Carta del Obispo de Málaga, D. Antonio Dorado Soto, con motivo de la Pascua del Enfermo. Cuando repasamos la historia de la Iglesia, descubrimos que algunas de las figuras más sorprendentes, por la profundidad de su fe y por la irradiación apostólica de sus vidas, han sido enfermos crónicos.
Entre otros, santa Liduvina, patrona de los enfermos crónicos, que se fracturó la espina dorsal cuando tenía 15 años, mientras hacía deporte con un grupo de amigos. Después de unos años de rebeldía contra Dios, encontró la fe y se convirtió en un apóstol para sus familiares y paisanos. Otro ejemplo, más cercano en el tiempo, es santa Gema Galgani, hija de un farmacéutico, que volvía locos a los médicos que la trataban y que, con los años, ha llegado a ser un modelo formidable para las personas enfermas, que acuden a su intercesión. No son las únicas, pero seguramente son las santas más conocidas entre quienes han vivido situaciones de enfermedad.
Ambas nos han enseñado que los enfermos no son únicamente personas a las que la Iglesia tiene que cuidar con delicadeza y con esmero, sino “piedras vivas” de la comunidad cristiana, que vertebran el templo místico de Dios, y de las que tenemos que aprender los demás miembros.
Descuidar la posibilidad de que los enfermos cultiven su fe y la vivan con hondura, nos priva de su fecunda contribución al apostolado, con su oración asidua y con la ofrenda de su cruz. No debemos olvidar que constituyen una parte importante de la Iglesia y que nos pueden dar ejemplo para vivir con esperanza cristiana las situaciones difíciles.
Por otra parte, ofrecer todo el apoyo necesario a los miembros que necesitan más ayuda, es un signo elocuente de la autenticidad de las comunidades cristianas.
En algunos casos, esta ayuda puede consistir en resolver trámites burocráticos y acompañarlos al médico; con frecuencia, en ofrecerles compañía y escucha; a veces, en anunciarles el Evangelio, para que descubran el sentido de su situación a la luz de Jesucristo crucificado; lo más corriente, es llevarles la comunión, que alimenta su fe y fortalece su esperanza; y siempre en darles noticias de la comunidad a la que pertenecen y en pedirles oraciones.
Si en toda ocasión se ha elegido para esta tarea a personas que se distinguen por su delicadeza y su discreción, en la actualidad disponemos de recursos suficientes para ofrecer a los miembros de Pastoral de la Salud la formación adecuada, tanto en psicología como en espiritualidad evangélica. Al abrirnos las puertas de su casa para que los visitemos, los enfermos y sus familias depositan en nosotros una confianza que nunca debemos defraudar. Es el caso de algunos enfermos crónicos y de numerosos ancianos que no se pueden valer por sí mismos.
Además, es imprescindible la visita periódica del sacerdote, para que las personas que lo deseen puedan recibir el sacramento del perdón y descubrir su conciencia a quien la Iglesia ha dado la potestad de perdonar los pecados en nombre de Jesucristo. Su visita no resta importancia a la de los otros miembros de la comunidad, y siempre alegra al enfermo, que se ve querido y valorado.
Dado que vamos a celebrar la Pascua de los Enfermos en vísperas del mes de mayo, tened en cuenta que nuestra Madre, María, es “Salud de los Enfermos”, y animadles a rezar cada día el santo rosario, enseñándoles a hacerlo cuando sea necesario. Pues como sabéis, el amor de la Virgen alivia los dolores del espíritu y, con frecuencia, los del cuerpo.
+ Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga