Homilía del obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá
Lecturas: Gn 1,20 – 2,4; Sal 8, 4-9; Mc 7,1-13.
1.- Hemos escuchado el relato del libro del Génesis sobre la creación. La fe cristiana profesa que Dios es el único Creador, que ha creado las cosas de la nada. El hombre es el culmen de la creación. Contemplar la Creación nos puede ayudar en nuestra tarea.
Solo Dios crea. El hombre actual, con los adelantos de la ciencia, considera que crea cosas; pero en realidad, solo inventa. “Inventar” es sencillamente “encontrar” (in-venire). Dios crea y el hombre encuentra lo que ya existía previamente. Pero la tarea de inventar o de encontrar es importante.
Esta tarde el ponente nos hablaba de unas “competencias”, que deberíamos tener nosotros en el trabajo de acompañamiento en el duelo o en la enfermedad. Las competencias pueden ser de distinto tipo; en realidad corresponden a las facultades o a los aspectos de la inteligencia humana. En las últimas décadas se habla de inteligencia memorística, emocional, relacional, integradora.
2.- Como personas con la missio de acercarse al hombre en su realidad concreta, tenemos una asignatura pendiente: conocer mejor la creación, sobre todo al ser humano en todas sus dimensiones: inteligencia, sentimientos, emociones, relación, capacidad creativa, fantasía, y otros muchos aspectos.
Si conociéramos mejor todos estos aspectos, nos acercaríamos de una manera más adecuada al ser humano. Nuestro ministerio sacerdotal nos pide que acerquemos dando una mejor respuesta a la persona que pide nuestra ayuda. Y no sólo a la persona que se encuentra en situación de enfermedad, de dolor, o de duelo por la muerte de un ser querido. La persona que pide nuestra ayuda puede encontrarse en una situación humana normal.
Si conociéramos mejor qué piensa esa persona, qué siente, qué deseos tiene, qué necesidades, qué preocupaciones, daríamos una respuesta más adecuada a su situación. Es muy importante estar a la escucha, como nos ha repetido el ponente. Hay que saber escuchar, conocer la realidad, descubrir qué me pide la persona que se acerca a mí. A veces expresan con gestos silenciosos sus necesidades, aunque no les oigamos; lo pueden expresar con la mirada, con las manos, con toda su corporeidad. Es ésta una asignatura que necesitamos trabajar, para ejercer mejor la tarea de acompañar. Hemos de saber estar con el otro, saber escuchar, saber acoger.
3.- Respecto al Evangelio de hoy, conviene remarcar que por donde pasaba Jesús los enfermos acudían a Él y quedaban sanos. Los sacerdotes tenemos buenos instrumentos; y no me refiero sólo a capacidades cognitivas, dotes personales, facultades, que ciertamente son importantes; sino que los sacerdotes tenemos, además, el don y la gracia de Dios para curar, para realizar la “missio” que nos ha sido encomendada. Jesús curaba a quienes le tocaban, a quienes se acercaban a Él, a quienes les imponía las manos, a quienes bendecía.
Nosotros estamos muy cerca de personas enfermas, que sufren; y, ¿cómo ejercemos el ministerio sacerdotal, que Jesús nos ha confiado para curar y sanar desde dentro? No me refiero a una curación física de una enfermedad. Hemos de saber aceptar y apreciar al otro en el sufrimiento y desde el sufrimiento.
Da la impresión de que perdemos muchas oportunidades de salir de un encuentro del otro, de hacer una visita domiciliaria o una visita hospitalaria. Quien recibe esa visita, sale más sano desde dentro, más reconfortado; y no por nuestra presencia, sino por el don de nuestro ministerio. Tal vez siga con la misma enfermedad o incluso empeore después de nuestra visita; pero puede quedar interiormente mejorado y reconfortado para afrontar mejor la enfermedad.
En resumen, tenemos dos asignaturas pendientes, queridos sacerdotes. En primer lugar, conocer mejor al hombre, que es el destinatario de nuestro ministerio, de nuestra entrega y de nuestra misión; y, en segundo lugar, saber acompañar y escuchar a quien se encuentra en situación de enfermedad física, en estado psicológico deprimido, o en situación espiritual necesitada.
Tengamos presente que las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, curan, sanan y salvan. Le pedimos al Señor que nos ayude en esta hermosa tarea. Amén.