Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá Ibáñez, Obispo de Málaga, en la Iglesia de San Angustín, el 18 de septiembre de 2011.
Lecturas: Is 55, 6-9; Sal 144; Flp 1, 20c-24. 27ª; Mt 21, 1-11.
1. Hemos escuchado en la primera lectura que el profeta Isaías recibe la misión de consolar al pueblo de Israel, desanimado en el destierro; por eso anuncia: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios» (Is 40, 1). El Señor se acuerda de su pueblo y le ofrece el camino del retorno a su patria y la liberación de la esclavitud.
El profeta tiene sus dudas de que la gente, que vive en el destierro, acoja su llamada. El escepticismo se adueña de la gente, que no acaba de creer que va a tener una nueva vida y que va a volver a su patria; el pueblo está desmoralizado y descorazonado. Pero la Palabra de Dios permanece siempre (cf. Is 40, 8), porque Dios es fiel y cumple siempre sus promesas (cf. Dt 7, 9; 1 Co 1, 9); por eso el profeta anuncia el mensaje de salvación, de consuelo y de esperanza.
En nuestros días, queridos cofrades, parece que también mucha gente vive sin ilusión, sin ideales, sin proyección de futuro, sin alegría profunda, sin esperanza. Los cristianos estamos llamados hoy, al igual que el profeta Isaías entre los desterrados, a animar la fe y la esperanza de nuestra gente; a poner nuestro corazón en Dios, confiando en Él, que nunca falla; a levantar la mirada hacia el cielo, no para desentendernos de los problemas de aquí, sino para mejorar esta tierra y esta sociedad en que vivimos; a llenarnos de la luz de Cristo, para iluminar los problemas de este mundo y dar sentido a la vida humana, poniendo un poco más de calor y de amor.
La palabra profética sigue resonando en nuestro siglo XXI, aunque muchos intenten sofocarla, porque molesta; pero nunca caerá en saco roto, porque la Palabra de Dios es como la lluvia, que va penetrando la tierra para hacerla suave y fecunda (cf. Is 55, 10); a la larga obtendrá el fruto deseado, aunque no lleguemos a descubrirlo.
2. Queridos cofrades, hoy sois vosotros “profetas de esperanza” para nuestro pueblo, desanimado y hundido muchas veces; en este tiempo desanimado por las consecuencias de una crisis, que no es tanto una crisis económica, como dicen los buenos economistas, cuanto una crisis de valores humanos y cristianos, y una falta de confianza mutua y de esperanza; la falta de confianza bloquea ciertas actitudes y actividades, que podrían producir bienes. Hemos de trabajar por restituir a las relaciones sociales rotas: la confianza perdida, la comprensión, la aceptación del otro, la colaboración mutua, la verdadera igualdad de derechos humanos sin ideologías manipuladoras.
Vuestra presencia en Málaga, desde hace cien años, ha sido un factor de comunión entre cofrades; ha potenciado la ayuda mutua; ha ido creando un ambiente familiar, donde los cofrades se sienten como en casa propia.
Y, sobre todo, el testimonio centenario y público de vuestra fe ha mantenido el fuego sagrado de la luz, recibida en el bautismo. Hoy damos gracias a Dios por todos estos dones, que ha tenido a bien concedernos en estos largos años de la existencia de vuestra Cofradía.
Continuad invitando a los malagueños a “buscar al Señor”, como nos exhorta el profeta Isaías (cf. 55, 6). Decidles que se conviertan de su conducta: «Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá compasión, a nuestro Dios, que es rico en perdón» (Is 55, 7).
3. Bien sabemos que los planes de Dios son diferentes de los nuestros: «Mis planes no son vuestros planes; vuestros caminos no son mis caminos» (Is 55, 8). Necesitamos hacer un viraje de timón, para re-orientar nuestra vida, según el rumbo que Dios desea y espera de nosotros. Vea cada cual, qué debe cambiar en su vida, para acercarse con piedad filial y devoción a Dios.
Los planes humanos son de bajo vuelo: siempre andamos tropezando con la duda, el desconsuelo, la inquietud y la desesperación. Necesitamos la esperanza y la confianza en Dios, para que nuestro vuelo alcance altura y evitemos el cansancio y el desmayo. Como hemos rezado en el Salmo: «El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Sal 144, 9); si lo invocamos sinceramente, el Señor estará cerca de nosotros (cf. Sal 144, 18).
Contemplar el mundo, la vida humana y las realidades sociales desde la atalaya de Dios, ofrece una visión panorámica jamás sospechada por la mirada miope del hombre.
Los planes del hombre, que vive apartado de Dios, no tienen cabida en la nueva era mesiánica, anunciada por el profeta. Si queremos un hombre nuevo y un mundo nuevo, hemos de situarnos desde la perspectiva de Dios y, por tanto, abandonar nuestra mirada a ras de suelo; es decir, ver las cosas desde la luz de la fe y del amor de Dios; desde esta visión cambia el panorama del mundo totalmente.
4. En este hermoso domingo queremos dar gracias a Dios por el Centenario de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús en su Entrada a Jerusalén y María Santísima del Amparo, conocida como Pollinica, cuya andadura comenzó el domingo de Ramos del año 1911.
Aunque los orígenes de llevar a Jesús montado en una borriquilla por las calles del Málaga parece ser que se remontan al siglo XVII, el deseo de formar una Cofradía empezó a principios del siglo XX. El capellán de la Abadía del Císter, D. José Soriano, decidió procesionar una imagen de Jesús, montado a lomos de un pollino, que se veneraba en el Convento de Santa Ana, atribuida a las hijas de Pedro de Mena. Aquel día la imagen fue colocada en una plataforma con ruedas, tirado por un pollino.
