Homilía del Obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá

Acción de gracias con motivo de la presencia de 150 años de las Hermanitas de los Pobres en Antequera y la despedida de las mismas (Casa de las Hermanitas-Antequera).

Lecturas: Hch 15, 1-6; Sal 121, 1-5; Jn 15, 1-8.

1. Nos hemos reunido en el nombre del Señor para dar gracias a Dios por la presencia larga y fecunda en Antequera de las Hermanitas de los Pobres. Ciento cincuenta años, en los que las Hermanitas han ofrecido sus vidas, su tiempo, su oración y su dedicación generosa a cuidar al mismo Jesucristo en la persona de los más pobres y necesitados: «En verdad os digo –dice el Señor– que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).

Cuando nos presentemos ante el Rey eterno, en el día del juicio final, se nos examinará sobre nuestra conducta con nuestros hermanos más necesitados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 35-36).

¡Cuántas Hermanitas de los Pobres han pasado por Antequera en estos ciento cincuenta años realizando esta hermosa labor! Muchas de ellas son desconocidas, olvidadas incluso; pero estuvieron aquí sirviendo a Jesús en las personas necesitadas. Gran número de ancianos de la ciudad de Antequera y su comarca han podido disfrutar de una buena atención personal y espiritual.

Hoy queremos agradecer a Dios la presencia de la congregación de las Hermanitas de los Pobres en Antequera; y también dar las gracias a las Hermanas que ofrecieron con gozo sus vidas.

2. La vida y la misión de las Hermanitas de los Pobres se explica por el carisma de su fundadora, Juana Jugan. Nace en Cancale, puerto pesquero del norte de Bretaña (Francia), en 1792, época de muchas revueltas, quedando huérfana de padre en edad temprana. Juana y sus hermanos aprendieron de su madre a vivir en la pobreza con honestidad.

La revolución francesa cierra iglesias y prohíbe las celebraciones litúrgicas. A ella le toca vivir con valentía la fe y el amor a Dios.

Su vida se mueve en un triángulo de pocos kilómetros: desde Cancale, pasa a Saint-Servan y muere en el pueblecito de Saint-Pern.

A medida que crece, va descubriendo las necesidades de las personas que le rodean, a través de las cuales descubre y se encuentra con Cristo pobre. Ella descubre a Cristo en los pobres; y vive pobre. El pequeño proyecto de ayudar al Señor en los pobres va desarrollándose poco a poco. Arranca en las ciudades de Rennes, Dinan, Tours, París, Nantes y Besançon. Luego pasará a otras naciones: Inglaterra, Bélgica, España, Italia e Irlanda. Y más tarde cruzará continentes: América y África del Norte. Es un movimiento que crece, cuando las personas se dejan llevar por el Espíritu de Cristo.

3. El Espíritu del Señor va dirigiendo el corazón de Juana Jugan a través de dos corrientes de espiritualidad. A los 25 años entró a formar parte de la Tercera Orden de María, congregación fundada por San Juan Eudes, que acrisola su alma en la contemplación del misterio de Jesús y de María. La espiritualidad de san Juan Eudes la prepara a penetrar en la riqueza sobrenatural de la hospitalidad, para llevar a cabo su propia misión hospitalaria con sencillez, humildad y unión a Dios en la oración y en la caridad.

En segundo lugar, la divina Providencia le hace conocer la obra caritativa de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, a través del Hermano Claude-Marie Gander, que le da un impulso de caridad hospitalaria, expresado posteriormente en el «voto de hospitalidad».

Estas dos grandes corrientes espirituales (San Juan Eudes y San Juan de Dios) se unen en el alma de Juana y le llevan a una mayor apertura universal; le llevan a servir a Cristo en los pobres y a tener una visión de Iglesia universal.

4. Resulta providente que ahora la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios haya asuma la dirección de esta Casa desde primeros de abril de 2015. No son simples casualidades; claramente la Providencia, a través de las mediaciones humanas, va dirigiendo la historia y nuestras vidas.

