Epifanía del Señor

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la solemnidad de la Epifanía del Señor.

EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Catedral-Málaga, 6 enero 2020)

Lecturas: Is 60,1-6; Sal 71,1-2.7-8.10-13; Ef 3,2-3.5-6; Mt 2, 1-12.

Acompañando a los Magos

1.- La fiesta de la Epifanía nos presenta a los Magos, que caminan desde Oriente buscando al Hijo de Dios recién nacido. Oriente es el lugar donde sale el sol, que representa a Jesucristo, Sol de justicia, que nace en Oriente; allí nace la Luz.

El Niño-Dios, nacido de la Virgen María en Belén, vino no sólo para el pueblo de Israel, representado en los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada en los Magos de Oriente.

Os invito a que acompañemos hoy a los Magos desde Oriente a Belén. Son tres las actitudes de los Magos, que nos pueden ayudar a celebrar mejor esta fiesta. La primera actitud suya es la contemplación de los signos celestes. Los Magos han contemplado una estrella nueva, es decir, una Luz nueva; y saben descubrir y apreciar en este pequeño signo una realidad muy importante. Al llegar a Belén preguntarán: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2,2). La estrella les lleva a reconocer a Dios.

2.- Al hombre de hoy, en general, no le interesan los temas de la religión, ni le mueve el interés por la fe, porque piensa que no necesita a Dios para vivir bien. La sociedad de hoy no suele fijarse en signos que evocan la religiosidad; y si acaso los ve, ni siquiera pregunta por ellos. No le interesa la transcendencia; no le importa el más allá, porque está demasiado ocupada en vivir aquí; no mira hacia arriba, como los Magos, porque solo busca las cosas de abajo.

Todo lo contrario de lo que nos dice san Pablo: «Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios» (Col 3,2-3). ¿Hacia dónde miramos nosotros? Si acompañamos a los Magos, tendremos que acostumbrarnos a contemplar como ellos.

Los Magos saben ver los signos de la presencia de Dios. Mirando el firmamento aprecian que algo grande está sucediendo en la tierra. No pueden contemplar directamente a Dios, porque, como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18); solo podemos conocer a Dios a través del Hijo, porque nos lo revela. Los Magos saben descubrir la presencia de Dios en la humanidad de Jesús, humilde, pequeño y frágil. Ellos nos invitan hoy a mirar las cosas de arriba, la trascendencia, la divinidad, la vida eterna, los valores que dan sentido a nuestra vida; no podemos mirar solo de manera horizontal y superficial.

3.- La segunda actitud de los Magos es ponerse en camino. Ellos se pusieron en camino desde lejanas tierras hacia Belén. Con su ejemplo nos estimulan a ponernos en camino, saliendo de nosotros mismos para buscar a Jesús; no se trata de una simple salida de excursión para divertirse, sino para encontrarlo en la persona de un niño frágil; para reconocerlo en el enfermo, en el anciano, en el migrante, en el necesitado, en el que no cuenta en la sociedad. No lo vamos a encontrar entre los prepotentes de la sociedad, ni entre aquellos que la gente considera los grandes y los poderosos de la tierra.

Los Magos dejan su casa y van en busca del que puede dar sentido a sus vidas. La gran procesión que iniciaron los Magos no se ha interrumpido jamás en la historia, porque en todas las épocas hay gente que reconoce el mensaje de la estrella y encuentra el Niño-Dios, quien muestra el amor y la ternura de Dios al ser humano; este es el gran regalo que nos ofrece Jesús a nosotros; nos ofrece su amor, su luz, su presencia. Siempre hay personas que son iluminadas por la luz de la estrella y encuentran el camino para llegar hasta Él.

Los Magos simbolizan la búsqueda permanente de Dios y nos indican el camino que debemos recorrer para encontrar la Luz verdadera. ¡Acompañemos a los Magos!

4.- Nosotros, a veces, nos acomodamos en nuestro bienestar, en nuestras comodidades, en nuestros planes; y se nos hace cuesta arriba salir en busca de Dios; se nos pega el estilo de nuestra sociedad, a la que no le interesa Dios y nos cuesta ponernos en camino. Celebrar la Navidad y la Epifanía implica salir de nuestro acomodo y ayudar a nuestros contemporáneos a buscar a Dios; implica ser testigos veraces del acontecimiento único en la historia de la presencia de Dios en nuestro mundo.

Toca a los cristianos recuperar el verdadero sentido de la Navidad, que se está diluyendo en expresiones culturales y paganas: en luces que no iluminan, en reclamos para comprar, en fiestas superficiales, en consumo. Los personajes bíblicos del Adviento, Isaías, Juan Bautista, María de Nazaret, José y otros nos animan a vivir con profundidad la Navidad. Ellos superaron las dificultades que encontraron en su vida con actitud humilde, sencilla, de renuncia, de austeridad y de confianza.

La vida del cristiano es vida de peregrino. ¡Pongámonos en camino y acerquémonos al Dios que se hace hombre! Los Magos, después de oír al rey Herodes se pusieron de nuevo en camino y la estrella volvió a guiarlos hasta Jesús (cf. Mt 2,9).

«Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). Pero mientras los Magos se alegran de ver esa estrella, el rey Herodes se sobresaltará y toda Jerusalén con él (cf. Mt 2,3). Lo que para unos es fuente de alegría, para otros es tema de preocupación. Tengamos la seguridad de que encontraremos la verdadera alegría que nuestros corazones necesitan.

5.- Y la tercera actitud ejemplar de los Magos es la adoración del Niño en Belén: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). Supieron reconocer al Dios y Rey y se postraron de rodillas.

Reconocieron la divinidad en la humildad, en la pobreza y en el abajamiento. Lo contrario de Herodes, que temió perder su poder y su reino temporal.

El Señor nos espera para que lo adoremos, para que le rindamos homenaje, para que sea el centro de nuestro corazón. Los Magos le ofrecieron lo que tenían: «Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra» (Mt 2,11).

¿Qué le vamos a regalar al Niño-Dios? En estos días todos preguntan: ¿Qué te van a traer los Reyes Magos? Pero pocos se hacen la pregunta: ¿Qué le voy a regalar al Señor? En esta Eucaristía hemos de responder a esta pregunta: ¿Qué le voy a regalar al Niño-Dios?

¡Vayamos al encuentro del Niño de Belén y ofrezcámosle lo mejor de nosotros! Presentémosle un corazón capaz de amar a todos, la ilusión de vivir un año más cercanos al Señor, acogiéndolo en nuestro corazón, y la alegría de servir a los más necesitados. ¡Que Santa María de la Victoria nos ayude a vivir en este año de este modo! Amén.

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