Homilía en la declaración de Ntra. Sra. del Carmen como patrona de la ciudad de Marbella

El Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, ha destacado en la Eucaristía celebrada con motivo de la proclamación de la Virgen del Carmen como patrona de Marbella que la Hermandad de la Virgen del Carmen ha colaborado con las «Caritas» parroquiales de la ciudad para que puedan seguir ofreciendo su ayuda a los más necesitados y ha pedido la protección maternal de María para todos los hombres de cualquier raza, lengua, cultura o religión.

1. La ciudad entera de Marbella se regocija hoy por la proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona local. El arcipreste solicitó este Patronazgo en nombre de las parroquias, de las asociaciones y cofradías, de las instituciones civiles y autoridades, de las diversas realidades sociales, de los marineros, y de todos los fieles y devotos de la Virgen del Carmen. ¡Grande y profunda es en Marbella esta devoción! La Iglesia acoge con respeto y cariño la voz de sus fieles, que expresan los sentimientos que salen de su corazón. Un gran clamor ha ido creciendo en esta ciudad, que subía hasta el cielo anhelando tener como Patrona a quien ya honraba y veneraba desde tiempo inmemorial.

2. La piedad popular mariana expresa lo muy arraigada que está en el alma marbellí la presencia benefactora de la Virgen del Carmen, cuya imagen forma parte de sus sentimientos religiosos, de su vida y de su cultura; esta religiosidad no es hija de la cultura, sino la madre y la inspiradora de la misma. La religiosidad popular, ubicada en el Mediterráneo, que venera a la Virgen María no celebra, como algunos quieren interpretar, una diosa-madre, transformada después en la Madre de Jesús. La Virgen María, queridos fieles, no es un mito, ni una deidad ancestral, sino una figura histórica, original y propia del cristianismo; es la madre histórica de Jesús de Nazaret. Aceptar como Patrona a la Virgen del Carmen significa, expuesto en tres ideas, que se la ama como madre, se la invoca como intercesora y se le acepta y obedece como maestra.

3. En primer lugar, aceptarla como Madre. El pueblo cristiano ha experimentado la solicitud maternal y la cercanía de la Madre del cielo; bien lo sabéis todos vosotros. La fe popular se siente profundamente implicada en esta maternidad divina, porque por medio de ella ha recibido al Salvador del mundo, al Redentor de los hombres.

El pueblo vive intensamente lo que dijo san Ireneo sobre la Virgen María: «Lo que Eva ató por incredulidad, la Virgen María lo desató por su fe» (Adversus haereses, lib.V, cap.22). María introdujo en el mundo con su maternidad muchos más bienes, que males introdujo Eva con su desobediencia. Esta conciencia de la dignidad de María ha llevado al pueblo rezar oraciones como la Salve en la que se proclama a María «Madre de misericordia».

La dignidad de Madre de Dios, como dice el Concilio Vaticano II, fue la razón por la que el Altísimo, ya desde el primer instante de su concepción, la llenó de gracia y la dotó de la prerrogativa de una singular santidad, como convenía a la dignidad de Madre de Dios. Los santos padres y doctores de la Iglesia han insistido en que la santidad de María es la que corresponde a su condición de Madre de Dios y han visto esta santidad afirmada en la salutación angélica, en la que se llama a María «llena de gracia» (cf. Lumen gentium, 56). María no solamente no tuvo ningún pecado, ni original ni personal, sino que estuvo llena completamente de la gracia del Señor. ¡Queridos hijos de Marbella, que hoy aclamáis a la Virgen del Carmen como Patrona vuestra, amadla como buena Madre, porque es la Madre de nuestro Salvador y Redentor!

4. La Virgen del Carmen es también medianera de la gracia. El texto del libro de Ester, que ha sido leído en la asamblea, presenta el momento en que el pueblo judío se encontraba desterrado en Babilonia y pesaba sobre él un decreto de condena a muerte. Este pueblo es figura de la humanidad, que vivía desterrada del paraíso terrenal a causa del pecado de Adán (cf. Gn 3, 24), pesando sobre su cabeza una condena a muerte eterna. La reina Ester, figura de la Virgen María, intercede ante el rey Asuero, para que no perezca el pueblo judío. María, la Virgen del Carmen, la Madre del Señor, intercede ante su Hijo Jesucristo en favor de sus hijos adoptivos, que vivimos desterrados en este valle de lágrimas. La Virgen del Carmen intercede por sus hijos marbellíes, para sostenerlos en todas sus tribulaciones.

5. Medianera de la gracia es la Virgen María, porque estuvo asociada a Cristo en la obra de la redención y de la salvación y acompaña a sus hijos, para que lleguen a la patria celestial (cf. Lumen gentium, 61). La intercesión de María se desprende de la única mediación divina de Jesucristo, que no queda oscurecida ni menguada, como dice el Concilio Vaticano II, que expuso ampliamente la función de santa María en el misterio de Cristo y de la Iglesia y explicó cuidadosamente el significado y el contenido de la «mediación» de la santísima Virgen (cf. Lumen gentium, 60).

