que el hombre pueda salvarse. No hace falta ya más revelación, porque Cristo es la revelación plena de Dios. Ya lo ha dicho todo en su Hijo Jesucristo. No hacen falta ya nuevas revelaciones; no vayáis detrás de nuevas revelaciones, pues ya no existen. Ésta es la Palabra última y definitiva de Dios: el Verbo, Jesucristo.
4.- Dios se ha revelado en su Hijo Jesucristo
La carta a los Hebreos nos recuerda el proceso lento y largo, en el que Dios ha ido manifestándose y hablando al género humano: «En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas» (Hb 1,1).
También ha hablado a través de las obras de la creación, que nos muestran la belleza, la armonía y la bondad como atributos de Dios. El ser humano, mediante la capacidad de su razón, puede descubrir la existencia de Dios (cf. Sab 13, 1-9); con tal que se quite las vendas de los ojos.
Pero en la plenitud de los tiempos, cuando plugo a Dios, «en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo» (Hb 1, 2). Cristo es «reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa» (Hb 1, 3).
Por esa razón la Navidad nos invita a adorarlo, hecho Niño en Belén: «Cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios» (Hb 1, 6). Navidad es adoración a Dios; es contemplación del Misterio revelado en Cristo; es escucha de su Palabra revelada; es alegría por la victoria de nuestro Dios. ¡Vivamos la Navidad, contemplando y adorando a quien asume la naturaleza humana por amor a nosotros!
Contemplemos la gloria del Verbo hecho carne: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14).
En este tiempo navideño Jesucristo nos invita con su ejemplo a compartir generosamente con los más necesitados los bienes que la providencia divina nos regala. Agradecemos la generosidad y la colaboración de tantos cristianos y gente de buena voluntad, que comparten con alegrí
a sus recursos con los más pobres y necesitados. Esto debe ser un gesto de todo el año, pero es un gesto especialmente apropiado en la Navidad, a ejemplo del Hijo de Dios, quien siendo rico se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8,9).
¡Que la Fiesta de Navidad sea una ocasión propicia para contemplar el Misterio de amor, que Jesús, nacido en Belén, nos manifiesta! ¡Feliz Navidad a todos! Amen.

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