Homilía en el Miércoles de Ceniza

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Catedral-Málaga, 14 febrero 2024)

Lecturas: Jl 2, 12-18; Sal 50, 3-6.12-14.17; 2 Co 5, 20 − 6, 2; Mt 6, 1-6.16-18.

La Cuaresma, tiempo de libertad

1.- Saludo a mi hermano Francisco, arzobispo emérito de Pamplona, que ha venido a quedarse con nosotros al dejar el gobierno de su Diócesis. ¡Bienvenido, D. Francisco!

La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua, que es la fiesta central de la fe cristiana. Cuaresma es tiempo para una escucha y meditación más frecuente de la Palabra de Dios. Es tiempo para renovar nuestro bautismo y el compromiso adquirido; es tiempo de conversión y de reconciliación con Dios y con los hermanos; es tiempo de recurrir más frecuente a la oración, al ayuno y a la limosna, como hemos escuchado en el evangelio (cf. Mt 6, 1-6.16-18).

La Cuaresma tiene un sentido mistérico, que debemos redescubrir y profundizar, y que está relacionado con los sacramentos de la iniciación cristiana. Podríamos decir que se trata del misterio del «éxodo», presente a lo largo de todo el itinerario cuaresmal; es decir, de la salida de la esclavitud a la libertad, de la salida de uno mismo hacia Dios, que nos espera con los brazos abiertos, como Padre bueno.

La Cuaresma nos lleva a la contemplación del misterio pascual del Señor: su Pasión, Muerte y Resurrección. La Iglesia nos concede cincuenta días para prepararnos a esta magna celebración pascual; para meditar el amor que Dios nos tiene, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 9, 39).

2.- El comienzo de la cuarentena penitencial se caracteriza por el austero rito de la imposición de la ceniza, propia de la liturgia de este día: Miércoles de Ceniza.

Se usaba ya en los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia. El gesto de la ceniza significa reconocer la propia fragilidad moral, la mortalidad y el pecado, que necesita ser redimido por la misericordia de Dios.

No se trata de un gesto puramente exterior. La Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente de cada bautizado, que está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Este gesto abre a la conversión y a la renovación pascual.

3.- La Cuaresma tiene un sentido y un contenido gozoso; no es triste el tiempo cuaresmal, porque invita a crecer en libertad, abandonando las cadenas que nos atan, siguiendo con alegría a Jesucristo. Con Él salimos de la mediocridad de nuestra vida hacia la novedad creativa, recuperando y profundizando nuestro bautismo, abriendo nuestros brazos a Dios, que nos transforma. Permitamos al Señor que haga esa transformación en nosotros; y que podamos celebrar la Pascua siendo mejores, más humanos y más divinizados a la vez.

Es tiempo de acortar nuestra lejanía de Dios, rompiendo las ataduras, sutiles o grandes, que nos retienen y nos impiden mirar con libertad a lo alto, reconociendo que Dios nos ama y nos perdona. Por eso la Cuaresma no puede ser triste.

Con ello tomamos conciencia de la misericordia infinita de Dios, que nos regala la libertad y nos brinda su amor paterno.

4.- El papa Francisco nos ha ofrecido en su Mensaje para la Cuaresma de este año el tema de la libertad y nos ha dicho: “La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser -como anuncia el profeta Oseas- el lugar del primer amor (cf. Os 2, 16-1 7). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida”. Podemos disfrutar del amor de Dios y de la libertad que nos concede.

La Cuaresma es el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Por ello, la Cuaresma es tiempo de libertad. ¡Vivamos con la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 21)! ¡Salgamos de nuestras esclavitudes!

Jesús mismo, como recordamos en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Como dice el papa Francisco: “El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido” (Mensaje para la Cuaresma de 2024).

5.- En tiempo cuaresmal hemos de recurrir más frecuentemente a las «armas de la penitencia cristiana», que son: la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6, 1-6.16-18).

Jesús exhorta a sus discípulos a vivir con rectitud ante la mirada del Padre celestial, sin presumir ante los hombres: «Cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti» (Mt 6, 2); «cuando oréis, no seáis como los hipócritas» (Mt 6, 5); «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste» (Mt6, 16).

Esto hay que hacerlo en el interior de cada uno, privadamente; que no se entere nadie, más que el Señor y él nos recompensará (cf. Mt 6, 4.6.17-18).

Se trata «de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6, 1). Más bien hay que vivir el amorde nuestro Padre-Dios, que nos ama y tiene misericordia de nosotros.

Pidamos al Señor que nos conceda un corazón limpio y convertido a su amor, para gozar de la libertad de los hijos de Dios.

Y que la Santísima Virgen nos acompañe en esta Cuaresma, para hacer un buen camino hacia la Pascua de resurrección. Amén.

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