La Orden Hospitalaria estuvo en Antequera desde 1667 hasta 1835; año en que la mal llamada «desamortización», que debería llamarse «robo legal» del estado, le obligó a abandonarlo todo y a salir. Quiero agradecer desde aquí la generosidad y decisión de la Orden Hospitalaria para seguir haciéndose cargo de esta hermosa obra.

Queridos Hermanos de San Juan de Dios, os fuisteis; o mejor, os expulsaron y os robaron. Y ahora volvéis a trabajar en el mismo surco; volvéis para poner la simiente en el mismo surco que tuvisteis que dejar hace mucho tiempo. ¿No es ésta una hermosa caricia de Dios?

5. Según los Hechos de los Apóstoles, que hemos escuchado, se formó en Antioquía un altercado entre los judaizantes y quienes mantenían que no era necesario circuncidarse para ser cristiano (cf. Hch 15, 1-2).

Como vemos, desde los inicios del cristianismo hubo pareceres diversos sobre algunos temas de doctrina y de funcionamiento eclesial. Siempre hay alguien que quiere mantener ciertas tradiciones, o quiere imponer su opinión, aunque no sea conveniente para la marcha de una comunidad o de una congregación.

Algo parecido sucedió a la fundadora de las Hermanitas de los Pobres, que tuvo que sufrir al verse apartada de sus funciones, quedando en el anonimato hasta el final de su vida. Cuando se trasladan a Saint-Pern, el famoso abate Le Pailleur la llama para que viva allí, sin cargo alguno, mezclada entre las novicias y «junioras», que no saben que ella es la fundadora.

Más de veinticinco años se pasa en ese ambiente, sin enorgullecerse de que ella había creado la Congregación. El Señor se ha servido de este hecho; ella acepta con humildad y sencillez, como la Virgen María. Y muere en silencio, apartada de la dirección de su obra y privada de toda autoridad.

6. Juana solía decir a sus Hermanitas: «Mes petites», es tan hermoso ser pobre, no poseer nada, esperarlo todo de Dios.

Falleció el 29 de agosto de 1879 como una hermanita más y hasta 1902 no empezó a salir a la luz la verdad respecto a los comienzos de la Congregación.

Fue beatificada el 3 de octubre de 1982 por el papa san Juan Pablo II, y canonizada por el Santo Padre Benedicto XVI en octubre del 2009.

Este gesto de dejar ahora la ciudad de Antequera está seguramente en la providencia del Señor. Con humildad y desprendimiento tenéis que renunciar a un lugar querido, a una tarea hermosa; pero el Señor es providente y le pedimos que Él os guíe según su voluntad.

7. En el Evangelio hemos escuchado la parábola de la vid y los sarmientos. El Señor nos invita a permanecer con Él para dar fruto: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). Sin Dios no podemos hacer nada.

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador» (Jn 15, 1), que poda los sarmientos, si ve que van a producir buenos frutos: «A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto» (Jn 15, 2).

De lo contrario los corta de raíz y los tira para quemar: «Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden» (Jn 15, 6).

Podar es lo hace Dios con nosotros; significa quitar y desprenderse de lo que no sirve. Hay que desprenderse de cosas que no valen, que no ayudan a crecer, que no están sintonía con lo que Dios quiere. Hemos de permitir que el Señor pode en nosotros aquellas cosas que no sirven.

Es posible que lo que estáis viviendo esta tarde, queridas Hermanitas, sea una poda dolorosa; pero hay que ponerlo en manos del Señor.

Pedimos a la Santísima Virgen María que acompañe siempre a las Hermanitas d
e los Pobres con su maternal solicitud. Y pedimos la intercesión de santa Juana Jugan, para que siga velando por sus hijas en la misión que Dios les confíe. Por los miembros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios pedimos acierto en la tarea y fidelidad a su carisma, para llevar adelante la obra que ahora asumen. Amén.

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