María, la llena de gracia y misericordia, está también llena de poder, porque desde el cielo ella distribuye los tesoros de la gracia divina en concordancia perfecta con la voluntad de Dios. La Virgen misericordiosa es Virgen poderosa. Marbella quiere tener la protección y el patronazgo de la Virgen del Carmen, para disfrutar de los tesoros de la gracia divina. ¡Felicidades, querido pueblo de Marbella! El pueblo fiel ha venido recitando la oración de san Bernardo, en la que rezamos: «Jamás se ha oído decir que ninguno que ha acudido a nuestra protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado de Vos».

«¡Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado!», nos ha dicho el Señor Jesús (Jn 16, 24). ¡Queridos fieles, pedidle a la Virgen del Carmen las gracias que deseáis obtener de su Hijo Jesucristo, en orden a vuestra salvación. Pero no pidamos caprichos egoístas; cuando los hijos piden a sus padres algo que les pueda dañar, no se lo dan; pero si piden cosas que son buenas y las necesitan, los padres se vuelca. La Virgen del Carmen hace lo mismo. Ella, como madre solícita, conoce todas nuestras necesidades particulares, familiares, comunitarias y sociales. De nuestros labios debe salir cada día la oración de petición de su intercesión como Madre nuestra y decirle: Virgen del Carmen, ruega por nosotros.

6. Y, finalmente, tener por Patrona a la Virgen del Carmen implica obedecer sus consejos de maestra y madre. En el evangelio de hoy hemos visto cómo actúa la Virgen María en las Bodas de Caná de Galilea. El vino se había terminado y la fiesta peligraba. La Madre de Jesús está siempre atenta a cualquier detalle y acude a resolver todo problema. Se lo dice a su Hijo, pero éste responde que su hora no había llegado todavía (Jn 2, 4). Entonces ordena a los sirvientes que hagan lo que su Hijo les indique y les dice: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). Y ellos así lo hicieron. El resultado fue el primer milagro de Jesús, hecho a instancias de su Madre; de este modo, el agua quedó convertida en un añejo y sabroso vino. La Virgen nos dice también hoy a nosotros: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). ¡No seamos remisos ni vacilantes en cumplir los mandatos y exigencias del Señor!

El camino del cristiano, como sabéis, no es, precisamente, un camino de rosas; pero resulta muy fecundo y gozoso cuando uno se adentra en él y sigue como discípulo a Jesús. Los frutos de obedecer a Jesús, el Señor, pueden parecerse al de convertir el agua en vino: nuestra pobreza se puede convertir en riqueza, nuestra debilidad en fuerza, nuestro miedo en valentía, nuestro pecado en perdón y misericordia. Nos hace falta el vino añejo y bueno de Jesús, para celebrar la vida con un poco más de chispa y alegría. Todo santo debe ser un santo alegre. No puede haber un cristiano triste, porque tiene el don del Espíritu, tiene el efecto del vino añejo, que Jesús nos ha dado; tiene la Eucaristía, pan y vino, como alimento y bebida.

7. ¡Qu
eridos hijos de Marbella, os felicito por este gran acontecimiento, que marca una pauta en vuestra historia! Todos habéis colaborado a la puesta en marcha de esta hermosa fiesta del Patronazgo de la Virgen del Carmen sobre la ciudad de Marbella. Las parroquias han potenciado la devoción mariana, las asociaciones e instituciones han apoyado la iniciativa, y los fieles devotos han afianzado su fe y su confianza en la Madre de Dios y madre nuestra.

Habéis realizado, además, unos gestos que os honran. La Hermandad de la Virgen del Carmen, con motivo de la proclamación de su Titular como Patrona de Marbella, ha colaborado con las «Caritas» parroquiales de la ciudad, para que puedan seguir ofreciendo su ayuda a los más necesitados; es un hermoso gesto de caridad fraterna, que honra a toda la comunidad y, de modo especial, a la Hermandad.

También habéis construido, con la colaboración de mucha gente, el Retablo de la Virgen, que hemos bendecido al inicio de la Eucaristía. Me consta que la Cofradía de Pescadores ha cooperado con generosidad con la aportación de los hombres del mar, con su trabajo y cariño a la Virgen. ¡Gracias a todos vosotros por estos dos gestos, que habéis realizado a la Madre y Patrona de Marbella!

Declaramos hoy Patrona de Marbella a la Virgen del Carmen. Cuando realizamos este acto de filial devoción, queremos expresar nuestro amor a la Madre, nuestra oración y súplica a la Intercesora y nuestra obediencia a la Maestra.

Con este gesto de amor queremos también pedir su protección e intercesión maternal por todos los hombres de cualquier raza, lengua, cultura o religión. Aquí puede venir a suplicarle y a venerarla, cualquiera que lo desee; las puertas de la parroquia de la Encarnación están abiertas a todo peregrino, a todo fiel, a todo devoto, a todo extranjero o turista, que quiera rezarle en su propia lengua a la Patrona. La Virgen es madre de todos; quien pise Marbella la tiene también como Patrona. Termino con una breve oración: «¡Virgen del Carmen, Patrona de Marbella, ruega por nosotros!» Amén.

Enlace al audio de la homilía pronunciada por el Obispo de Málaga.

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