Carta de bienvenida de Mons. Dorado, Administrador Apostólico de la Diócesis, al nuevo Obispo. Después de quince años con vosotros, a vuestro servicio, pienso que os conozco lo suficiente para saber que vais a acoger a mi sucesor, Mons. Jesús E. Catalá Ibáñez, hasta ahora Obispo de Alcalá de Henares, con esperanza, con alegría y con gratitud.
Debido a sus grandes dotes humanas y a su preparación pastoral y teológica, ha sido designado para que os presida en la caridad. Como sabéis, la misión del Obispo se centra en tres tareas de un contenido muy rico: enseñar, santificar y gobernar. A eso viene, a ser vuestro servidor en las cuestiones del Reino.
En todo caso, deseo unir mi recomendación ferviente a vuestra madurez de fe y a vuestro sentido eclesial, y os exhorto a que recibáis a nuestro nuevo Obispo con todo el afecto entrañable que os caracteriza. Es un hombre joven y lúcido, que llega a Málaga con la experiencia pastoral de haber regido una diócesis dinámica, de reciente creación, a la que ha sabido dotar de todos los servicios pastorales. Su venida constituye una riqueza indudable para la diócesis y, desde aquí le digo también ahora, como le he dicho personalmente, que le esperamos con ilusión, con total disponibilidad evangélica y con un corazón fraterno.
Aunque San Pablo lo decía en un contexto diferente, también a este hecho de la sucesión apostólica podemos aplicar aquellas palabras suyas: “¿Qué es, pues, Apolo? ¿Qué es Pablo? Servidores, por medio de los cuales habéis creído, y cada uno, según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer”. Y lo que importa es que el Evangelio siga resonando en nuestro mundo, convocando al Pueblo de Dios y haciendo germinar el Reino. Las dificultades reales no pueden apagar nuestra confianza en Dios. Monseñor Jesús Catalá es un hombre joven que indudablemente nos va a prestar su aliento evangélico y su esperanza.
Cierto que vivimos inmersos en una cultura que se preocupa más por las cosas de la tierra que por los bienes del cielo, mas precisamente por ello dijo Juan Pablo II que a los obispos nos “corresponde, en particular, la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza”, la tarea de “infundir confianza y proclamar ante todos las razones de la esperanza cristiana. El Obispo es profeta, testigo y servidor de dicha esperanza sobre todo donde más fuerte es la presión de una cultura inmanentista, que margina toda apertura a la transcendencia. Donde falta la esperanza, la fe misma es cuestionada. Incluso el amor se debilita cuando la esperanza se apaga. Ésta en efecto es un valioso sustento para la fe y un incentivo eficaz para la caridad, especialmente en tiempos de creciente incredulidad e indiferencia” (PG 3).
Para terminar, al tiempo que doy la bienvenida a mi sucesor y me congratulo con él, deseo dar las gracias a todos los miembros del Pueblo de Dios, y a los malagueños en general, por vuestra gran comprensión, vuestro afecto, vuestra colaboración apostólica y vuestra cercanía fraterna. En especial, a los sacerdotes, mis colaboradores más cercanos. También os pido perdón por todo lo que no haya sabido hacer con espíritu evangélico y por los sufrimientos que haya podido causar a alguno.
¡Dios sabe que siempre intenté dar la respuesta que me sugería el Espíritu, pero comprendo que mi discernimiento pudo ser poco acertado en ocasiones! Por todo ello, a la vez que os doy las gracias y os pido perdón, me encomiendo a vuestras oraciones como un hermano vuestro en la fe.
+ Antonio Dorado Soto,
Obispo Administrador Apostólico de la Diócesis de Málaga
Málaga, 10 de octubre de 2008