Mensaje de Navidad de D. Jesús Catalá, Obispo de Málaga.
Deseo llamar vuestra atención sobre la actitud de asombro. Nos asombramos ante la belleza, ante un espectáculo maravilloso, ante algo que nos sorprende, ante lo que nos hace salir de nosotros mismos y dirigir la mirada hacia fuera. Esta actitud de admiración es propia del niño y del alma inocente. Ellos miran con ojos limpios, sin maldad, sin rencor.
La Navidad es uno de esos momentos maravillosos, mágicos, que nos ayudan a asombrarnos ante un hecho insólito: el Nacimiento del Niño Dios. Este hecho ha ocurrido solo una vez en toda la historia de la humanidad. Todas las generaciones humanas se han admirado ante este acontecimiento.
Sin embargo, nos acostumbramos fácilmente a lo que acontece a nuestro lado, a las noticias que nos llegan. Incluso mientras comemos estamos acostumbrados a escuchar las cosas más espeluznantes y dramáticas, sin inmutarnos apenas.
Hemos escuchado muchas veces la palabra Navidad y sabemos lo que significa; pero tal vez no apreciamos su valor y su sentido profundo. Dios en persona viene a visitarnos y permanecemos sin inmutarnos. El Rey de reyes y Señor de los señores viene a nuestro encuentro y quedamos indiferentes.
La Encarnación del Hijo de Dios ha iniciado una etapa nueva en la historia humana, que merece nuestra admiración y asombro. El que es Dios se hace hombre; el rico se hace pobre por amor; el eterno entra en el tiempo; el infinito entra en la historia. ¡Increíble, pero cierto! ¡Admirable! ¡Asombroso!
Para poder seguir asombrándose hay que salir de uno mismo; descentrarse de sí mismo para acudir al hermano necesitado. La prolongación de la historia de amor, que es la Encarnación, se encuentra en lo que hagamos a los demás: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40).
Os invito a que os asombréis y admiréis ante el gran acontecimiento de la Navidad; a vivir con alegría estos días; a celebrar el misterio del Nacimiento de Jesús. Mis mejores deseos de una Feliz Navidad.