Homilía de D. Jesús Catalá, Obispo de Málaga, en la Eucaristía que ha presidido en la Catedral con motivo de la fiesta de la familia
SAGRADA FAMILIA
(Catedral-Málaga, 30 diciembre 2011)
Familia cristiana arraigada en Cristo
1. El lema de este año para la fiesta de la Sagrada Familia está relacionado con la reciente visita de Su Santidad, Benedicto XVI, a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid 2011. A los jóvenes el Papa les animó a vivir “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”.
Hoy queremos contemplar a la Sagrada Familia, compuesta por María, José y Jesús, como modelo de todas las familias del mundo; y reflexionar sobre la “Familia cristiana arraigada en Cristo”.
En la vigilia de oración con los jóvenes, en Madrid, el Papa describía el proyecto esencial de una familia cristiana, explicando la vocación al amor en el matrimonio: “A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero, que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa ser conscientes de que solo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial” (Benedicto XVI, Vigilia de oración en Cuatro Vientos, Madrid, 20.08.2011).
2. Queridas familias cristianas, os invito a encarnar este hermoso proyecto de amor. Muchas personas de nuestro tiempo, atraídas por otras formas de pensar, distintas a la fe cristiana, llevan un ritmo de vida que les aleja de este ideal. Sois vosotras, familias cristianas, quienes estáis llamadas, encarnando el maravillo modelo de la Sagrada Familia, a vivir con alegría y libertad verdaderas, ofreciendo a nuestra sociedad un testimonio, que arrastre y convenza.
Son muchos más los matrimonios que viven disfrutando de la belleza del amor, arraigado en Cristo, que los que renuncian a un sentido transcendente; son muchos más los matrimonios que asumen la grandeza de su vocación humana y cristiana, que los que buscan la simple satisfacción de unos deseos, sin encontrar la felicidad verdadera, que nunca alcanzan; son muchos más los matrimonios que ponen a Cristo como fundamento de sus vidas, que los que fundamentan su relación en los débiles lazos de las apetencias y de los gustos.
Pero las nueces vacías hacen más ruido que las que están llenas por dentro. Por eso resuenan mucho más en nuestra sociedad las voces de quienes devalúan el matrimonio con otras figuras, que las de quienes lo viven como comunidad de vida y amor entre varón y mujer.
3. ¡No os dejéis amilanar por esas modas, que pasan fugazmente, como nos enseña la historia! La verdad se impone por sí misma: La humanidad se ha mantenido gracias a la familia, según el proyecto querido por Dios desde el principio de la creación. Como nos decía el papa Juan Pablo II, el futuro de la humanidad y de la Iglesia se fragua en la familia (cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 86).
Esta tarde, en la plaza de Colón, en Madrid, ha tenido lugar la celebración de la Jornada de la Familia y de la Vida, presidida por el Card. Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco, concelebrada por muchos obispos y sacerdotes y participada por miles de familias de toda España. Siempre hemos dicho los obispos que esa celebración era una fiesta de la familia y de la vida; y que no iba contra nadie, sino a favor de la vida y de la familia.
La presencia de miles de familias, reunidas en Madrid en esta tarde, es un signo en nuestra sociedad; se han reunido como testigos del amor, como testigos de la verdadera y auténtica familia, como familias cristianas. Nosotros celebramos esta Fiesta de la Familia, en nuestra catedral de Málaga, unidos a todas las familias y a todas las diócesis de España. Es también, por nuestra parte, un gesto testimonial de que queremos promover la familia verdadera y la vida humana en cualquiera de sus fases.
4. El cristiano encuentra el fundamento del amor en Jesucristo crucificado, que se inmola en la cruz por amor, para dar vida a su Esposa, la Iglesia. San Pablo exhorta a los esposos cristianos a amarse de ese modo: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla» (Ef 5, 25-26).
Todo amor humano queda referido a este “gran misterio” de la entrega de Cristo por la Iglesia. Los Obispos españoles nos recuerdan esta gran verdad: “Esta realidad de amor implica de tal modo a la Iglesia que ésta sólo puede realizar su propia misión, si la entiende como la respuesta fiel al amor de su Esposo. La pastoral de la Iglesia nace así de un amor esponsal, que debe ser, en consecuencia, un amor materno y fecundo” (Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Directorio de Pastoral Familiar, 37 [2003]).
