CONCESIÓN DE LA MEDALLA DE ORO DE LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA A D. PABLO ATENCIA ROBLEDO, ANTERIOR PRESIDENTE DE LA AGRUPACIÓN
(Iglesia San Julián-Málaga, 20 enero 2024)
Lecturas: 2 Sam 1, 1-4.11-12.19.23-27; Sal 79, 2-7; Mc 3, 20-21.
1.- La concesión de la Medalla de Oro de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga a D. Pablo Atencia Robledo, su anterior Presidente, es ocasión propicia para dar gracias a Dios por el regalo que ha supuesto para el mundo cofrade malagueño la persona y el quehacer de nuestro hermano.
Varias son las facetas que se podrían comentar como homenaje a Pablo: su fe cristiana, su “iter” como cofrade, que inicia desde su bautismo; sus responsabilidades asumidas en el seno de la Cofradía de Estudiantes o vinculadas a otras cofradías; y, finalmente, su responsabilidad al frente de la Agrupación; cabría hablar también de Pablo “abogado” o de Pablo como posible político (Risas). Pero de ello no me toca hablar ahora; lo harán otros en su momento.
Hoy también es momento para reflexionar sobre la misión del cofrade en la Iglesia y en la sociedad. Vamos a centrar nuestra exposición en tres puntos: celebrar, evangelizar y vivir la fraternidad.
I.- Celebrar el misterio pascual
2.- La principal misión de los cofrades es celebrar el misterio pascual de Jesús de Nazaret; representado en los momentos de su Pasión, propios de la Semana Santa. La Pascua del Señor es la fiesta litúrgica más importante de la fe cristiana, centro y culmen del año litúrgico.
Cuando voy por las parroquias o los colegios, al preguntar a los niños cuál es la fiesta cristiana más importante, suelen responder que es la Navidad. Les respondo que es la Pascua. La Navidad mira a la Pascua; Jesús nace para salvarnos; y si no hubiera habido resurrección no habría salvación. La Pascua es el “paso” de la muerte a la vida.
La figura central es Jesucristo, el Hijo de Dios, que se ofrece libremente a su Padre por la salvación de todos los hombres, aceptando la pasión y el sacrificio cruento de su vida. Los evangelios son el testimonio más claro e histórico de los hechos que van desde el Domingo de Ramos hasta el día de Pascua de Resurrección, que es lo que celebráis los cofrades.
Recordemos, pues, queridos fieles, que ésta es la finalidad primordial de la Semana Santa.
3.- Junto al protagonista, Jesucristo, aparecen en nuestra Semana Santa otros personajes secundarios históricos, que la piedad cofradiera ha popularizado: los apóstoles, María la Madre del Señor y otras mujeres, el rey Herodes, el sumo sacerdote, el procurador Romano Pilato, la soldadesca, los seguidores y discípulos del Señor, la plebe y otros personajes. También hay algún personaje inventado por la imaginería religiosa.
Los pasos de nuestra Semana Santa ofrecen a la piedad popular toda esa riqueza de rostros, personajes, actitudes y situaciones. Todos ellos participan activamente en el relato de la pasión de Jesús. Nosotros, a ejemplo suyo, debemos participar también de modo activo, puesto que no somos meros espectadores.
Os invito para la Semana Santa a que asumáis algún personaje, que puede ser distinto cada día: cómo vive la Virgen María la pasión del Señor, cómo la vive Pedro, Pilato, los apóstoles; y, naturalmente, cómo la vive Jesús. Esa riqueza artística debe ayudarnos a vivir mejor la Semana Santa y a celebrar el Misterio pascual.
Nadie puede encontrarse con Jesús y quedar indiferente. En los evangelios vemos que cualquier personaje que se encuentra con Jesús cambia de vida. Porque Cristo es el centro de historia, fundamento y piedra angular, como dice san Pablo: «Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular» (Ef 2, 20). Nadie puede construir fuera de ese fundamento.
Como fundamento de nuestra fe debemos celebrar el Misterio Pascual o la Pascua del Señor.
II.- Evangelizar
4.- Una segunda tarea que asumís los cofrades es evangelizar, a través de su testimonio personal y comunitario mediante la piedad popular.
Jesucristo es el primer evangelizador, enviado por el Padre. Evangelizar significa anunciar la Buena Nueva. Jesús marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios y decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15). La gran tarea del cofrade es anunciar la Buena Nueva de la salvación.
Evangelizar significa que Dios habla; nos ha hablado a través de los profetas y, en la etapa final, a través de Jesucristo, que es el Verbo o Palabra definitiva de Dios (cf. Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 4); ya no hay más revelación, porque ha dicho todo lo que tenía que decir para nuestra salvación.
Evangelizar significa que Dios tiene poder, da alegría, abre las rejas de la esclavitud; su luz ofrece al pueblo exiliado la posibilidad de regresar a casa; su alianza renueva la historia de su amor al hombre. La acción evangelizadora divina comprende tres palabras: justicia (dikaiosyne), paz (eirene) y salvación (soteria) (cf. Benedicto XVI, Meditación durante la primera Congregación general de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Vaticano, 8.10.2012).
Jesús retomó en la sinagoga de Nazaret las palabras de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19). La buena nueva de este «Evangelio» va destinada precisamente a los excluidos, a los exiliados, a los encarcelados, a los que sufren y a los pobres.
Esa es la Buena noticia que tenéis que proclamar en nuestra sociedad; porque sigue habiendo esclavizados, que no son conscientes de ello, pero son esclavos de sus propios deseos, de las modas, de las ideologías.