En 1916 el jesuita, P. Salvador Ponce, reunió a un grupo de estudiantes del colegio San Estanislao de Kotska, para llevar solemnizar la procesión. Finalmente, la constitución de la Cofradía, con la aprobación de sus Estatutos, tuvo lugar en 1922; año en que la Cofradía realiza un cambio de sede a la Parroquia del Sagrario, y también un cambio de imagen procesional, adquiriendo un Jesucristo de los talleres Ventolá y Plana de Olot. En esta parroquia recibió en 1928 el título de Real Cofradía de manos de S.M. el rey Alfonso XIII.
Los avatares desastrosos de la segunda República y de la Guerra civil en España marcaron un período oscuro, de todos muy conocido, con la pérdida de enseres, de documentación histórica y de la imagen titular. Hasta el año 1939 no se realiza la reorganización de la Cofradía, si bien los cofrades habían seguido manteniendo el espíritu de la Hermandad, que esperó hasta 1943 para tener la actual imagen, ob
ra del cordobés Martínez Cerrillo. La talla de la Virgen del Amparo, del también cordobés Antonio Castillo Ariza, se haría en 1947.
Posteriormente hubo otro cambio de sede y pasó a la Iglesia de San Felipe Neri, que acogió la Cofradía hasta 1981; y desde entonces se traslada a la sede canónica actual, en la Iglesia de San Agustín.
5. Queridos hermanos, cien años de presencia en Málaga de esta Cofradía son motivo sobrado para dar gracias a Dios por sus dones, su amor, su misericordia y su providencia sobre cada uno de los hermanos, que componen la Cofradía.
Cien años son también ocasión para agradecer a los miembros de la Hermandad, con sus Hermanos Mayores a la cabeza, acompañados de sus respectivas Juntas, todo el esfuerzo realizado, todas las ilusiones puestas y todos los proyectos soñados.
Juntos habéis mantenido una obra centenaria, que ha ayudado a muchos fieles a encontrarse con Jesucristo, el Hijo de Dios, bajo la apariencia de un hombre, como dice el himno de la carta a los Filipenses (cf. Flp 2, 6-8).
Habéis meditado sobre la humildad de un Dios, que se anonada y se acerca a los hombres: un Dios entre los hombres; habéis contemplado el gran amor de Jesús de Nazaret, que elige un pollino para hacer su Entrada triunfal en Jerusalén como Rey (cf. Mt 21, 5); otros líderes hubieran elegido un medio muy distinto, para hacer su entrada solemne como jefes.
Los que acompañaban entonces a Jesús extendían sus mantos por el camino y cortaban ramas de los árboles para tenderlas a su paso (cf. Mt 21, 8). Vosotros no habéis puesto mantos, ni habéis cortado ramos; vosotros habéis tendido vuestros corazones ante este Rey divino, que pasea nuestras calles; le habéis ofrecido lo mejor que teníais, en cada época durante estos cien años, para solemnizar la procesión y para promover la fe y el amor a Jesús, que entra solemnemente en Jerusalén; tenéis el honor de ser los protagonistas del “Pórtico” de la Semana Santa malagueña, abriendo sus puertas el Domingo de Ramos con la primera Procesión de la Semana Santa.
6. Queridos cofrades, no dejéis de gritar, a viva voz, que Jesús es el Señor de la vida, el Vencedor de la muerte, dando siempre testimonio de esta fe de la Iglesia. Cantad, como los hebreos al paso de Jesús: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» (Mt 21, 9).
¡Vivid, queridos cofrades, como nos enseña San Pablo, en la carta que hemos escuchado hoy, glorificando a Cristo en vuestra vida (cf. Flp 1, 20)! ¡Que él sea siempre quien llene vuestro corazón!
Vida y muerte del hombre están asociadas al misterio de Cristo. El vivir o el morir no debe marcar nuestro rumbo. Nuestros contemporáneos están muy preocupados por querer vivir a toda costa en este mundo y no querer morir. San Pablo no estaba preocupado por esto; le daba igual seguir viviendo en este mundo, que morir, siempre que eso fuera la voluntad de Dios y le diera gloria. No es importante el vivir o el morir, sino el vivir en Cristo o el morir en Cristo; el tener los mismos sentimientos de Cristo. Ojalá podáis decir con todo gozo: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal, 2, 20). Ese debería ser el objetivo último y principal de todo cofrade de la Pollinica.
Dando gracias a Dios por este Centenario, le pedimos que nos haga buenos ciudadanos del reino de los cielos (cf. Ef 2, 19), cuyo Señor es Jesucristo salvador (cf. Flp 3, 20) y cuya carta de actuación es el Evangelio. ¡Que podamos llevar una vida digna del Evangelio de Cristo! (cf. Flp 1, 27).
Pedimos a la Santísima Virgen María, bajo la advocación del Amparo, cuyo título lleva vuestra Cofradía, que nos acompañe en los años venideros, que nos esperan, en los años del segundo centenario, que ya comenzamos; que nos acompañe, nos proteja, nos cuide, para que no desfallezcamos en la misión que Cristo nos ha confiado de ser testigos valientes de su Evangelio. Amén.
+ Jesús Catalá Ibáñez
Obispo de Málaga