Carta semanal de D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga, sobre hermandades y cofradías. Las agrupaciones de Hermandades y Cofradías, presentes en diversos lugares de la diócesis, están llamadas a ser un elemento dinamizador del catolicismo popular, en cuanto que aúnan criterios y voluntades de esta expresión de fe tan arraigada entre nosotros y tan compleja, y reavivan la vida cristiana de todos sus miembros. En medio de los profundos cambios culturales de la sociedad, los católicos necesitamos acentuar la comunión dentro de la Iglesia y sentir con la Iglesia, pues compartimos una misma fe, una misma moral y una misma liturgia. Si es verdad que nadie es imprescindible, todos somos importantes para proclamar el Evangelio y para edificar la Iglesia, como piedras vivas del templo de Dios. Lo sabéis muy bien los cofrades y es necesario que pongamos de manifiesto que el Credo que confesamos, los valores que tratamos de vivir y la liturgia que celebramos no están a merced de la moda ni de grupos particulares, que se alejan de la Iglesia con el vano pretexto de ser más fieles al Evangelio. Porque la Palabra de Dios tiene su hogar en el seno de la Iglesia y nunca al margen de la misma.
En este sentido, me dirijo también a vosotros para alentar vuestra contribución y vuestros desvelos en favor de la tarea evangelizadora, pues como dice el Proyecto Pastoral Diocesano que hemos elaborado y aprobado entre todos, “el catolicismo popular manifiesta explícitamente una fe en Jesucristo y en la Virgen María, aunque necesite ser formada”. De ahí la gran importancia de las agrupaciones de Hermandades y Cofradías, como la de Ronda, para impulsar a los cofrades a ser testigos y trasmisores del Evangelio. Es verdad que la fe de muchos, como la de todo cristiano, necesita hoy ser formada, actualizada y purificada, para evitar el sonrojo que producen aquellos que se proclaman cristianos y recomiendan hasta al mismo Papa y a los Obispos que aprendan el Evangelio. Indirectamente admiten que no comparten la fe que confesamos, ni la moral que deriva del Evangelio, ni la Liturgia que celebramos.
Sé bien que no es vuestro caso, queridos cofrades rondeños. Pero dado que sois un grupo significativo de nuestra Iglesia local, os aliento a que continuéis profundizando en la fe del Señor, tal como la propone nuestra Santa Madre Iglesia, y a que sigáis promoviendo el amor a la misma. Durante mis años de servicio en la diócesis de Málaga, he podido observar vuestra entrega, vuestra capacidad de sacrificio y vuestra constancia para dar culto y sacar a la calle a vuestros Santos Titulares. Hoy os pido que pongáis ese mismo celo en la actualización de vuestra fe y en vuestras celebraciones litúrgicas.
Porque es necesario que los seguidores de Jesucristo no caigamos en tentación: la tentación de dejarnos llevar por las modas y por una especie de “religión a la carta”, que constituye la peor amenaza para la fidelidad al Señor.
La comunidad cristiana os necesita también en el siglo XXI y cuenta con vosotros para mantener viva la antorcha del Evangelio, para dar a todos razón de vuestra esperanza y para testimoniar vuestro amor a Jesucristo y, con él, a todos los hombres, empezando por los más necesitados. Contáis con solidez de la fe recibida y con la fuerza de la oración, que, en palabras de san Juan Crisóstomo, “es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres” por lo que “quien la saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, como en un fuego ardiente que inflama su alma”. El alma de los cofrades de Ronda, que siempre se caracterizaron por ser fieles hijos de la Iglesia.
+ D. Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga