Inmaculada Concepción de la Virgen María

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga en la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, en la Catedral de Málaga.

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
(Catedral-Málaga, 8 diciembre 2019)
Lecturas: Gn 3, 9-15.20; Sal 97, 1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38.
El “sí” de María cambió la historia de la humanidad
1.- Nuestros primeros padres, Adán y Eva, desobedecieron a Dios al comer la fruta del árbol prohibido. Como hemos escuchado en la lectura del libro del Génesis, el Señor Dios preguntó a Adán: «¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?» (Gn 3, 11).
Adán respondió acusando a la mujer; y ésta, a su vez, acusó a la serpiente (cf. Gn 3, 12-13). Desde aquel momento hubo hostilidad entre la descendencia de los primeros padres, es decir, toda la humanidad, y el linaje de la serpiente, que simbolizaba el mal (cf. Gn 3, 15).
Acababa de iniciarse una guerra encarnizada entre el tentador del mal y el ser humano; guerra que continúa abierta y vigente. Dentro de cada uno de nosotros experimentamos la tentación del egoísmo, del desprecio del otro, del endiosamiento propio, de la lejanía del amor de Dios. El ser humano se encuentra dañado y roto por el pecado. Pero Dios no abandonó a su suerte a la humanidad caída, sino que hubo una primera promesa de salvación, llamado “protoevangelio”; hay una promesa de que esta humanidad será redimida por el linaje de la mujer.
El Señor, al igual que preguntó a Adán, nos pregunta hoy: «¿Dónde estás?» «¿Qué has hecho?». Nuestra respuesta debería ser como la de la Virgen María, cuya fiesta celebramos hoy: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Aquí estoy para adorarte y servirte; para obedecerte. No hagamos como Eva, que se excusa y desobedece el mandato divino. Donde hubo una desobediencia al principio de la humanidad, una obediencia en la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4) sanará el alma de la humanidad.
2.- Cuando el hombre se aleja de Dios, pierde su dignidad y se envilece. Muchos no se lo creen; pero algunos pensadores actuales, que estaban a favor del ateísmo y de la muerte de Dios, están verificando que cuando la sociedad se aleja de Dios se encuentra cada vez peor. Empiezan a sostener que es necesario que el cristianismo se mantenga, porque sana la sociedad y la renueva.
Cuando Dios entra en la vida del ser humano, su vida queda realzada y ennoblecida; pasa de una actitud egoísta y enrocada a una actitud generosa y de apertura hacia los demás.
San Pablo nos recuerda que somos esclavos del poder del pecado: «En efecto, no entiendo mi comportamiento, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco (…). Ahora bien, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí» (Rm 7,15.17).
La Inmaculada Concepción, criatura llena de Dios, sin mancha de pecado, pone su vida en dirección hacia Dios y hacia los demás; no se mira a sí misma, ni tiene en cuenta sus propios planes; no le importan las dificultades que tiene que sortear, ni se para ante los obstáculos; camina sin cesar a contracorriente, teniendo siempre presente en su horizonte a Dios y a los demás.
3.- La Virgen María, nueva Eva, responde fielmente a la voluntad de Dios y queda enriquecida de su presencia. El “sí” de María cambió la historia de la humanidad, que estaba dañada y corrompida, porque el Hijo de Dios pudo encarnarse, acercarse al ser humano y asumir la naturaleza humana para sanarla.
La Inmaculada Concepción hace una propuesta de vida para los hombres de todos los tiempos y, por tanto, para todos nosotros. En este momento histórico de la humanidad se vive con inseguridad; faltan valores que fundamenten el sentido de la vida; predomina un desprecio por la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural; no se valora la vida humana; se pisotean derechos humanos fundamentales; se busca la felicidad en simples goces efímeros; se enaltece de manera exagerada el derecho a la propia libertad, a la propia autonomía y a la autodeterminación, prescindiendo del bien común.
La actitud humilde y obediente de la Virgen Inmaculada es modelo de vida para todos. El “sí” de María debe estimularnos para dar un claro y rotundo “sí” a Dios; un “sí” a la vida humana; un “sí” al respeto de la creación; un “sí” a la verdadera libertad; un “sí” a la acogida del hermano, sobre todo del más necesitado; un “sí” al bien común, el de todos y no solo el de unos pocos.
4.- Hoy damos gracias a Dios por las maravillas realizadas en María, “la sin-mancha”, la llena de gracia, la Inmaculada. Con el Salmo podemos cantar «al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas» (Sal 97,1). Dios ha hecho maravillas en María, en la humanidad y en cada uno de nosotros.
La humanidad entera y «los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios», como hemos cantado en el Salmo (Sal 97,3).
Alabemos y demos gracias a Dios, «Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1, 3).
Gracias a la maternidad de María hemos sido llamados a ser hijos de Dios, porque «nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos» (Ef 1, 5); porque nos ha dado «a conocer el misterio de su voluntad» (Ef 1, 9).
Ensalcemos y veneremos a María, que respondió al anuncio del ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
5.- En esta fiesta de la Inmaculada van a recibir los ministerios de Lector y de Acólito algunos seminaristas, que se preparan para ejercer el ministerio sacerdotal en nuestra Diócesis.
Los nuevos lectores son: Daniel y Álvaro; y los acólitos: Aarón, Santiago, Juan Manuel, Rafael y Eduardo.
Al igual que la Virgen Inmaculada escuchó la Palabra de Dios acogiéndola en su corazón y se mantuvo en actitud de servicio, el Señor os llama a desempeñar un servicio eclesial, que os prepare para ejercer en el futuro el sacerdocio ministerial.
Responded vuestro “sí” al Señor de la mano de María, uniéndolo al “sí” que ella pronunció; y mantened vuestro “sí” durante toda vuestra vida. Nuestro mundo necesita testimonio, ejemplo y modelo de que el amor es para siempre; tanto en el matrimonio como en el sacerdocio.
El papa Francisco celebra el próximo 13 de diciembre el Cincuenta Aniversario de su ordenación sacerdotal. Él nos repite muchas veces: “No os olvidéis de rezar por mí”. Pedimos al Señor que lo guíe, lo ilumine y lo sostenga en su misión como Obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal.
¡Que la Inmaculada Concepción de la Virgen María interceda por nosotros y nos proteja en nuestro camino de esperanza salvación! Amén.

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