Celebrar la Pascua del Señor

Carta del Obispo de Málaga, D. Antonio Dorado Soto. Hoy, con la bendición de los ramos, comienza la celebración de la Semana Santa. Con su certero sentido de la fe, el Pueblo de Dios llama santos, desde antiguo, a estos días porque en ellos conmemoramos la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Pero no lo hacemos como espectadores, sino como miembros vivos de la Iglesia que participamos en el impresionante drama del amor de Dios al hombre; un amor entrañable y gratuito, que le llevó hasta morir en la cruz por nosotros.

Por eso nos recomienda la Iglesia aprovechar esta ocasión para confesar los pecados y acogernos a la misericordia y al perdón divinos, pues únicamente quien se sabe amado y acogido consigue amar, comprender y acoger a los demás. El perdón sinceramente deseado y recibido es la mejor manera de abrir de par en par la mente y el corazón al amor de Cristo y de ser testigos de este amor con nuestras vidas.

Con palabras del papa san León Magno, “los presentes días son especialmente indicados para ejercitarse en la caridad, por más que no hay tiempo que no sea a propósito para ello; quienes desean celebrar la Pascua con el cuerpo y con el alma santificados, deben poner especial empeño en conseguir, sobre todo, esa caridad (habla del amor que procede de Dios y que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado), porque en ella se halla contenida la suma de todas las virtudes y con ella se cubre muchedumbre de pecados”.

Este amor, participación y reflejo de la misericordia divina, no consiste básicamente en dar cosas, sino en darse a los demás, empezando por las personas más cercanas. Guiada e iluminada por el Espíritu, la Iglesia ha propuesto tradicionalmente a sus hijos una serie de actitudes y comportamientos que ha denominado “obras de misericordia”. Son una especie de orientaciones que nos enseñan a concretar el ejercicio del amor fraterno. Unas son de tipo material, como el compartir los alimentos con el que tiene hambre, y la ropa, con el que está desnudo; y otras van dirigidas a las necesidades espirituales de las personas, como dar un buen consejo a quien nos lo pide, perdonar a quien nos ha ofendido y consolar a los que sufren.

Aunque las de tipo material siguen siendo necesarias en nuestro mundo occidental rico, no deben constituir una alternativa del esfuerzo incesante por instaurar la justicia, sino sólo su complemento provisional, mientras se progresa en la implantación de los derechos humanos. Aun así, no podemos olvidar que en España sigue habiendo millones de pobres y que la pobreza actual tiene rostro de mujer joven.

Pero también es necesario progresar en la ayuda a quienes quizá tienen toda clase de bienes materiales y les falta aquello que más necesitan como personas. Me refiero a la soledad de los mayores y, con frecuencia, de los niños. Ninguna comodidad material y ningún tipo de juego puede sustituir la cercanía, la escucha y el cariño de los seres queridos. Y aunque resulte difícil hallar una respuesta adecuada, hay que pensar en el desamparo familiar en el que se encuentran los hijos, especialmente en su etapa adolescente, a la hora de superarse, de valorar el esfuerzo, controlar sus sentimientos y disponer de un código de conducta que los humanice. Como veis, cuando pensamos en el amor concreto y en las necesidades del otro, se abre a nuestra mirada un campo muy amplio, en el que los seguidores de Jesucristo tenemos que ejercitarnos para celebrar la Pascua del Señor con gratitud y alegría.

+ D. Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga

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