5.- Queridos cofrades, vosotros sois los discípulos evangelizadores en nuestro mundo actual, que debéis ofrecer al hombre de hoy la salvación de Dios y la felicidad que el ser humano busca; porque mucha gente persigue la felicidad, pero le resulta difícil encontrarla porque la busca donde no está. Todos vamos buscando la felicidad, pero no todos aciertan a encontrarla; porque está en Jesucristo que es quien nos salva y da sentido a nuestra vida. Hemos de distinguir entre “felicidad” y “placer”; éste último se encuentra en muchos sitios, pero la felicidad profunda y auténtica a la que está llamado el ser humano, solo se encuentra en Cristo. De esto debéis ser testigos.
La Iglesia lleva a cabo su misión en el mundo obedeciendo el mandato del Señor: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20). La Iglesia está convocada por Dios para ser enviada a la humanidad. La palabra griega “ekklesia” y la palaba hebrea “kahal” tienen el mismo sentido de “convocación”; hemos sido convocados, llamados por el Señor. La evangelización es la vocación propia de la Iglesia; ser Iglesia es ser misión, es decir, evangelizar. Vuestra tarea es evangelizar nuestro mundo, que falta le hace.
Cada cristiano debe ser oyente de la Palabra de Dios, meditarla en su corazón, cumplirla en su vida y anunciarla (cf. Lc 11, 28). El cristiano y, por tanto, el cofrade, debe ser misionero y apóstol. Tomamos el relevo y pasamos el testigo al transmitir la fe; somos como eslabones de una cadena, dentro de la cual somos evangelizados y evangelizadores.
Y no os preocupéis de hacer el ridículo; a Jesús lo tomaron por “loco”, como hemos escuchado en el evangelio; su familia fue a llevárselo, porque decían que estaba fuera de sí (cf. Mc 3, 21). A nosotros aún nos ha dicho nadie que estamos locos por evangelizar o por ser testigos de la fe. Hasta llegar ahí, a todos nos queda un buen trecho.
III.- Vivir la fraternidad
6.- El tercer punto de nuestra reflexión es la necesidad de vivir la fraternidad. Las dos primeras reflexiones sobre celebrar el Misterio pascual y evangelizar son propias de todo cristiano; ésta última es específica del cofrade.
Hermandad o Cofradía significa vivir la comunión entre hermanos, cuyo fundamento es Jesucristo. Los amigos se eligen, pero los hermanos se nos regalan. No hemos elegido a nuestros hermanos, ni a los de sangre, ni a los de cofradía, ni a los de la parroquia, ni a los de la comunidad cristiana. No os habéis elegido como cofrades, sino que sois un regalo para el otro hermano. Ser hermano es mucho más que ser amigo.
La unidad de la comunidad eclesial no es de orden sociológico, ni psicológico, ni cultural. Los lazos que la estrechan proceden del amor de Dios, «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5, 4) en el Bautismo, que nos ha hecho hijos del Padre, convirtiéndonos a su vez en hermanos. Vuestras relaciones cofrades son, ante todo, de fraternidad; ni siquiera de amistad o familiaridad. Es bueno distinguir esta diferencia.
La unión con Jesucristo fomenta la unión con quienes encontramos en el camino de la vida y, de modo particular, con quienes estamos unidos por vínculos de la comunidad cofrade. Para ser verdaderamente hermanos o cofrades es necesario estar unidos en el Señor, quien nos dejó el distintivo del amor: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13, 35).
Desde esta perspectiva están fuera de lugar en toda cofradía: las batallas internas por el poder, las rencillas, las denuncias y las tensiones inútiles que no llevan a ninguna. Os lo he dicho otras veces y lo repito hoy con cariño: me daríais una gran alegría, si el Obispo de Málaga no tuviera que intervenir nunca para pacificar tensiones internas de las cofradías. Veo que estáis muy serios; no nos pongamos tan serios (Risas).
7.- Aunque parezca que la Iglesia y la vida cofradiera vayan a menguar, como dicen los detractores de la Iglesia y del mundo cofrade: esto va a pique, la Iglesia se hunde, vienen la debacle; hay indicadores que apuntan a un nuevo resurgimiento. Como sucede en toda época de crisis, los implicados asumen mejor sus compromisos.
En época de persecuciones religiosas incluso los fieles que parecen más miedosos, son animados por el Espíritu y son capaces de dar la propia vida con alegría. Vivimos un cambio de época, que es difícil, pero precisamente por eso el Espíritu nos da su fuerza para cumplir nuestra misión en este momento y en esta sociedad, que espera una palabra y un ejemplo vuestro. Esto nos anima a avivar nuestra responsabilidad y nuestro compromiso cristiano y cofrade.
8.- Hemos dado gracias a Dios y ahora deseo agradecer vuestra misión, entrega y generosidad como cofrades. La presencia de las cofradías en nuestra querida Málaga la enriquecen; dejando aparte los criterios socio-políticos, consideramos que la presencia de los cristianos y, por tanto, de los cofrades, da mayor calidad a nuestra ciudad.
Muchas gracias por lo que sois y por lo que ofrecéis de manera desinteresada, aportando la Luz de Cristo a esta sociedad que necesita un sentido a su vida.
Recordemos nuestras tres tareas: Celebrar el misterio pascual; evangelizar y vivir la fraternidad. Para ello contamos con la presencia y la ayuda del Señor, que nos ha dicho: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20). ¿Qué miedo podemos tener, si Él está con nosotros?
Y contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María, bajo las distintas advocaciones marianas de nuestras cofradías y devociones, siendo la Reina de los Cielos la titular de la Agrupación. A ella nos encomendamos y le pedimos que nos lleve de mano en este tiempo que nos toca vivir. Amén.