El amor entre los esposos nace, pues, de otro amor primero, que lo genera, lo nutre y lo fortalece. El amor entre los esposos no es primigenio; “el Espíritu Santo, que infunde el Señor, renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó” (cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 13).
La familia, imagen de la Trinidad, “recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 17).
Misión específica de la familia es el servicio a la vida humana; y también, naturalmente, a la vida de fe, a la que los hijos son introducidos mediante el bautismo regenerador, que los padres piden a la Iglesia.
5. La familia cristiana vive arraigada en Cristo, roca de salvación. Los embates de fuera y los problemas de dentro no la destruirán, sino que permanecerá en pie, al igual que la casa edificada sobre roca firme (cf. Mt 7, 24-25).
Como el anciano Simeón, la familia cristiana puede exclamar que sus ojos han visto la salvación, presentada ante todos los pueblos(cf. Lc 2, 30-31). Se trata de la Luz, que ilumina a los hombres (cf. Lc 2, 32).
Para vivir arraigada en Cristo, la familia debe aceptar su presencia sanante y su paz (cf. Col 3, 15), como nos ha dicho san Pablo, en la lectura de hoy. También es necesario que la Palabra de Cristo habite en el corazón de los miembros de la familia (cf. Col 3, 16). Hay muchos modos de acoger la Palabra de Dios.
6. En la tercera prioridad pastoral del presente curso se nos anima a leer, meditar y orar con la Palabra de Dios, tanto de manera individual como comunitaria. Hemos de ir conociendo y profundizando en el método de la “Lectio divina”, tan fecundo para la vida cristiana.
Queridas familias, os animo encarecidamente a que, en vuestro hogar, hagáis lectura creyente de la Palabra de Dios; a que recéis en familia; a que escuchéis, leáis y meditéis la Palabra de Dios, no solo cuando venimos al templo para las celebraciones litúrgicas. En la llamada “iglesia doméstica”, que es la familia, también se debe elevar la oración de todos sus miembros, respetando naturalmente la plena libertad de cada uno de ellos; hay que elevar desde el hogar familiar la oración hacia Dios Padre, como un incienso y un perfume agradable al Señor.
7. En esta celebración eucarística queremos pedir a Dios por las múltiples necesidades de todas las familias y por los hogares cristianos, para que sean imagen viva de la Sagrada Familia de Nazaret, testigos del amor de Dios y portadores de esperanza. Por los padres, para que eduquen a sus hijos en el amor; por los hijos, para sepan acoger con obediencia filial la educación paterna y vivan con gozo el amor filial; por los novios, para que centren su vida en Dios y se entrenen con tiempo suficiente, para afrontar un proyecto de vida en común, arraigado en Jesucristo.
También queremos tener presente en nuestra oración y recuerdo a las diversas instituciones gubernativas, educativas y sociales, que tienen responsabilidad en la buena marcha de las familias, para que fomenten el modelo de familia según el proyecto de la creación, desechando los paradigmas que van contra la dignidad de la persona y contra la vida humana.
Pedimos al Señor la fuerza del Espíritu, para estar dispuestos a proteger y defender los derechos de las personas más débiles de la sociedad: los no-nacidos, los niños, los enfermos, los ancianos y quienes se encuentran en situaciones difíciles o desfavorables.
8. Al final de la Eucaristía rezaremos juntos la oración de Bendición de las familias, para que Dios Padre bendiga a todas las personas, unidas en santo matrimonio.
Queridas familias cristianas, vivid con esperanza vuestro amor, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Permaneced juntos, para alabar al Señor en la alegría y pedir su ayuda en la tristeza. Participad en la oración de la Iglesia y dad testimonio de vuestra fe y de vuestro amor ante los hombres.
En este año el movimiento familiar de los “Equipos de Nuestra Señora” cumple su cincuenta Aniversario. Les felicitamos y les animamos a seguir en la brecha, sin desfallecer, prontos a dar razón de su esperanza cristiana y siendo testigos del amor de Dios.
El próximo Encuentro Mundial de Familias con el Santo Padre, Benedicto XVI, tendrá lugar en Milán en 2012. Deseamos que se obtengan buenos frutos a favor de la familia.
¡Que la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, nos acompañe y nos proteja, ayudándonos a vivir al estilo de la Sagrada Familia! Amén.